Cuando las moléculas de agua chocan entre sí, generan iones negativos, unas minúsculas partículas que limpian el ambiente de estrés electromagnético e inducen al relax mental y físico. El término negativo no significa que sean “malos”, sino que tienen esa polaridad. Un ión positivo en el aire es una molécula que ha perdido sus electrones con el proceso de la contaminación atmosférica. Por contra, uno negativo es una molécula electrónicamente cargada compuesta de oxígeno. Los científicos conocen el hecho como efecto Lenard, y se produce cerca del mar, de las cascadas, en bosques o balnearios, gracias también a la función clorofílica de las plantas. Allí donde pululan los iones negativos, se respiran sus provechosos efectos de forma clara:
-Son analgésicos.
-Hacen disminuir la fatiga y los dolores musculares. Los niveles de lípidos y colesterol.
-Mejoran la memoria, la concentración, las funciones del aparato digestivo (úlceras gástricas…), las enfermedades coronarias (infarto de miocardio, angina de pecho…) y las dolencias del sistema respiratorio (bronquitis, asma, sinusitis, alergias…). La presencia de iones negativos favorece la eliminación de la mucosidad que retiene las impurezas del aire (humo, polvo, microorganismos, contaminación) y además facilita la purificación de la sangre venosa.
-Eliminan la agresividad y la ansiedad.
-Regulan la tensión arterial y favorecen la actividad sexual.
-Rejuvenecimiento general (físico y mental).
Para constatar algunos beneficios simplemente basta con recordar cómo cambian nuestros sentimientos cuando nos encontramos, por ejemplo, en un clima de montaña o en medio de un pinar, lugares donde se concentran gran cantidad de iones negativos. El problema es que los efectos se invierten cuando nos rodean los iones positivos. Estos proliferan en las horas previas a las tormentas, en la fase de Luna llena o cuando soplan esos aires secos y cálidos conocidos como vientos de las brujas (como el siroco que sopla en Italia y deja a su paso desequilibrios psicológicos de todo tipo, o el Santa Ana en California, el sharav en Oriente Medio, el mistral en la Costa Azul…).
Pero los fenómenos naturales acaban por pasar y se llevan consigo los iones positivos, gracias al efecto benéfico de la lluvia, por ejemplo, cosa que no ocurre, sin embargo, donde el aire circula como un sistema de circuito cerrado: los automóviles, las oficinas o el propio hogar, precisamente los sitios que más frecuentamos y donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. Ahí, los positivos campan a sus anchas atraídos por los electrodomésticos, la escasa ventilación o los productos de limpieza que empleamos al uso y que son pura química. El clima resultante es entonces causa de fatiga, cefaleas, insomnio, sensación de agobio y pesadez, y nos hace sentirnos potencialmente agresivos. Lo bueno es que artificialmente ya sabemos cómo multiplicar los primeros y neutralizar los segundos, porque salir a darse un respiro a la calle no es la panacea, sobre todo si somos de los que residen en la urbe, ya que además de pisar hormigón, llevamos ropa sintética y zapatos con suelas de goma que impiden el trasvase energético con la tierra. Además, vivimos o trabajamos en pisos altísimos donde el aire acondicionado es la manera doméstica más veloz de eliminar los iones negativos del ambiente. Televisión, radios, transmisores, computadoras, teléfonos, sistemas de radar…, hoy existen más fuentes de iones positivos que antaño, creando un desequilibrio eléctrico importante. Encima, en multitud de ocasiones nos pasamos días, si no meses, sin tener contacto alguno con la Naturaleza. De hecho, nos bastaría con andar descalzos un rato por la arena, la tierra o la yerba para descargarnos de iones positivos y cargarnos con los buenos, los negativos que están ahí, esperándonos:
-En el campo, de mil a dos mil iones negativos por centímetro cúbico.
-En la montaña, de mil a cinco mil.
-Después de una tormenta, de mil quinientos a cuatro mil.
-A la orilla del mar, de dos mil quinientos a diez mil.
-En el interior de una cueva, de cinco mil a veinte mil.
