El verdadero Drácula de Transilvania

Historia y atrocidades del auténtico Drácula. Su leyenda negra inspiró al escritor irlandés Bram Stoker a convertirle en el más famoso de los vampiros de la literatura.

El verdadero Drácula de Transilvania

Drácula: para millones de personas, este nombre evoca al siniestro vampiro de la oscura y misteriosa región de Transilvania, el célebre personaje de ficción que era cadáver durante el día y asesino por la noche, y que ha producido escalofríos a generaciones de lectores y cinéfilos desde 1897, a partir de que apareció como la figura protagonista de la gran novela de terror de Bram Stoker. Lo que poca gente sabe es que el nombre del inmortal personaje fue tomado del Drácula auténtico que vivió en la Transilvania real muchos siglos antes.

Símbolo de la Orden del dragón, creada en 1408 por Segismundo de Luxemburgo, rey de Hungría y posteriormente emperador germánico, y cuyo atuendo era una capa negra.El genuino Drácula nació en 1431 en Sighișoara, una antigua ciudad transilvana. Era el segundo hijo de Vlad II, príncipe o voivoda (gobernador) de Valaquia, provincia bajo dominación turca, ubicada entre los Alpes de Transilvania y el Danubio, y cuando finalmente sucedió a su padre a la edad de veinticinco años lo hizo con el título de Vlad III, aunque más tarde fue conocido como Vlad Tepes o Vlad el Empalador, por su afición al empalamiento como método de ejecución. Su progenitor era llamado Dracul, “el diablo”, quizá porque fue un guerrero temible, o más probablemente por ser miembro de una organización católica de caballeros denominada Orden del dragón, ya que en aquellos lugares el dragón era el símbolo del demonio. En cualquier caso, Vlad III se llamó a sí mismo Drácula, que significa “hijo de Dracul” (o lo que es igual, “hijo del dragón” o aún más exacto, “hijo del diablo”).

Supuesta casa natal de Drácula (amarillo, derecha) y torre del reloj en Sighișoara.Desde su infancia, Vlad Tepes es confrontado con la violencia. Ve a su padre asesinado y a su hermano mayor enterrado vivo. Él mismo, junto a uno de sus tres hermanos legítimos, Radu, es retenido varios años (1444-1448) en una fortaleza como rehén por los turcos, pues los líderes otomanos ordenaban que los caudillos y nobles cristianos entregaran a alguno de sus hijos para ser trasladados a Estambul como garantía de lealtad a la vez que, a modo de colonización cultural, proporcionaban a esos niños una educación favorable a su causa. Según las crónicas, la formación de Drácula corrió a cargo del propio sultán Murat II.

Vlad Tepes es el fruto de la salvaje guerra que se vivió a principios de la Edad Moderna en los Balcanes, con los turcos dispuestos a conquistar toda Europa oriental.El Imperio otomano se encuentra entonces en el apogeo de su poderío y se extiende hasta las fronteras húngaras, que junto a Croacia y otros territorios de raíz cristiana sirven de contención a las ambiciones turcas. Grecia quedó sometida desde la década de 1360, Serbia desde 1389 y Bulgaria en 1396. Frente a los otomanos se encontraban, aparte de los mencionados, los principados en los que entonces se dividía la actual Rumanía: Valaquia y Moldavia, junto a Transilvania, territorio autónomo perteneciente al reino de Hungría. Las guerras de frontera se convirtieron en una constante, hostilidades de extraordinaria violencia, en las que las condenas y represalias masivas estaban a la orden del día. De esta guisa se forjó un fiero luchador, aunque a veces resultaba difícil saber de qué lado estaba en los interminables conflictos que se producían entre los imperios de Oriente y Occidente, entre las distintas iglesias y culturas que destruían su país. Su lealtad tan pronto estaba con los turcos como con los húngaros, con la Iglesia católica romana como con la ortodoxa, e incluso sirvió a la causa islámica cuando se alió con el Imperio otomano. En el caos político de aquel tiempo y lugar, su poder nunca estuvo seguro: y en tres ocasiones gobernaría y perdería Valaquia.

