La magia del amor

En todo hechizo amoroso, lo que siempre debe estar presente es el respeto y el deseo de que la persona a la que va destinado elija libremente.

La magia del amor

Uno de los motivos más habituales por los cuales la gente recurre a la magia, es tener que afrontar un problema amoroso. Se hacen trabajos para que la persona amada sea fiel, para conseguir su afecto, para que se muestre más atenta, para alejar a quien ya no se quiere, para desenamorarse, para vencer a un posible rival, para que los celos no sean un obstáculo, y así un largo etcétera. El ser humano manda y transforma sus propios sentimientos, pero se siente impotente y frustrado ante la imposibilidad de mudar los del prójimo y eso hace que frecuentemente acuda a las prácticas mágicas a fin de modificar la indiferencia de su amado en cariño, de acabar con la infidelidad del cónyuge o de buscar consuelo y soluciones ante la proximidad de una ruptura sentimental.

Una razón muy común por la cual la gente recurre a la magia es tener que afrontar un problema de males del corazón.Existe un dicho sobre el amor que reza: “Si es para ti aunque te quites; si no es para ti, aunque te pongas”, en referencia a que nadie puede obligar a una persona a estar al lado de otra. La magia relacionada con el amor, también denominada magia rosa, cuando parte de las premisas de la magia blanca no apunta a alterar sentimientos ajenos sino, sobre todo, a cambiar a quien la practica de manera que pueda lograr conseguir su deseo por sí mismo. Si se hace un trabajo para cautivar a alguien, lo que se obtendrá en primer lugar no es variar la afectividad y pasión de esa persona, sino operar ciertas transformaciones en lo personal que permitan enamorarla o resultar atractivo a sus ojos. Pero hay quienes se niegan a aceptar tales premisas de probidad y recurren a cualquier tipo de “solución” para la búsqueda del amor. Solamente en la magia negra encontrarán los llamados “amarres” o “ataduras”, que son métodos para obligar a otro a actuar en contra de su propia voluntad y eso, sin duda, es totalmente contrario a la ética y al orden y respeto naturales. Además, la magia negra tiene dos graves consecuencias: causa daño al individuo receptor del hechizo y también perjudica a quien la hace, ya que en el universo existe una ley sencilla y es que todo lo que uno origina le regresa multiplicado.

Los hechizos de amor sólo pueden funcionar si uno mismo está dispuesto a la entrega y generosidad.Es importante tener en cuenta que los ritos de amor sólo pueden funcionar correctamente si uno mismo está dispuesto a la entrega, a la generosidad. No se puede pedir que otra persona se enamore de uno si no se tiene la pretensión de corresponder con la misma sensibilidad, porque eso atenta contra el equilibrio y la armonía. Más aún: si alguien pretendiera que otro le ame tan solo para halago de su orgullo, para vengarse o impulsado por cualquier sentimiento que no fuera noble, el resultado podría ser absolutamente contraproducente.

A veces se desean cosas aunque la experiencia diga que eso conllevará una vida de amargura y sufrimiento. En este supuesto, el resultado del hechizo difícilmente dé el fruto esperado.La mayoría de la sociedad no cree en las posibilidades reales de los hechizos de magia blanca porque no los ha experimentado con la suficiente convicción, pero a lo largo de la historia se ha demostrado que estos funcionan ya que cuando se opera un encantamiento se formulan toda una serie de ritos, conjuros e invocaciones que mueven las energías y se canalizan para lograr el objetivo, por lo que, por ejemplo, un amor perdido entre dos individuos que se querían puede volver a surgir en cualquier instante, por difícil que sea la relación entre ambas partes. Lo que ocurre es que a veces se anhelan cosas que, en el fondo, no harían más que acarrear dolores más intensos que los ocasionados por un querer no correspondido. Una persona puede encapricharse de otra y, aunque su experiencia le diga que a su lado le espera una vida de amargura y sufrimiento, ansiar por todos los medios conquistarla dispuesta a aguantar todo lo que le toque en suerte. En estos casos, el desenlace del ritual mágico destinado a conseguir ese deseo, difícilmente dé el fruto esperado porque la magia blanca sirve para mejorar la vida de quien la ejerce y no para deteriorarla. Así, los diferentes ritos que son adecuados para solucionar problemas relacionados con el amor deben seguirse paso a paso pero teniendo en cuenta que sólo se conseguirán efectos siempre y cuando estos sean beneficiosos para el sujeto que actúe como oficiante del ritual. Cuanto más generosa sea la disposición que se adopte a la hora de efectuar el trabajo, más espectacular será su resultado.

