La cultura maya es una de las tres grandes culturas precolombinas de América, junto con los aztecas e incas, pero anterior.
Geográficamente la zona maya parte de las sierras de Guatemala y Chiapas, terminando en el extremo de la península de Yucatán. Dejando de lado la vertiente pacífica, podemos distinguir tres regiones o zonas:
-Tierras altas del sur: área caracterizada por valles intermontanos, temperatura fresca y lluvias abundantes.
-Tierras centrales: se encontraría situada entre las tierras altas del sur y la línea que les divide de Yucatán. Son tierras medias donde las temperaturas son elevadas y alta humedad. Los ríos son caudalosos y es cuantiosa la vegetación de selva tropical.
-Tierra al norte: zona seca, de suelo calizo y terreno cada vez más bajo.
El esquema de evolución (aproximado) aceptado para la cultura maya incluye: un Formativo complejo (o Preclásico); una etapa desarrollada (o período Clásico) con tres momentos: el Previo (200 a. C. – 300 d. C.), período Inicial (300-600 d. C.) y el Final (600-900 d. C.); y un período Posclásico posterior (900-1442 d. C.).
Durante el período Inicial destacaron fundamentalmente dos centros: Tikal y Uaxactún, mientras que en el Final, momento de esplendor de la cultura, sobresalen, junto con Tikal, Palenque, Copán, Quiriguá, Piedras Negras, Bonampak… etc.
El momento de decadencia maya parece situarse en torno al 889 d. C., pero sus causas no están nada claras. Se ha especulado con la posibilidad de que se produjese una invasión de gentes de la costa del Golfo y zonas interiores de México, con una cultura inferior; también se ha hablado de revueltas internas, epidemias y, algo más real, el hundimiento del sistema económico, de base agrícola, por un exceso de población. Algunos autores piensan que el elevado concepto del tiempo que tenían los mayas les llevaron a deificarlo y al final del período abandonarían las ciudades cuando creyeron que llegaba el fin del mundo.
ORGANIZACIÓN URBANA DE LOS MAYAS
Los principales centros mayas caben ser calificados de ciudades-Estado, en cuanto que eran cabeza política, administrativa, económica y religiosa de su región correspondiente.
Encabezadas por reyes todopoderosos, que luchaban y se aliaban entre sí sin llegar a unificarse en un solo Estado, como los incas o los aztecas, recuerda al modelo heleno en Europa. Ninguna ciudad llegó a ser suficientemente grande (los reinos no se extendían más allá de una distancia de tres días de marcha desde su capital) o rica para someter por sí misma al resto, pero aún así existía cohesión cultural entre todas estas metrópolis.
Su desarrollo se fundamenta sobre un urbanismo sin planificación articulado en torno a plazas y patios públicos al aire libre, lugares de reunión para las personas, y con agrupaciones de edificios más o menos distanciados adaptándose a la estructura del terreno. El centro de la ciudad era ocupado por complejos ceremoniales y administrativos, rodeado por una irregular expansión de barrios residenciales. También contaba con campos sagrados para el juego de pelota y edificios destinados a los mercados y las escuelas. A menudo las diferentes partes de una ciudad eran conectadas por calzadas.
Desde el punto de vista arquitectónico, los edificios mayas más relevantes están elaborados en piedra, con formas sencillas, y destacan los templos (proyectados sobre un basamento piramidal), los palacios, plataformas de baile, juegos de pelota ceremoniales, estructuras alineadas para la observación astronómica, etc. Este tipo de construcciones configurarían el núcleo fundamental de la ciudad, pero junto a ellos habría otro tipo de edificaciones realizadas con materiales perecederos, cabañas de planta rectangular, con cubierta a cuatro aguas, y que serían la residencia de las clases populares.
Un aspecto sorprendente de las grandes estructuras mayas es la falta de muchas tecnologías avanzadas que podrían parecer necesarias para tal urbanización. Careciendo de herramientas de metal, poleas, y quizá incluso de la rueda, su arquitectura requería de una cosa en abundancia: fuerza humana. Los materiales restantes sí aparentan haber estado fácilmente disponibles. Toda la piedra para las estructuras figura haber sido tomada de canteras locales. Con frecuencia era piedra caliza que, recientemente extraída, permanecía suficientemente blanda como para ser trabajada con herramientas de piedra, y sólo se endurecía pasado un tiempo, al perder su humedad natural. Además del uso estructural de la piedra caliza, utilizaban la misma aplastada, quemada y batida ya que poseía propiedades similares al cemento, y era usada ampliamente tanto para acabados de repello, como para unir piedras; sin embargo, futuras mejoras en sus técnicas de extracción redujeron la necesidad de este acabado, ya que estas comenzaron a encajar casi perfectamente. Aun así, permaneció como un elemento crucial en algunos techos adintelados (de columnas y vigas). En el caso de las casas comunes, los materiales más empleados fueron los postes de madera, caña, adobes y paja; no obstante, también se han descubierto lo que parecen ser casas comunes de piedra caliza. Igualmente debe anotarse que en la ciudad de Comalcalco, por ejemplo, se han encontrado ladrillos de barro cocido como sustituto de las piedras, debido a la carencia de estas en su entorno.