En 1448 Drácula ocupa por vez primera el trono apoyado por los turcos, después de que su padre y su hermano mayor hubieran sido asesinados por sicarios del gobernador de Hungría. Su progenitor había muerto apaleado y a su hermano Mircea le habían quemado los ojos con un hierro candente antes de enterrarlo todavía con vida. Desde entonces albergará enormes deseos de venganza… Vlad II había establecido con los turcos una alianza que le valió la enemistad del regente de Hungría, Juan Hunyadi, de origen valaco. En 1447 este preparó una ofensiva contra el voivoda, apoyándose en los nobles pro húngaros de Valaquia. El resultado fue la muerte del príncipe y de su vástago Mircea. Irritado por la pérdida de su aliado en la zona, el sultán declaró a su hijo Vlad Drăculea pretendiente al trono. Al año siguiente lanzó a sus tropas contra Hunyadi, derrotándolo totalmente en Kosovo. Vlad aprovechó la circunstancia para alzarse con el poder del principado, pero su primer ciclo de gobierno duró poco, pues en el mismo año 1448 fue expulsado a instigación de Hunyadi. Temeroso de los turcos que le habían respaldado, pero solamente por unos meses, huyó, tratando de reunir apoyos con vistas a recuperar lo perdido, retornando al trono en 1456 esta vez con el sostén del propio Juan, quien viendo a Hungría cada vez más amenazada por los otomanos, se lanzó a buscar aliados para una conflagración directa con los turcos.

El castillo de Poenari, fortaleza de Vlad III, debido a su tamaño y localización, al borde de un acantilado, resultaba muy seguro.Su espectacular reputación de crueldad comenzó a gestarse en los siguientes seis años, su período de reinado más largo y que marcaría en la historia su siniestra reputación. Más desde que en 1460 decidió negarse a pagar tributo a los turcos, con lo que el enfrentamiento armado se tornó inevitable, revistiendo tintes de auténtica cruzada, repleta de encarnizadas y sangrientas lides.

En los siglos XIV y XV la tortura y ejecución de los oponentes políticos eran frecuentes: se trataba de una época violenta, belicosa, cambiante, dominada por tiranos. Pero las atrocidades de Vlad III (se dice que Iván el Terrible de Rusia las utilizaría posteriormente como modelo) fueron notables incluso en aquel tiempo. Así, en respuesta a una ofensiva turca, Drácula atravesó el Danubio para saquear el país búlgaro, entonces parte del Imperio otomano. Al término de la campaña el 11 de enero de 1462 remitió una carta al soberano húngaro Matías Corvino. En ella le comunicaba que había dado muerte a 24.000 enemigos. Junto a la misiva le enviaba también dos sacos repletos de orejas y narices para confirmarle el hecho y que sus testas se las guardaba amontonadas: “He matado a hombres y mujeres, a viejos y jóvenes (…) turcos y búlgaros, sin contar aquellos a los que quemamos en sus casas, o cuyas cabezas no fueron cortadas por nuestros soldados. Terminemos juntos lo que juntos hemos iniciado, y aprovechemos esta situación, puesto que, si Dios Todopoderoso escucha las oraciones y los ruegos de la cristiandad, si favorece las súplicas de sus piadosos servidores, nos concederá la victoria sobre los infieles, enemigos de la cruz”.

Esta pintura del rumano Theodor Aman muestra a Vlad el Empalador recibiendo a enviados turcos.Lo que horrorizaba a la gente no fue el número de asesinatos que cometió, sino su naturaleza salvaje gratuita, que el pueblo aborrecía. Según un informe de aquella etapa, tendió una emboscada a un grupo de turcos con quienes había acordado un encuentro para firmar una tregua. En una acción equivalente a una declaración de guerra, los llevó a la capital, Târgoviște, donde los desnudó y empaló sobre estacas. Y es que a pesar de contar con un ejército reducido de efectivos, sus acciones rápidas en las que no mostraba piedad alguna por sus contrarios y en las que ante tesituras complicadas no dudaba en aplicar tácticas de guerra de guerrillas y políticas de tierra quemada: envenenar pozos, quemar cosechas, enviar enfermos de tifus y peste al campamento de sus atacantes… o utilizar los cuerpos de los empalados como terrorífica advertencia, le resultaron muy efectivas. El ejemplo más afamado de su ensañamiento lo constituye el conocido como bosque de los empalados, lugar en el que se dice que Vlad Tepes hizo talar todos los árboles para ensartar a más de 20.000 prisioneros. El cronista griego Laónico Calcocondilas asegura que Mehmed II (hijo del sultán que educó a Drácula y que lo tenía como un hermano), al visitarlo en 1461, retrocedió horrorizado, aunque al mismo tiempo elogió a un príncipe que demostraba ser un experto en el arte de gobernar mediante el terror. Episodios como este le sirvieron para mantener a raya a unos adversarios para los que el impacto psicológico de lo que observaban o sufrían resultaba tan brutal que en verdad creían estar combatiendo contra el mismísimo demonio, y en no pocas ocasiones simplemente se acobardaban y retrocedían. Pero a pesar de tan gloriosas gestas, Vlad III acabaría cayendo en desgracia al ser odiado y temido por todos.

