El español, nombre actual del castellano por su carácter nacional, es una lengua romance o neolatina. El número de voces españolas de origen latino se ha calculado en un setenta y cinco por ciento aproximadamente. El otro veinticinco lo han aportado diferentes lenguas, entre las más importantes reseñar: el árabe, el griego y el germánico o gótico; estas dos últimas, bien directamente, o con más frecuencia a través del mismo latín.
IDEA DE LA PENETRACIÓN DE NUEVOS ELEMENTOS: CULTISMOS Y SEMICULTISMOS, DIRECTOS E INDIRECTOS
El caudal de la lengua española no está solamente formado por el acervo de palabras latinas que han seguido una evolución física en los primeros siglos del paso de una lengua a otra.
Este núcleo primitivo de palabras siguió unas reglas o leyes cuyo estudio constituye el objeto de la gramática histórica. El modo de integración de este léxico en el vocabulario español recibe el nombre de vulgar o popular.
Junto a él, a través de toda la historia de la lengua española, ha existido otro procedimiento de enriquecimiento de nuestro patrimonio lexical, desde la misma lengua latina. Este procedimiento ha sido directo e indirecto.
El directo tiene lugar cuando la palabra nueva, el neologismo, ha sido introducida desde el latín directamente al castellano, escapando a todas las leyes de la evolución histórica, sin más que modificar la estructura final de la palabra.
Ya desde los orígenes del castellano, sobre todo en el uso de personas doctas, aparecen estos nuevos vocablos llamados cultismos, pero es sobre todo el español moderno el que ha sentido la necesidad de acudir a la fuente de la lengua madre, el latín, para poder expresar el torrente de ideas que maneja en la lengua coloquial y literaria.
El hecho de utilizar el castellano como lengua culta (el castellano del siglo XII ya era la lengua de los documentos notariales y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X), llevaba consigo un enriquecimiento en el vocabulario y en los medios para expresarse. A partir de aquí el castellano ya era un instrumento útil de expresividad como lo demuestran los dos siglos posteriores y una obra cumbre: La Celestina (1499). Por esta misma época (toma de Granada por los Reyes Católicos y descubrimiento de América), Antonio de Nebrija había escrito ya la primera gramática del castellano (1492) que establece una normativa a seguir.
No hay que dejar de señalar, no obstante, dos épocas en la historia de la lengua, protagonizadas por dos grandes escritores, que se distinguen por la abundante acuñación de neologismos latinos. Son los poetas cordobeses Juan de Mena, en el siglo XV, y Luis de Góngora, en el siglo XVII. En los siglos posteriores, en Francia, Italia e Inglaterra se editaban gramáticas y diccionarios para aprender español, que fue la lengua diplomática hasta la primera mitad del siglo XVIII.
Es curioso observar, sin embargo, que muchos de aquellos cultismos tachados en su época de jerigonza del lenguaje o de cultalatiniparla, son hoy moneda corriente del lenguaje popular, hablado o escrito. Otros, en cambio, sucumbieron poco más allá de la vida de sus autores.
Un modo indirecto de trasladar palabras latinas al español ha sido el realizado a través de lenguas hermanas neolatinas, preferentemente el francés, el provenzal y el italiano; o por medio del griego e incluso del árabe. Su número no es, sin embargo, importante.
No debe confundirse lo que se acaba de señalar con los vocablos de otras lenguas, sobre todo del griego y del germánico o gótico, que previamente latinizados han venido también a engrosar el tesoro de nuestro idioma.
Son innumerables las palabras griegas que, a través del latín literario, del latín hablado o de la lengua de la Iglesia, enriquecieron el español. Así: gramática, gruta, mártir, tragedia, cobre, golpe, comedia, piedra, iglesia, museo, católico, bautismo…
La larga convivencia, en paz o en guerra, de bárbaros y romanos, antes de la época de las grandes invasiones, hizo pasar un extenso vocabulario germano al latín, que luego desembocó en las lenguas romances por vía culta o vulgar. Tales las palabras: espuela, yelmo, bandera, guerra, robar…
Los semicultismos, como su nombre indica, son vocablos que no han sido introducidos al caudal del léxico español por vía vulgar o popular, ni por vía culta o directa.
Más cercanos a la época de formación de las palabras españolas por evolución de las latinas, no observaron todas las etapas históricas de su desarrollo, sino solamente aquellas vigentes en el momento de su introducción.