El centro de la ciudad era donde vivía la élite gobernante, y el lugar en que se llevaban a cabo las funciones administrativas y las ceremonias religiosas. Era también el sitio donde los habitantes se reunían para asistir a las actividades públicas. Los complejos de arquitectura ceremonial menores, que se encontraban en las zonas periféricas, servían como centros sagrados para los nobles que no pertenecían a la familia real. En las zonas adyacentes a estos recintos sagrados, se encontraban los conjuntos de viviendas residenciales de los linajes ricos, que a veces poseían una escultura y arte tan elaborado como la encontrada en los complejos reales; incluyendo madera, jade, obsidiana, cerámica, monumentos de piedra tallada, estucos y murales finamente pintados.
Los palacios, que se hallaban normalmente en el centro de la metrópoli, al lado de una plaza mayor; grandes, a menudo muy decorados, y que hospedaban a la élite de la población, consistían en una plataforma que sostenía una estructura de varios cuartos. Por lo general, se extendían horizontalmente, a diferencia de las altas pirámides, y con frecuencia tenían un número limitado de puntos de acceso. Las habitaciones disponían de bancos de piedra, que se utilizaban para dormir, y agujeros en las paredes donde se colgaban las cortinas. Los palacios mayores podían contar con suministro de agua propio y baños de vapor que se encontraban dentro del complejo, o en las cercanías. Existe abundante evidencia de que eran mucho más que simples residencias de la flor y nata, siendo más bien los focos de una serie de actividades cortesanas, incluyendo audiencias, recepciones formales y rituales importantes.
ESCULTURA
La escultura exenta es prácticamente inexistente, tratándose en la mayoría de los casos de relieves cuyas características más importantes son las siguientes:
-Siempre están enmarcados en jambas, dinteles, estelas… y se relacionan con el culto religioso.
-Siempre representan escenas o figuras humanas.
-Casi siempre aparecen glifos, que cuentan lo que se representa o que son conmemoración de un hecho concreto de un personaje.
-Se trata de relieves muy planos -bajo relieves- que tienen una evolución desde lo que se llama relieve a dos planos, a planos intermedios.
-Las figuras que aparecen están tratadas de forma realista.
-Presentan una evolución hacia un claro barroquismo.
-Nunca aparece en ellos pintura.
Ejemplos importantes son la estela 12 de Piedras Negras, el altar 5 de Tikal o la estela D de Copán, en la que se ven personajes y animales entrelazados. Dentro del conjunto de las estelas mayas, es en la ciudad de Copán donde más abundan. La mayoría de estas datan del siglo VIII.
Por lo que se refiere a la pintura, las mejores representaciones se encuentran en Bonampak, donde las tres salas de un palacio aparecen decoradas con esta técnica.
Las principales características de la pintura maya son:
-Utilización de la línea para marcar el dibujo.
-Representación de escenas con bastante dinamismo.
-Amplia gama de colorido.
-Lo que se relata en las escenas es la vida de los altos jefes, de eminentes personajes, y al igual que en el relieve, aparecen glifos explicativos de lo que representa.
-Generalmente es pintura retrato.
-No existe una perspectiva bien conseguida.
-No hay gradación en los colores.
LA CERÁMICA
Otra de las actividades realizadas por los mayas fue la alfarera (sin torno), habiendo sido dividida la producción cerámica del período Clásico en dos grandes etapas: Tzacol y Tepeu. La cerámica de la primera fase enlaza con la del período Protoclásico. Se trata de una cerámica polícroma, muy variada, cuyo tipo más clásico es el vaso cilíndrico sin patas, casi siempre decorado; junto a este aparece la vasija de forma más típica: vaso cilíndrico con patas -trípode- y tapa cónica. Por lo que se refiere a la cerámica de la segunda fase es más rica en policromía; presenta gran multiplicidad de formas: vasijas con pedestal, platos, vasijas de silueta compuesta… aunque también aparece el tipo anterior.