Y es que sus víctimas no sólo se contaban entre el enemigo, sino también entre su propio pueblo -nobles y aldeanos- y algunos viajeros desafortunados. En una ocasión, acorraló y luego empaló a una serie de mercaderes que atravesaban su país de vacío, aparentemente por creer que eran espías; en un gesto democrático, envaró también a algunos de los conductores de sus carros. En otro momento, y por similares razones, convocó a unos cuatrocientos estudiantes extranjeros -la mayoría varones- que se encontraban en Valaquia para aprender su lengua y sus costumbres, los reunió en una sala y después hizo que incendiaran el edificio con ellos dentro.

Sus empalamientos típicos consistían en izar a la víctima sobre un palo con punta para que se le clavara por el recto hasta que le saliera por la boca. Pero Drácula agregó variaciones, de tal manera que hizo de este acto una especialidad personal, incluso una forma de arte sádico. Ensartaba a la gente por delante, por la espalda o por un costado; a través del estómago, el pecho, el ombligo o la ingle. También los atravesaba cabeza abajo, e igualmente con estacas no muy afiladas para prolongar la tortura. Como sutil refinamiento, el sanguinario príncipe valaco a menudo mandaba engrasar o arromar el remate de las maderas para dilatar la agonía del ejecutado.

Ingenió diversas formas de empalamiento para personas de diferentes edades, sexo y categoría, y hacía instalar las estacas siguiendo dibujos geométricos y a dispares alturas. Se dice que espetó, por razones que se desconocen, a todos los habitantes de un pueblo en las laderas de una colina, haciendo círculos concéntricos, y que puso a las autoridades del mismo en la cima, desde donde pudieron disfrutar de una última mirada desde lo alto, su posición acostumbrada (más adelante profundizaremos sobre este y otros crueles episodios). Añadió ciertas exquisiteces, introduciendo clavos por la cabeza, cortando miembros, narices, orejas y órganos sexuales, e hizo sus pinitos estrangulando, quemando, hirviendo en aceite y cegando. Parecía obtener un gran deleite con sus locas hazañas, especialmente cuando las víctimas de los empalamientos -tal como explica una crónica- “se retorcían y crispaban como ranas”. Cuando veía tales espectáculos, solía decir: “¡Oh, cuánta elegancia exhiben!”. Con frecuencia los dejaba pudriéndose durante meses… Y los ejércitos turcos que pretendían invadir Valaquia se volvían atrás, aterrados, cuando se topaban con esa demostración dantesca de miles de cuerpos descomponiéndose en lo alto de un cruento mar de estacas teñidas de sangre y aquel penetrante y pútrido hedor a muerte flotando en el ambiente.

Xilografía de un panfleto alemán del año 1493 con el que se cree un retrato fidedigno de Vlad Tepes.Gracias en parte al reciente invento de la imprenta, las historias de sus atroces epopeyas se extendieron por toda Europa, no sólo durante su vida, sino también después de muerto. Fue tema favorito de los nuevos prospectos y panfletos que circulaban entre la clase literaria. Un delegado papal describió a Drácula como una persona con un cuerpo fornido y musculoso, rostro rojizo y delgado, nariz aguileña, pómulos salientes, largas pestañas, ojos grises, cejas tupidas, bigote y una cerviz de toro que le ceñía la cabeza, de la que colgaba una ensortijada melena negra.

Presagiando el tipo de portadas amarillas de las revistas sensacionalistas que se ven en los quioscos de hoy día, el titular de una publicación alemana anticipaba el regusto de horror que los lectores podrían encontrar en su interior: “La desagradable historia de un monstruo y de un loco llamado Drácula, que cometió acciones contra el cristianismo tales como matar a hombres empalándolos, cortándolos en trozos como si fueran coles, hirviendo vivos a madres y niños, y obligando a la gente a cometer actos de canibalismo”. El placer del público ante estos macabros relatos garantizaba grandes ventas. Drácula se convirtió de este modo, quizá, en la primera auténtica celebridad creada por los medios de comunicación de masas. Un príncipe aficionado a la tortura y entusiasta de la muerte lenta, que solía cenar bebiendo la sangre de sus víctimas o mojando pan en ella.