Así se explica que:
spatulam dé espalda y no espaja,
como vetulam da vieja;
periculum dé peligro y no perijo,
como caniculum da canijo.
DOBLES ETIMOLÓGICOS
A veces, de una misma palabra latina se originaron dos voces españolas, una vulgar y otra culta, llamadas dobles etimológicos. No siempre coinciden en nuestra lengua con la misma significación.
Veamos algunos ejemplos:
De la palabra latina articulum proviene la forma culta artículo y la vulgar artejo, de distinta significación española.
De concilium, concilio y concejo. De capitulum, capítulo y cabildo. De laborare, laborar y labrar. De auriculam, aurícula y oreja. De collocare, colocar y colgar. De calidum, cálido y caldo. De minutum, minuto y menudo. De laicum, laico y lego. De maculam, mácula y mancha. De rapidum, rápido y raudo. De oculum, óculo y ojo. De octavum, octavo y ochavo. De integrum, integro y entero. De frigidum, frígido y frío. De famelicum, famélico y jamelgo. De peliculam, película y pelleja. De parabolam, parábola y palabra. De sanctificare, santificar y santiguar. De recitare, recitar y rezar. Etcétera.
La aproximación etimológica al latín repercutirá en el conocimiento y dominio del castellano. Por ejemplo, si sabemos que, tras ciertos cambios fonéticos, la palabra latina ferrum ha evolucionado hasta dar en español hierro, podremos asociar fácilmente al étimo latino palabras como férreo, férrico, ferrocarril…
EJEMPLIFICACIÓN
Ejemplos de palabras latinas y españolas, tanto nominales como verbales, que coinciden en la forma y en el significado en ambas lenguas: amo, amabas, amas, ame, ames, ama, amando, responde, labor, labores, clamor, clamores, pastor, pastores, urbes, pecunia, vía, vías, alta, altas, magna, magnas, parva, parvas, digna, docta, mala, mísera, incólumes, prudentes, felices, feraces…
Ejemplos de palabras españolas semejantes a las latinas de que se derivan, pero ligeramente diferenciadas en su ortografía, debido a las leyes de la evolución histórica: aqua-agua, aquarium-acuario, aquaeductus-acueducto, torquere-torcer, acutus-agudo, caecare-cegar, aquila-águila, capsa-caja, catena-cadena, latus-lado, bellicosus-belicoso, corolla-corola, belligerante-beligerante, rotare-rodar, capillus-cabello, fumus-humo, facere-hacer, balneum-baño, iugum-yugo, iustus-justo, iumentum-jumento, ossum-hueso, ovum-huevo, pectus-pecho, factum-hecho, clavis-llave, clamare-llamar, sperare-esperar, splendidus-espléndido, relaxare-relajar…
Hoy la lengua española es una de las más prestigiosas y necesarias, hablada en multitud de países del mundo por varios cientos de millones de personas como lengua madre, y en otros muchos como idioma principal de estudio, con sus particularidades en cada uno, pero pese a ser una lengua hablada en zonas tan distantes, existe una uniformidad en el nivel culto del idioma que permite a las gentes de uno y otro lado del Atlántico entenderse con suma facilidad. Cuando estudiamos una lengua muerta como el latín, muchos olvidan que de ella se origina lo que en el español pervive; que ha influido, influye y continuará influyendo sobre nuestra lengua moderna en la formación tanto del lenguaje técnico-científico como literario y artístico.
Hay dominadores de los clásicos que nos transmiten un famoso juego de palabras: Mater tua mala burra est (en ocasiones, también dicho: mater tua mala putra est), para provocar nuestra indignación y rabia ante lo que a simple oído parece no más que un grave e intolerable insulto. Pero no, no lo es. Nuestra sublevación tumultuosa interna y más que probable exaltación física evidencia tan solo nuestra ignorancia de la lengua de Virgilio, que es lo mismo que desconocer por completo nuestro pasado, y si no conocemos nuestro ayer será mucho más difícil entender el presente y dónde nos encontramos ahora. Así pues, nuestra madre no es ninguna mala burra, por mucho que nos haya parecido, sino que simplemente come manzanas rojas, así que tranquilidad. Claro que en la segunda versión dicen que a tu madre le ha dado por comer manzanas podridas… ¡cuidado con eso!
Muy buena información, me ayudó mucho.