La decoración de las vasijas de cerámica presenta una gran heterogeneidad e incluye escenas de palacios, rituales cortesanos, mitología, glifos adivinatorios, e incluso textos dinásticos tomados de las crónicas, y ha jugado un papel importante en la reconstrucción de la vida y creencias del mundo maya del período Clásico.
Junto a la cerámica surgen igualmente figurillas de arcilla, modeladas o realizadas con molde, que representaban deidades, señores guerreros, jugadores de pelota… u otros muchos personajes en escenas tomadas de la vida cotidiana. Destacan por su realismo y naturalismo, pudiendo establecerse un catálogo de ocupaciones y categorías a través de su estudio.
De los diversos talleres destaca el de la isla de Jaina, situada en la costa occidental de Yucatán, donde las figurillas son muy abundantes; aparecen con actitudes normales, y representan a gente importante. Son polícromas y de gran variedad en los ornatos.
Además de estas producciones, los mayas realizaron finos trabajos en hueso, madera, adornos de plumas, tejidos… y quizá se dedicasen a la música -debido a la aparición de instrumentos de viento y percusión-, canto y danza.
ECONOMÍA MAYA
La economía de los mayas se articulaba en torno a la agricultura del maíz, cultivo muy rentable que permitió un crecimiento importante de la población.
Los sistemas agrícolas debieron de ser variados, existiendo sistemas de agricultura intensiva como chinampas, terrazas y suelos artificiales, aunque mayoritariamente sería de barbecho corto o roza, en que se corta y quema el monte antes de sembrar, presentando el gran inconveniente de agotar rápidamente la tierra; y en algunos lugares de regadío.
El cultivo del maíz se complementaría con el del frijol, calabaza, tubérculos, pimientos, tomates, frutos diversos, zapote, vainilla, cacao, etc. Se aprovechaba la miel, se hacían bebidas de vegetales, como el pulque. Otras plantas no comestibles importantes fueron el algodón (luego hilado, teñido y tejido para producir valiosos textiles para el comercio), tabaco, hule y chicle. Y es que aparte de sus principales alimentos, de las plantas obtuvieron la madera necesaria para sus construcciones, útiles, armas y canoas; con la corteza de algunos árboles fabricaron papel; la resina de otros les proporcionó el copal y el caucho, utilizaron algunos tintes para pintar; las hojas de varias palmeras servían para techar las casas, otras para tejer canastas y petates… La agricultura estaría acompañada de la caza (venado, pavo, guajolote, patos, monos…) y la pesca. Independientemente del aprovechamiento de la carne de los animales para su alimentación, se vestían con las pieles del venado, jaguar y puma; llevaban como aderezo los colmillos de algunos y transformaban los huesos también en adornos, así como en útiles de trabajo e instrumentos musicales; fabricaban joyas con conchas marinas y se servían de grandes caracoles como trompetas, y las plumas de numerosas aves se convertían en vistosos penachos, decoraban escudos y abanicos y se cosían sobre los vestidos.
Se admite que, mayoritariamente, la propiedad de la tierra era comunal, de los linajes o clases que residían en las aldeas, poblados o centros mayores; en cada lugar era el jefe el que distribuía las zonas de cultivo a cada uno de los habitantes. No obstante, parece ser que también se dieron casos en los que hubo propiedad privada del suelo, como ocurre con los terrenos para huertos o solares familiares, situados al lado de cada choza y de pequeñas dimensiones; y el caso de los jefes de aldea, que tendrían espacios que serían trabajados por esclavos -no muy claro- o por habitantes del lugar que prestarían este servicio como contribución, por lo que aparte de cultivar las tierras comunales debían de trabajar en la de los señores.
En lo que se refiere al tributo, era una de las bases de la organización socioeconómica. Los campesinos mayas, además de su trabajo, tenían que entregar gran parte de sus beneficios al jefe de la aldea en concepto de impuestos, al parecer de forma voluntaria, para ser después repartidos y utilizados los excedentes con fines diversos. Así, los que trabajaban potestativamente en la construcción, tierra, caminos, etc., tras quedarse lo exclusivamente indispensable para su propio sostenimiento y el de su familia, eran mantenidos por el jefe, de donde gran parte de las aportaciones entregadas volvían a los campesinos, bien como pago, bien en época de crisis alimentaria o como regalo. Debe añadirse que la clase dirigente no sólo se apropiaba de una gran parte de la producción agrícola, sino que el tributo se imponía sobre todos los bienes producidos a través de la caza, pesca, recolección, domesticación y trabajo artesanal.