No es un recurso moderno. Varios papiros egipcios descifrados del siglo III de nuestra era se sabe tratan sobre hechizos “de amor, sometimiento y sexo”. Uno representa un conjuro para “hacer arder el corazón” de una mujer, hasta el punto de lograr que ella ame a quien pronuncie las palabras indicadas. Las instrucciones precisan que el conjurador debía realizar el ritual en un baño público escribiendo en sus paredes el texto que dice: “Yo os invoco, tierra y agua, por el demonio que habita en vosotras. Y conjuro la fortuna de este baño de manera que, a medida que ardéis y quemáis, prendáis a (la mujer a quien se dirige el hechizo) nacida de (el nombre de su madre), para que venga a mí”, citando, finalmente, a varias deidades y diversos términos mágicos. Otro fue ideado para aquellas mujeres que aspirasen someter a un hombre para que hiciese todo lo que ella pretendiera. Para que este sortilegio funcionase era necesario grabar en una pequeña placa de cobre una serie de vocablos mágicos y, posteriormente, coser esta a una prenda que portase el sujeto como una sandalia.

Los griegos ya consideraban que incluso los dioses precisaban de los encantamientos para inclinar a su favor la mirada deseada. El canto catorce de la Ilíada nos cuenta que Afrodita le prestó a Hera su cinturón mágico con el que seducía a mortales e inmortales. La reina de los dioses, en lugar de emplearlo para apaciguar la desavenencia de sus padres, como lo había anunciado, lo utilizó para hacerse irresistible ante la mirada de Zeus, que torció una vez más el éxito de las batallas pero esta vez a favor de los griegos, que anhelaban la conquista de Troya.

En España, los relatos pastoriles y la picaresca están poblados de la presencia de amuletos y manipuladores de los mismos, que ofrecen sus servicios para curar los males de amor. Y cuando los conquistadores portan sus hechizos hasta a América descubren que mexicas e incas disponen de una extensa experiencia en tales afanes. Hernando Ruiz de Alarcón recogió en México, de los médicos indígenas del siglo XVII, el siguiente conjuro para provocar ese sentimiento tan codiciado que liga una persona a otra:

En el cerro del espejo,
donde se hace el encuentro,
yo llamo mujer,
yo canto por mujer.
Aquí me aflijo, vengo a afligirme.
Llevo a mi hermana mayor, Xochiquétzal,
con una serpiente se viene cubriendo,
llega atándose los cabellos.
Ayer, pasado mañana,
por esto lloro, por esto me aflijo.
¿Acaso no es diosa en verdad?
¿Acaso no es en verdad portentosa?
¿Acaso hasta mañana,
hasta pasado mañana?
Enseguida, ahora,
ya mismo, yo soy el joven,
soy el enemigo,
también irradié, de igual modo hice el amanecer.
¿Acaso vine a cualquier parte?
¿Acaso en cualquier parte salí?
   (…)
En verdad no soy el enemigo,
yo soy tan solo la femineidad.

Como vemos, conseguir o retener a la pareja es una de las preocupaciones más antiguas y angustiosas del ser humano. El esfuerzo por alcanzarlo enardece y agota las energías de quien emprende la tarea, y la ansiedad por el éxito no reconoce moral ni permite tregua. Pero como nada asegura que el empeño será correspondido, en algún momento, al palidecer las esperanzas, se hace indispensable el apoyo sobrenatural. Sombras o dioses del más allá serán llamados para calmar nuestro desencanto y abrir posibilidades insospechadas en el corazón del ser amado.

Los celos y los engaños suelen ser los principales culpables del fin de muchos idilios, pero hay coyunturas en las que sencillamente se pierde el afecto y nunca más vuelve a recuperarse. Hay ciertos momentos en los que una relación se viene abajo, y sea por cual sea el motivo, la situación anterior nunca retorna a ser igual en la pareja. Por eso, los rituales de magia blanca sirven no solamente para conseguir lo que se ansía, sino, también, para actuar a modo de protectores para que no se logren esas cosas que acarrearían infelicidad ofreciendo, al mismo tiempo, opciones mucho más interesantes que aquello que se esperaba ganar. El tiempo es un factor fundamental en este sentido, puesto que en muchas ocasiones las prisas y anticipaciones suelen provocar mayores problemas en la relación, desencadenando así discusiones eternas, que acabarán de inmediato con un buen trabajo de magia del amor.

Así pues, en todo ritual, lo que siempre debe estar presente es el respeto y la pretensión de que la persona a la que va destinado goce de libre albedrío. El mero intento de imponer la propia voluntad sobre la de los demás, ya es algo enteramente contrario a las leyes de la naturaleza y del desarrollo espiritual. Y en aquellos que rompieron, no desfallecer y nunca olvidando que el amor es una energía más del mundo que permanece en el tiempo, y que por tanto puede volver a surgir entre dos individuos que previamente se han querido; por lo que si el anhelo es sincero, si la magia así lo considera propicio: actuará.