Busto de Drácula, cuya figura ha sido enaltecida y solemnizada y es muestra de orgullo en su país.A pesar de las fechorías que perpetró en su patria, Vlad III en la tradición rumana es en la actualidad (y afirman que también lo fue en su era) una figura admirable que luchó contra los invasores, y su reputación ha sido francamente ensalzada por pintores y poetas. Los historiadores que definen a Vlad el Empalador como un héroe nacional destacan que, en aquel lapso y lugar, el ejercicio del terror total era la única manera de mantener a raya a las fuerzas abrumadoramente superiores que, desde uno y otro lado, se disputaban las puertas de Europa y de Asia. Desde esta perspectiva, habría sido simplemente un hombre de su tiempo, con la moral de su época e incluso dotado de un sentido de la justicia y el patriotismo poco usual para un periodo tan convulso, quien hizo estrictamente lo necesario para acobardar a los masivos ejércitos extranjeros y a los desestabilizadores del interior. De algún modo podría resumirse que su máxima era que el temor traía consigo la obediencia, y así ejerció. Y aunque es cierto que las publicaciones alemanas se centraban especialmente en sus andanzas más espeluznantes, ya que masacró sin piedad a transilvanos de extracción germana; sin embargo, muchos de los detalles más espantosos de su conducta han sido confirmados también por otras fuentes como relatos rusos, las memorias del papa Pío II (cuyo nuncio en Hungría conoció a Drácula) y baladas populares rumanas, que indican que los libelos alemanes no pueden ser ni mucho menos tachados de mera propaganda. De hecho, parece ser que ya de pequeño apuntaba maneras. Así, se habla de su morbosa afición de niñez a las mazmorras del castillo de su padre y a lo que allí abajo se practicaba, actitud que ya iba dejando entrever y sembrando en el personaje un carácter oscuro que inevitablemente germinaría en su edad adulta en forma de desbocada barbarie.

Vlad III desayunando ante unos empalados en un grabado alemán. En sus inhumanas orgías de sangre, la altitud de la estaca indicaba el rango que la víctima había tenido en vida.Una de las más famosas atrocidades cometida por aquel y relatada en estos pasquines tuvo lugar el 2 de abril de 1459 en la ciudad de Brasov, como resultado de una larga disputa con los comerciantes de la región. Al amanecer, sus tropas comenzaron a agrupar a los habitantes de la localidad en una loma, donde se alzaba una capilla, en el extremo de la urbe. Había al menos veinte mil personas entre hombres, mujeres, niños y ancianos. Se quedaron horrorizados cuando vieron que los invasores quemaban sus hogares. Luego vino la tradicional sentencia de Drácula: el empalamiento. Al final de la jornada, la colina era un bosque de estacas y el suelo un río de sangre, ya que se cortó la cabeza a los que no fueron espetados. Al parecer, durante la carnicería un noble local, un boyardo, se quejó del olor procedente de la sangre y los cadáveres. Ejerciendo su siniestro sentido del humor, Drácula ordenó que ensartaran a ese hombre en un poste más alto que los demás para que no le molestara el hedor. En cuanto a Vlad Tepes, no tenía este tipo de problema: los informes dicen que tomó una saludable comida en medio de los aldeanos muertos sin que su apetito se alterase lo más mínimo por la masacre que se estaba llevando a cabo por orden suya.

Soldados del príncipe cayendo sobre los nobles boyardos arrastrándolos al lugar donde van a encontrar la muerte.Nunca se acusaría a Drácula de mostrar favoritismos. En una ocasión convocó a los principales señores del país a su palacio para un gran banquete, posiblemente de Pascua, instándoles a vestir sus mejores ropas, y ya en él les preguntó cuántos reinados diferentes habían visto. “Siete”, “veinte”, “treinta”, alardeaban los aristócratas. No se dieron cuenta de que quería vengar los brutales asesinatos de su padre y hermano, y que estaba intentando averiguar cuáles de aquellos boyardos estaban presentes cuando ocurrieron las muertes. Finalmente, hizo empalar a quinientos de ellos cerca del palacio. Algunos tardaron tres días en morir. Sin embargo, separó a los más jóvenes y fuertes para que fueran utilizados como esclavos en la construcción de diversas fortificaciones, con lo que sus trajes de gala fueron quedando con el pasar de las fechas reducidos a simples harapos, y en cuyas obras poco a poco irían muriendo la mayoría por agotamiento.