Recapitulando, los rasgos básicos de la economía maya serían los siguientes: tecnología poco desarrollada que suplían con un trabajo excesivo, producción agrícola con excedentes suficientes para mantener a la clase dirigente y grupos no productores, trabajos colectivos bajo la dirección de una élite que monopolizaba los conocimientos científicos; propiedad comunitaria de la tierra superando la privada; pago de tributos a la clase dirigente bajo formas de trabajo obligatorio y en especie, sobre todo lo que se obtenía y producía; dispersión en aldeas de la mayoría de la población (campesinos); concentración de la minoría gobernante en ciudades; jerarquía civil y religiosa que integraba una verdadera burocracia; poder centralizado alrededor del soberano que aseguraba la cohesión, la permanencia y la continuidad del régimen; carácter divino del soberano, y utilización de las creencias religiosas para la dominación económica y política de la población como luego profundizaremos.
Comercio. Componente clave de la sociedad maya, y esencial para el desarrollo de la civilización. Las ciudades que crecieron hasta convertirse en las más importantes, por lo general controlaron el acceso a los bienes comerciales vitales, o a las rutas de portaje. Había productos de valor importante, como el jade, turquesas, copal, hule, plumas de quetzal… No se conocen trabajos en metales preciosos, excepto unos pequeños cascabelillos encontrados en un pozo como ofrenda.
Principales importaciones: del oeste llegaban jade, colorantes minerales, obsidiana, plumas de quetzal y alfarería teotihuacana o de Monte Albán. De la costa del Pacífico arribaban conchas, tintes y sal.
Se exportaban productos de la región, trabajos en pedernal, plumas de aves, cacao, copal, algodón, vainilla… Parece ser que existían tierras especiales dedicadas a la exportación, lo que permitía, mediante trueque, adquirir otros productos.
Ya en la época Clásica el comercio adquirió un gran desarrollo, con vías que ponían en comunicación el área maya con zonas más alejadas. Los comerciantes tenían una red de caminos bastante amplia para desplazar a pulso las mercancías, ya que no disponían de animales de carga (si la ruta comercial seguía el curso de un río o la costa, los productos se transportaban en canoas); estaban protegidos por guerreros y es plausible que el negocio lo monopolizaran los nobles, no los comerciantes, aunque quizás estos tuviesen que ver con la nobleza. De esta manera, la mayoría de los mercaderes pertenecerían a la clase media dedicándose principalmente al comercio local y regional en lugar del prestigioso comercio de larga distancia, que fue más bien del dominio exclusivo de la élite (se beneficiaban de unos emblemas especiales que les permitían una mayor facilidad de desplazamiento; tenían también una divinidad protectora: Ek Chuah).
El comercio a larga distancia de productos de lujo y bienes utilitarios fue probablemente controlado por la familia real. Los bienes de prestigio obtenidos a través del mercadeo se emplearían para el consumo por el gobernante de la urbe, y como suntuosos presentes para consolidar la lealtad de vasallos y aliados. Pero las rutas comerciales no sólo posibilitaron la permuta de productos, sino también facilitaron el intercambio de personas e ideas a lo largo de Mesoamérica.
Mencionar que los mayas desarrollaron hasta límites considerables sistemas de medición del tiempo y cálculos basados en el conocimiento de las matemáticas. Para estos poseían una numeración de base vigesimal, mediante el empleo de puntos y barras, e incluso se cree que tenían un símbolo para la representación del cero.
Cambios en las rutas comerciales se produjeron en función del auge y la caída de ciudades influyentes de la región maya, y ocurrieron durante cada reorganización importante de dicha civilización.
ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA
Globalmente las tierras mayas del período desarrollado estaban estructuradas socialmente a través de unas familias muy amplias, que eran patrilineales y patrilocales, agrupadas a su vez en clanes y linajes exógenos y patrilineales.
Ya en el Formativo medio, los clanes y linajes estaban organizados en el área maya; teniendo tierras comunales sobre las que ejercían derechos. Aunque en principio había cierta unidad, pronto empiezan a diferenciarse dos grupos: la nobleza y el campesinado. A partir de este momento del Formativo, algunos grupos de campesinos comienzan a trasladarse a las aldeas, donde desempeñan tareas de tipo político-religioso; serán los que gobiernen. A medida que va creciendo la población y los asentamientos, las tierras se van ampliando, y será el grupo dirigente el que efectúe los repartos, por lo que ellos se quedarán con los mejores terrenos; aquí parte un inicio de diferenciación económica.
El linaje residente en las aldeas coparía todos los puestos de poder, religiosos, políticos y administrativos. Las relaciones de los demás centros con el principal, estarán organizadas según su proximidad de parentesco con el jefe principal.
Herencia del poder. Se heredaba por línea masculina directa de padres a hijos, aunque en algunas urbes mayas hubo mujeres que desempeñaron el cargo de jefes, quizá porque no hubo hijos varones, o tal vez porque actuaran como regentes.