-Cerca de una cascada, de veinticinco mil a cien mil por centímetro cúbico.
Es por eso que, mientras no seamos capaces de cuidar nuestro hábitat con un urbanismo más biológico, eliminando materiales artificiales, fuentes de polución atmosférica y electromagnética, lo mejor es que echemos mano de la tecnología que propone como alternativa el uso de ionizadores o, mejor todavía, purificadores-ionizadores dinámicos. Estos aparatos filtran el aire, y ya completamente limpio lo impulsan altamente ionizado. Pueden funcionar todo el día, incluso mientras dormimos y, eso sí, no deben emitir ozono. El efecto relajante es inmediato y alcanza unos veinticinco metros cuadrados.
Las personas que viven en zonas problemáticas o en ambientes eléctricamente muy alterados deberían beneficiarse del uso en su vivienda o en sus lugares de trabajo de estos aparatos que producen un flujo constante de iones negativos. Estas pequeñas máquinas portátiles para el hogar consumen escasa energía y deben tenerse conectadas en la mesilla de noche, cerca de la cama o junto a la mesa de trabajo. También existen otros de tamaño mayor para oficinas, auditorios y salas públicas. Funcionan mucho mejor si ventanas y puertas están cerradas y deben colocarse al menos a cincuenta centímetros de suelos y paredes para que no las manchen y los iones puedan fluir libremente por la estancia. También existen pequeños aparatos para el automóvil que disminuyen la irritabilidad y el cansancio aumentando nuestros reflejos. Además, es una herramienta potentísima de higiene, con efectos de prevención de infecciones. Estos sistemas, al filtrar el aire, acaban con virus, bacterias y hongos, de hecho inhiben hasta el crecimiento de los insectos. También acaban con pelos, polen, pelusas o el humo del tabaco, de forma que reducen las probabilidades de padecer bronquitis, asma, alergias, rinitis, catarros o migrañas. En las guarderías, el ochenta por ciento de los contagios podrían eliminarse, y si no llega al cien por cien es porque los más pequeños constantemente se tocan y se besan, y los contagios por contacto directo son inevitables; pero los que se suceden por vía aérea se eliminan al completo. Su uso está cada vez más reconocido y extendido, tras comprobar sus efectos beneficiosos, y se aplica en campos tan diversos que van desde la medicina hasta la alta cosmética. En la industria de la peluquería, por ejemplo, sus beneficios se han incorporado a herramientas y productos que han demostrado que el cabello obtiene unos resultados de clara mejoría en brillo, elasticidad y textura.
Científicos rusos trataron en su día de criar animales en ambientes sin iones. Como resultado, a los pocos días, todos fallecieron. En otro experimento, duplicaron la cantidad de iones en el aire y las plantas crecieron a mayor velocidad. Estudios demuestran que recibimos casi el sesenta por ciento de nuestra energía del aire que respiramos, más que del agua y del alimento combinados. La ionización que existe en el ambiente, pues, nos afecta de manera constante y existen para confirmarlo miles de documentos científicos informando de los experimentos realizados por lo que, si aún no está del todo convencido, cuando menos, simplemente pulverice agua o tome un largo baño, camine descalzo sobre la tierra, el pasto o césped (si está húmedo, muchísimo mejor), lo que le ayudará a receptar iones negativos, que sin duda le beneficiarán. Las piedras de sal utilizadas para la confección de hermosas lámparas naturales, no solo adornarían la estética de su hogar, sino que le brindarán salud al ambiente, ya que también actúan como ionizadores naturales. Desconecte los aparatos eléctricos cuando no los use. Tenga plantas, ya que estas conducen los iones negativos de la tierra hacia la superficie. Evite usar ropa de nylon, y, de tanto en tanto, acérquese aunque sea un rato pequeño a la vera de algún río cercano o a algún paraje natural donde las plantas, el agua, la brisa marina o el sol le permitan desprenderse de iones positivos. Verá cuánta negatividad tan positiva y vivificante para usted.
Tiene buena pinta este tipo de artilugio, ¿no? Es posible que me decida por adquirir alguno pues no es la primera vez que oigo hablar bien de él.