En otra coyuntura invitó a su residencia a un grupo de gente, en su mayor parte menesterosos y ancianos. Les repartió vestimentas y les dio de cenar. Después, mientras sus huéspedes descansaban confiados, el anfitrión ordenó cerrar las puertas y prender fuego al edificio. “He hecho esto para que no haya pobres en mi país y para que no sufran más en este mundo”, se afirma que razonó. No obstante, a fecha de hoy esta peripecia es contada por muchos rumanos de modo diferente. Según ellos los invitados al festín fueron bandidos de la zona, no sólo mendigos y enfermos. Fue cuando la población se quejaba de los continuos robos que sufrían por parte de ladrones y asaltantes en sus territorios, además de los pobres, que según el príncipe no aportaban nada a la región. Para erradicar esto, organizó un festín en una morada de las afueras de la ciudad, al cual se invitó a necesitados, ladrones, tullidos, leprosos, contagiados y pordioseros, y los grandes manjares y el vino circularon por doquier. Cuando ya todos estaban bien servidos de viandas y borrachos de alcohol, se presentó con su guardia en la casa y preguntó a todos los allí reunidos si querían una existencia sin privaciones ni preocupaciones y que todos los días se dieran festejos como aquel, a lo que los mendigos y demás personas respondieron que sí y que había sido el mejor día de sus vidas. Entonces mandó a sus soldados que atrancaran todas las puertas del recinto y prendieran fuego sobre él. Nadie sobrevivió. Eliminó la pobreza acabando con los desgraciados y desamparados. Esto se fue repitiendo con todos los indigentes en cada comarca de su principado. Llegaron a morir 3.600 según algunas fuentes.

Las mujeres constituían un blanco especial para Drácula. Castigó duramente el adulterio y no dudó en empalar a todas aquellas que fueran acusadas de ello. Una historia muy conocida narra el encuentro de este con un aldeano pobremente vestido. Al preguntarle si no estaba casado, aquel le dijo que sí. “Tu esposa seguramente es pues la clase de mujer que pierde el tiempo”, replicó. “No es digna de vivir en mi reino”, sentenció. Vlad III hizo traer a su cónyuge y le preguntó qué hacía en sus días, y aquella le explicó que lavar, hacer pan y coser. Señalando a las ropas de su marido, este no la creyó a pesar de que el paisano protestó aseverando que estaba satisfecho con ella, y la hizo empalar proporcionando al desdichado viudo una nueva pareja, no sin antes amenazarla con el mismo destino si no cuidaba bien del campesino. Esposas infieles, mujeres jóvenes que perdían su virginidad y viudas impúdicas podían esperar las más duras correcciones. Se les cortaban los órganos sexuales, después de lo cual eran desolladas vivas y exhibidas en público.

Tuvo muchas amantes a lo largo de su vida, probablemente debido al hecho de que le duraban muy poco. Es imaginable el porqué. Se asegura que violaba a sus mujeres e hijas delante de sus familiares, y luego les cortaba la nariz y los labios. Una historia afirma que ni siquiera la esposa se libró de su perversa maestría. Un día en que él estaba de un humor de perros, esta intentó animarle diciéndole que estaba embarazada, y para qué más. Le envió ipso facto una matrona para que la examinase y cuando aquella le comentó que no había ni rastro de tal gestación le rajó literalmente el vientre, mientras iracundo gritaba que quería ver el fruto de sus entrañas. Drácula la acusó de mentirosa; y para probarlo, sacó su espada y le abrió la barriga. El relato no aclara si se demostró o no que le estaba engañando.

Cuando fue de visita a un pueblo de Valaquia, vio cómo dos monjes se acercaban y le pedían limosna. El príncipe les preguntó que por qué demandaban donativos si podían vivir sin penurias colaborando en cualquier iglesia, y estos le respondieron que mendigando podrían saber si iban a entrar o no en el reino de los cielos, a lo que Vlad Tepes sin más miramientos los mandó empalar y les dijo que así sus dudas quedarían resueltas de inmediato.

La vanidad y su mal genio salieron a relucir de nuevo cuando el embajador del sultán de Turquía fue con su séquito a rendirle homenaje, pero no se quitaron los turbantes en el momento que se inclinaron ante él. En ese trance quiso saber por qué le deshonraban de aquella manera. “Es la usanza que observamos con los gobernantes de nuestro país”, alegaron. Exponiéndoles que le gustaría consolidar tal costumbre, ordenó que se los clavaran a la cabeza con clavos.