Los grupos sociales. Fundamentalmente son dos: el dirigente: nobleza o sacerdotal. Campesinos, artesanos, obreros…
Por encima de todos ellos estaba el Halach Uinic (“hombre verdadero”), que es quien retiene y ejerce el poder supremo político, administrativo y judicial.
Analizando por separado los distintos grupos sociales tenemos lo siguiente:
Nobleza. Existen dos grupos: el político y el sacerdotal o religioso. Dentro del primero se han definido una serie de títulos, a la cabeza de los cuales estaría el mencionado Halach Uinic, pero por debajo de él en cada población habría una serie de jefes dependientes, los bataboob, ligados por parentesco con él y que eran los encargados de mantener los lazos y obligaciones entre los campesinos y el centro ceremonial, especialmente en lo referido al trabajo tributario y el servicio militar. Un cargo noble muy curioso es el llamado nacom, al parecer jefe supremo de los guerreros en una ciudad, elegido cada tres años en relación a sus hazañas bélicas. Los Ah holpopoob serían unos consejeros especiales del Halach Uinic en cada uno de los centros dependientes. Los tupiles estarían encargados de la vigilancia de las ciudades; serían una especie de policía urbana que velaban por el orden público y el cumplimiento de la ley. Etcétera…
Por lo que se refiere a la nobleza religiosa, a la cabeza, al igual que en la política, estaba el Halach Uinic, y por debajo de él se encontraban los sacerdotes principales, encargados del culto barroco y lujoso, y unos sacerdotes secundarios, encargados de los centros menores.
Tenían una visión altamente estructurada del cosmos; distinguieron trece niveles en el cielo, y nueve niveles en el inframundo; el mundo de los mortales ocupaba una posición entre el cielo y el inframundo. Cada nivel contaba con cuatro puntos cardinales, que se asociaban con un color diferente. Creían en un reino habitado por un conjunto de poderosas deidades que debían ser aplacadas con ofrendas ceremoniales y prácticas rituales. Sus ritos incluían mutilaciones, derramamientos de sangre y sacrificios humanos de lo más salvajes (torturas, despellejado, decapitaciones, quemas, destripamientos, extracción del corazón…). Se consideraba que las fuerzas sobrenaturales impregnaban la vida, influyéndola en todos sus ámbitos, desde las actividades cotidianas más sencillas, tales como la preparación de alimentos, hasta el comercio, la política y las actividades de la élite. Las deidades mayas regían, pues, todos los aspectos del mundo, tanto visibles como invisibles.
En el centro de la práctica religiosa se encontraba el culto a los antepasados difuntos, que actuaban como intermediarios para sus descendientes vivos en el trato con los habitantes del reino sobrenatural. Las familias enterraban a sus muertos debajo de sus casas, junto con las ofrendas apropiadas a la posición social de su linaje. Allí los finados podrían actuar como antepasados protectores. A medida que la sociedad maya evolucionó, y la élite se volvió más poderosa, la realeza desarrolló santuarios hogareños en las grandes pirámides, donde se encontraban las tumbas de sus mayores.
La interpretación maya de las deidades estaba intrínsecamente ligada al calendario, la astronomía y su cosmovisión. La importancia de un ídolo, sus características y sus asociaciones, variaban de acuerdo con el movimiento de los cuerpos celestes. Por lo tanto, la interpretación sacerdotal de los registros astronómicos y los libros era crucial, ya que el sacerdote entendería qué divinidad necesitaba la propiciación ritual requerida, cuándo realizar la ceremonia correcta, y cuál sería la ofrenda pertinente.
Este grupo sacerdotal es el que detenta el conocimiento, un saber muy amplio destacando la invención de una escritura muy singular, y un calendario y una numeración no menos originales, cuyo mérito mayor ha sido la plasmación de ello, en su mayoría inscripciones en monumentos de piedra, dinteles, estelas y cerámicas, pero también produjeron textos pintados en un tipo de papel elaborado a partir de la corteza de árboles que se utilizó para los códices. La escritura maya es la más evolucionada del continente americano. La gran abundancia de glifos distintos ha dado lugar a múltiples controversias entre los lingüistas, que todavía hoy dudan sobre el carácter de su escritura. Y es que los mayas conocían una escritura que, igual que la egipcia, en principio era ideográfica y después evolucionó hacia un modelo fonético como las europeas. Conservaban por escrito tradiciones históricas y religiosas: el Popol Vuh, texto que recoge el origen del mundo y del hombre; el Rabinal Achi, drama guerrero de tipo ritual; y numerosos pasajes de magia y otras cuestiones. Todos estos textos al entrar en contacto con los europeos fueron transcritos al alfabeto latino.
