Algunas teorías afirman que el bien supremo del hombre es la felicidad -en lo cual casi todo el mundo estará de acuerdo-, por lo tanto también será bueno lo que nos haga felices. Estas teorías -que son las más antiguas- tienen algo de sorprendente para los que han sido educados a pensar que la virtud consiste en “fastidiarse” y que las normas morales poseen siempre un carácter enojoso y represivo. Sin embargo, la sencillez y obviedad del planteamiento general -el hombre bueno es el hombre feliz, y a la inversa- no debe ocultar los numerosos problemas que aquí se plantean: ¿qué es la felicidad?, ¿cómo se consigue?, ¿coinciden siempre felicidad y bondad moral?
Todo el mundo desea ser feliz, pero quizá nadie sabe lo que es la felicidad. Lo cual es paradójico: ¿cómo desear lo que se desconoce? No obstante, todo el mundo ha tenido momentos en los cuales ha podido decir: “Me siento feliz”, y esto es ya suficiente para poder desear la felicidad. Pero no todos se sienten felices con las mismas cosas, ni todos consideran las mismas situaciones como situaciones felices. Aunque quizá el epitafio de Abderramán III parece algo excesivo: “Goberné durante muchos años. Fui temido por mis enemigos y amado por mis amigos. Conté los días en que fui feliz: siete días.”
Además, muchos piensan que la felicidad es imposible: “Puesto que los hombres no han podido vencer la muerte, la ignorancia y la miseria, se las han arreglado, para poder ser felices, en no pensar en ellas. No obstante estas miserias, el hombre quiere ser feliz, no quiere sino ser feliz, y no puede querer no serlo. Pero, ¿cómo lo conseguirá? Necesitaría para ello ser inmortal; pero ya que no puede serlo, ha decidido no pensar en ello.” (B. Pascal)
Kant, quien pensaba que la felicidad era un deber, dio una de las definiciones más conocidas: “Felicidad es la satisfacción de todas nuestras inclinaciones, tanto en extensión (es decir, en su multiplicidad), como en intensidad (es decir, en grado) y en protensión (es decir, en duración). […] Felicidad es el estado de un ente racional en el mundo, a quien todo le va según su deseo y voluntad en el conjunto de su existencia; por consiguiente, se funda en la coincidencia de la naturaleza con las finalidades totales de ese ser y con los motivos esenciales determinantes de su voluntad”.
Es decir, la felicidad consiste en la satisfacción de nuestras inclinaciones (en su totalidad) de un modo permanente, y la plena realización de nuestros deseos. La felicidad es, pues, un estado permanente. Pero, según Kant, presupone una condición imposible: que todo suceda conforme a nuestros deseos.
Posible o no, la felicidad sería el bien supremo del hombre, según algunas teorías. Las diferencias estriban en el objeto en cuya consecución consiste el ser feliz.