RITUAL PARA CONSERVAR LA PASIÓN
Cuando dos personas se declaran mutuamente su estima, la pasión hace acto de presencia y, durante los primeros años de relación, el deseo mutuo tiene una intensidad que con el tiempo se va perdiendo. Este ritual debe realizarse para fomentar el propio atractivo y despertar el ánimo del otro miembro de la pareja. Es especialmente útil para los períodos de inapetencia sexual, de indiferencia. Si lo hacen ambas personas simultáneamente, el efecto será todavía más vehemente.

Material que se necesita: Flor de hamamelis. Tres velas rojas. Un cono o varilla de incienso de sándalo, de rosa o de jazmín. Tres litros de agua mineral. Una cucharada de aceite y otra de azúcar. Una piedra negra (o de un color oscuro) y otra de color rojo.

Las flores de hamamelis se pueden conseguir en un herbolario y si eso no fuera posible, se pueden reemplazar por pétalos de rosa aunque el efecto que produzcan no será tan intenso.

El negro es el color asociado con Saturno, planeta oscuro que representa la negación, la restricción. La piedra en la mano derecha ayuda a descargar, por ese lado, todas las energías negativas a la vez que disuelve los bloqueos interiores. Por el contrario, la piedra roja en la izquierda recoge las energías positivas, en especial la fuerza y el apetito sexual. Los demás ingredientes sirven para despertar sentimientos como ternura, amor, solidaridad y buen entendimiento.

Ritual: Poner en una olla los tres litros de agua; cuando rompa el hervor, echar en ella las flores, el aceite y el azúcar, y dejar hervir por espacio de cinco minutos. Preparar un baño con la infusión. (Si no se dispusiera de bañera, proceder como se indicará más adelante). Encender las tres velas y el incienso y dejar a mano las dos piedras. Sumergirse en el agua. Deberán mojarse también los cabellos y la cara. Visualizar que la relación es intensa, positiva, agradable y apasionada. Al salir del agua, sin secarse, coger la piedra roja con la mano izquierda y la negra con la derecha, dejando los brazos extendidos a los costados. Mientras el cuerpo se seca al aire libre, recitar la siguiente oración:

Para mi piel, esplendor;
para mis ojos, magnetismo;
para mi cabello, la seda;
para nuestra relación, pasión.
Que el poder de esta piedra negra
expulse de mí todo lo negativo.
Que el poder de esta piedra roja
mantenga viva la llama del amor.

Si fuera imposible tomar un baño de inmersión, reemplazarlo por una ducha echándose al final la infusión por la cabeza y procediendo, en lo demás, tal y como se ha detallado.

La efectividad de los rituales se basa, en gran medida, en la esencia del sujeto que los lleva a término, si es una persona pura y bondadosa.Lo explicado es tan solo un ejemplo de un hechizo real, y al igual que este hay una gran variedad que pueden ayudarnos a mejorar nuestra vida y la de aquellos que queremos. Los rituales no son un ardid con los que se juega a conquistar el amor. Tales prácticas mágicas están concebidas para asistir al necesitado y basadas en la pureza de nuestro corazón. Su poder está más allá de la comprensión humana. La efectividad de los ritos se basa, en gran medida, en la esencia del sujeto que los lleva a término, si es una persona honesta y bondadosa. Cuando los hechizos se ejecutan adecuadamente, aportan luz de una forma edificante añadiendo no sólo amor sino también estabilidad. La magia tiene sus propias leyes que son muy parecidas a las leyes de la física. Los rituales nos ayudarán a establecer una conexión entre el yo superior de dos personas, permitiendo que un individuo note la profundidad de los sentimientos del otro. Esto posibilitará que el sujeto responda a esa sensibilidad con verdadera pasión. La magia del amor es el arte que secunda al ser humano a querer, a hallar la paz mental y a ser feliz.

Adelgazar de manera saludable. Productos, dietas y planes de adelgazamiento a los que se ven sometidos los consumidores son simples mentiras en la mayoría de ocasiones. Perder peso teóricamente haciendo una barbaridad siempre es factible, pero no se trata de hacer locuras durante una temporada para quitarse unos kilos que luego se recuperan, sino realmente de adelgazar.

Los libros malditos. Una maldición ancestral pesa sobre algunos libros desde el momento mismo de su invención: a través de los siglos han existido siempre grupos o individuos empeñados en destruirlos. Así, cantidades ingentes del patrimonio cultural de la humanidad ha sucumbido a manos de estos exterminadores del conocimiento.

Reglas de oro para ser feliz en pareja. Tener desavenencias no significa que no haya cariño, sino simplemente que hay distintas maneras de ver una misma realidad. Nunca hay que perder el respeto a la libertad del otro. Muchas parejas han fracasado porque uno de sus miembros, el hombre o la mujer, está convencido de que el amor puede cambiar a la otra persona.




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