En resumen, el Estado, integrado por los altos rangos de la jerarquía, encabezado por el máximo gobernante y cuyos miembros pertenecían a la nobleza, estaba exento de trabajos productivos: ordenaba la construcción en los centros ceremoniales de centenares de edificios dedicados al culto o a su propia residencia; supervisaba a los científicos consagrados al estudio de los astros, al registro de sus movimientos, a los cálculos matemáticos, a la elaboración de un complejo sistema calendárico; dirigía a los artistas que creaban obras en honor de los dioses y de su propia glorificación; controlaba a la población a través del manejo del calendario, civil y religioso, ordenando las labores correspondientes a las estaciones y presionando para que los individuos se orientaran hacia tal o cual oficio. Dominaba y explotaba al pueblo en su calidad de intermediario entre los seres divinos y los humanos; organizaba ritos, ceremonias y fiestas religiosas mediante las cuales acrecentaba su poder al afianzar en la gente su confianza en la unidad y la fuerza del conjunto social; tranquilizaba a la población en cuanto al orden que regía todos los fenómenos celestes y terrestres y todos los procesos de la vida vegetal, animal y humana, mientras se venerara debidamente a los dioses y obedeciera ciegamente a sus representantes.
Dentro del estamento popular podemos distinguir los siguientes grupos:
-Comerciantes y artesanos (de los que ya se ha hablado en puntos anteriores): Los comerciantes estaban vigilados o dirigidos directamente por la nobleza, aunque no se sabe ciertamente si formarían parte de ella o no; es posible que se tratase de un grupo independiente, no muy numeroso, y con una capacidad económica que les permitía cierta libertad.
Los artesanos plantean dificultades para poder establecerlos dentro de un grupo determinado, sobre todo cuando se trata de artesanos especializados, los cuales, si no pertenecían a la nobleza, sí estaban protegidos por ella.
-Los campesinos eran la gran mayoría de la población e incluiría a cazadores, pescadores, agricultores y los recolectores de frutos. Por norma habitual, residían en las selvas, agrupados en pequeñas comunidades, alejados del centro de las ciudades, pero cerca de los terrenos de cultivo. Pese a la distancia, iban periódicamente al núcleo urbano, donde compraban bienes traídos desde el exterior, que intercambiaban por alimentos y trabajo. En los meses en los que no se ocupaban de las labores agrícolas, acudían a ejecutar las tareas encomendadas por los señores. Su trabajo permitió la construcción de pirámides, templos, palacios y otros monumentos que caracterizan a sus ciudades.
-El tema de los esclavos no es bien conocido, aunque es posible que se llegase a esta condición por captura en la lucha o por algún hecho delictivo. Constituían la gran reserva para ser ofrendados como víctimas a las deidades.
Cuando la población había crecido considerablemente, y cientos de ciudades estaban conectadas en una compleja red de jerarquías políticas, se multiplicó el segmento de los ricos en la sociedad maya. También pudo haberse desarrollado una clase media, compuesta de artesanos, funcionarios y sacerdotes de bajo rango, comerciantes y soldados. Los campesinos, sirvientes, obreros y esclavos también participarían en las guerras, y podían avanzar socialmente al ser reconocidos como luchadores destacados. Es probable que los trabajadores que mostraban iniciativa y que poseían habilidades excepcionales, pudiesen convertirse en miembros influyentes de su comunidad.
Del período de contacto con los españoles se sabe que ciertos puestos militares eran limitados a los miembros de la aristocracia, y que se transmitían por sucesión patrilineal. Ya desde el período Preclásico, se esperaba que el gobernante de una entidad política maya fuese un líder de guerra distinguido, y a menudo se le representaba con cabezas trofeo colgando de su cinturón. Es posible que el titular de un cargo militar específico enseñara a su sucesor el conocimiento especializado inherente al cargo, incluyendo la estrategia, el ritual y las danzas de guerra. Los ejércitos mayas del período de contacto con los españoles eran muy disciplinados, los líderes mantenían registro de los movimientos de tropas en libros pintados y los guerreros participaban en simulacros y ejercicios de entrenamiento regulares; todos los varones adultos y sanos estaban disponibles para el servicio militar. Los estados mayas no mantuvieron ejércitos fijos; los guerreros eran reunidos por funcionarios locales que respondían a los cabecillas de guerra. También hubo unidades de mercenarios a tiempo completo que siguieron a los caudillos permanentes. Sin embargo, la mayoría de los guerreros no servía a jornada íntegra, y eran principalmente agricultores, que por lo general se dedicaban a sus cultivos en vez de a participar en los conflictos armados. En gran medida, el objetivo de la guerra maya no era la destrucción del enemigo, sino la toma de prisioneros y el saqueo. El resultado de una exitosa campaña militar podía variar en su impacto sobre la entidad política derrotada. En algunos casos, ciudades enteras fueron saqueadas y nunca más reasentadas, como ocurrió en Aguateca. En otras coyunturas, los vencedores se apoderaron de los gobernantes derrotados, sus familias y las representaciones de sus dioses patronos. Los nobles capturados y su parentela podían ser encarcelados o sacrificados. El resultado menos severo de la gama de posibilidades sería que la entidad política derrotada se viera obligada a pagar tributo al vencedor. Existe alguna evidencia de que, a partir del período Clásico, las mujeres tenían ciertas funciones de apoyo en la guerra, pero no actuaron como oficiales militares, con la excepción de aquellas raras instancias en que una reina era la gobernante suprema. Hacia el Posclásico, las crónicas nativas sugieren que las mujeres a veces lucharon en el campo de batalla.
ASPECTOS RELIGIOSOS
La importancia que la religión tiene entre los mayas hace que no exista una diferenciación entre lo profano y lo sagrado; además unido a ello estaría la medición del tiempo, tema muy debatido y poco claro. Parece ser que entre los mayas el tiempo era algo muy importante, pudiendo estar, incluso, sacralizado, conmemorando los finales de las diferentes etapas cronológicas con el levantamiento de estelas en las ciudades.
Los pueblos agricultores, al observar el curso de los astros, relacionaron fenómenos celestes con sus propias necesidades y se dieron cuenta de que la posición de algunos cuerpos en el firmamento coincidía con momentos importantes de sus actividades. Asociaron tales hechos y comprendieron que era preciso registrarlos y medir el tiempo que transcurría entre sus repeticiones; a través de este proceso, partiendo de las observaciones astronómicas, inventaron la escritura, derivaron reglas matemáticas y establecieron calendarios.
Puede afirmarse que los conocimientos científicos de los mayas constituían un enorme y decisivo apoyo al régimen teocrático establecido, monopolizados por unos sacerdotes que los empleaban para organizar las labores agrícolas y para establecer, tomando como base el calendario religioso, pronósticos individuales y profecías colectivas, es decir, ejerciendo presiones para que la población actuara de acuerdo con las decisiones del sacerdote (como por ejemplo cuando anunciaba eclipses, sequías, plagas y hambrunas) para obtener mayor sumisión popular a los dictados de los jerarcas y registrar para su propia glorificación, ante las generaciones presentes y futuras, los acontecimientos trascendentales que ocurrieran durante su mandato.
A efectos prácticos los mayas utilizaban años de distinta duración. El año haab duraba 365 días, divididos en 18 meses de 20 días y 1 mes de 5 días considerados nefastos. El año tun constaba de 360 días y el año tzolkin de 260 y tenía un sentido religioso y oracular.
Entendían el tiempo como una sucesión de eras e imaginaban que el mundo estaba sostenido por un lagarto o una tortuga. A la vez daban gran importancia a los puntos cardinales, atribuyendo un color diferente a cada uno y añadiendo un quinto punto cardinal a los cuatro existentes. Así, al norte le asignaban el color blanco, al oeste el negro, al sur el amarillo, y al este el rojo. Por su parte el quinto punto, o punto central, sugería un árbol muy grande que llegaba hasta el cielo, que era la vía de comunicación con las esferas superiores.
Su precisión en astronomía asombra hoy a los expertos. Los códices constatan informaciones exactas de los ciclos del Sol, la Luna y Venus, de modo que podían predecir los eclipses y distinguían planetas del sistema solar como Júpiter, Saturno, Marte y Mercurio.
Los dioses mayas. En principio parece que los sacerdotes llegaron a hablar de un dios único al que denominaban Hunab Ku, a veces identificado con el dios popular Itzamná, dios benéfico de los mayas, dios del bien, que entre las atribuciones que se le dan está el ser deidad de la medicina y de la agricultura, además del señor de los cielos, de la noche y del día. A su esposa, Ix Chebel Ya’ax, diosa patrona de la pintura y el bordado, se la representaba con una serpiente enroscada en la cabeza y un rollo de algodón. El dios (de la lluvia) Chaac en el área maya tuvo poca importancia en el período de desarrollo cultural, pues era una zona abundante en agua. Se le representa con una nariz parecida a una trompa y dos colmillos enrollados que le salen de la boca y se dirigen hacia abajo, blandiendo un hacha con mango de madera, o arrastrando un árbol. Kinich Ahau es uno de los dioses más representativos y parece que tenía algo que ver con algún tipo de culto. Es un dios benéfico, patrono de la música y de la poesía, y el que distribuía las tierras entre los diferentes pueblos. El Ah Mun es el dios del maíz, representado como un joven de larga cabellera y hermoso rostro que sale de una mazorca. El Ah Puch es el dios de la muerte, deidad maléfica, asociada muchas veces a la guerra. Era jefe de los señores del inframundo, y representado con una calavera por cabeza y varias costillas desnudas en el cuerpo; o también como un hombre fuerte quebrando un árbol. Etcétera…
Como se observa, la concepción del panteón maya escapa a toda lógica simplista de identidad, ya que se trata de deidades polivalentes, las cuales pueden ser uno y varios a la vez, buenos y malos, masculinos y femeninos, celestes y terrestres, con varias formas, significaciones y funciones que están sujetas a la temporalidad. Son seres híbridos que aparecen representados con atributos humanos, animales o vegetales. Sin embargo, estas figuras no son los dioses propiamente dichos, sino simples imágenes simbólicas de las fuerzas cósmicas o elementos de la naturaleza (cielo, sol, lluvia, viento, tierra…) que, a su vez, son las manifestaciones físicas de lo sagrado. Tenían también características humanas, ya que se enojaban, se alegraban, actuaban con voluntad propia y, sobre todo, sus decisiones y estado de ánimo dependían en gran parte de los sacrificios, las ofrendas y el adecuado comportamiento de los hombres.
SU DESAPARICIÓN
Al estudiar la civilización maya resalta el contraste entre lo rudimentario de su tecnología, factor fundamental de su potencial económico, y lo avanzado de sus realizaciones en el campo de la arquitectura, del arte en general, de sus conocimientos científicos y de sus elaboradas concepciones religiosas. Lo asombroso es que esta gran cultura comenzó a decaer de tal manera que cuando llegaron los españoles ya era un mero recuerdo, en trance de extinción, sin que sus causas estén bien determinadas. Pudo deberse a motivos naturales (tres sequías prolongadas aceleraron su declive), con un agotamiento de las tierras a causa de cultivos muy agresivos; o a consecuencia de una revolución como respuesta a la presión tributaria y a las grandes diferencias sociales. Otra posibilidad es que el derrumbe se debiera al creciente acoso de los poderes vecinos.
Sea de una forma u otra, los datos señalan que el derrumbe se registró poco después del momento de mayor auge, sin apenas tiempo de percibir un período de decadencia como los grandes imperios del mundo. Muchos centros poblacionales (algunos con más de cien mil habitantes) fueron abandonados casi de la noche a la mañana, en apenas un par de generaciones, especialmente en las tierras bajas, las más desarrolladas a nivel cultural.
Como si fueran conscientes de su caída irremediable, los mayas vivieron con fatalismo el deterioro de su civilización. Esa actitud pesimista fue una de las causas que agravaron su propia crisis. En este sentido, la religión maya creía en la existencia de varios mundos anteriores, ya extinguidos, y en el carácter cíclico de la vida. Miles de habitantes se marcharon de las ciudades tradicionales para fundar otras urbes cercanas a las costas del Caribe, como Mayapán o Tulum, que también acabaron siendo abandonadas durante los siglos XIV y XV tras violentas guerras. En este período Posclásico, el poder político se desplazó a la península de Yucatán a través de una visión más militarizada e influida por la cultura tolteca.
Tras la llegada de los españoles, muchas aldeas se mantuvieron alejadas de su autoridad, y en gran medida continuaron manejando sus propios asuntos. El cultivo de alimentos básicos, como el maíz y frijoles, continuó, aunque la producción agrícola se mejoró mucho gracias a la introducción de herramientas de acero y otras aportaciones propias a los recién llegados: cebada, leguminosas… (técnicas: el arado, la rueda, poleas…). También se mantuvo la producción de la artesanía tradicional, como el tejido, la cerámica y la cestería. Ocasionalmente, la administración colonial fomentó la economía tradicional con el fin de extraer tributo en la forma de cerámica o textiles de algodón, aunque, por lo general, estos fueron elaborados a las especificaciones europeas. Las creencias (y los idiomas) mayas persistieron, a pesar de los grandes esfuerzos de cambiarlas por parte de los misioneros católicos. Varios sacerdotes españoles y funcionarios dejaron detalladas descripciones de las ruinas que visitaron en Yucatán y América Central. Posteriormente, la publicación de los relatos ilustrados de las ruinas provocaría gran interés, llevando la civilización maya a la atención del mundo entero.