Un comerciante venido de fuera se presentó en su castillo para denunciar que le habían robado una bolsa de monedas de oro. Vlad III le pidió que volviera al día siguiente. Cuando el mercader retornó, los ladrones y todos los miembros de sus familias estaban empalados en el patio de la fortaleza. Frente a ellos, el príncipe en su trono y la bolsa robada. Entonces solicitó al comerciante que contara las monedas, para comprobar si faltaba alguna. El aterrorizado extranjero las contó con cuidado musitando finalmente: “Sobra una”. El príncipe le respondió: “Id con Dios, tu honradez te ha salvado. Si hubieras intentado quedártela, habría ordenado que tu destino fuera el mismo que el de tus ladrones”.

En una fuente de la plaza de la capital de Valaquia puso una copa de oro para que todo el mundo pudiese beber agua de ella, pero aquel que la hurtara se sometería a la justicia del soberano. Durante los años de su reinado nadie osó apropiarse de dicho recipiente. Y no es de extrañar, pues como se ha relatado además del empalamiento otros métodos de tortura usados por el tirano eran: la amputación de miembros, nariz y orejas, la extracción de ojos con ganchos, el estrangulamiento, la hoguera, la castración, el desollamiento, la exposición a los elementos o a fieras salvajes, la parrilla y la lenta destrucción de pechos y genitales, especialmente de las féminas.

Unas caravanas de mercaderes alemanes en su ruta desde Serbia hasta Hungría no pararon en Valaquia a comerciar. Al enterarse de la falta de respeto hacia él y su pueblo, mandó capturar los convoyes y asesinar a los seiscientos tratantes que los componían exceptuando a dos; a uno de ellos le sacó los ojos y al otro le cortó la lengua, y los hizo regresar con las cabezas de sus socios a Serbia.

Nadie sabe a ciencia cierta cuántas personas fueron empaladas, decapitadas, quemadas o muertas de cualquier otra manera, así como torturadas o tratadas brutalmente por Vlad Tepes. Un representante del Papa, el obispo de Erlau, que no tenía ninguna razón para exagerar, notificó un año antes de la muerte del déspota que Drácula había autorizado la ejecución de 100.000 personas. Pero otros estudios indican que dicha estimación puede haberse quedado bastante corta.

Pintura naif sobre cristal donde Drácula aparece dispuesto a librar una heroica batalla contra los turcos.Perdió el poder cuando los nobles locales le abandonaron en 1462, y pasó los siguientes doce años prisionero en una fortaleza de Hungría. Durante su encierro aplacó su sadismo empalando ratones y pajarillos. Fue liberado para luchar contra el Imperio otomano y, junto a las tropas del príncipe Esteban Báthory (tío de la famosa “condesa sangrienta”), en 1476 ascendió de nuevo al trono de Valaquia, que había sido ocupado por su hermano Radu el Hermoso. Pero Esteban regresó a Transilvania, dejándolo en una posición muy débil frente a sus enemigos. Unas pocas semanas más tarde libró su última batalla enfrentándose al ejército turco a las afueras de Bucarest.

Pintura en acuarela, Alemania, s. XVI.Los informes sobre su muerte discrepan. Uno sugiere que fue asesinado por boyardos traidores. Otro afirma que, al verse separado de sus hombres y para evitar ser capturado, se disfrazó de turco. El plan se habría echado a perder cuando sus seguidores le mataron por error. El caso es que murió, y su cabeza decapitada fue llevada al sultán de Constantinopla como trofeo. Allí, la cara desollada y la cabellera mutilada del cráneo de Vlad el Empalador, el legítimo Drácula, fue ensartada a su vez en una estaca para no dejar lugar a dudas con relación a su completa eliminación. Como curiosidad: a principios del siglo XX, su presunta tumba fue abierta y, para sorpresa general, se encontró vacía. De ser realmente la suya (de lo que se recela), bonita forma sería esta de que la leyenda del personaje histórico se fundiese con la figura mítica creada por el novelista irlandés…

EL CONDE DRÁCULA
Nacido cerca de Dublín en 1847, Abraham “Bram” Stoker invirtió siete años en escribir su famosa novela 'Drácula'.A finales del siglo XIX, Bram Stoker concibe una novela de terror relacionada con las leyendas centroeuropeas sobre vampiros y no muertos que ya habían servido de inspiración a otros autores decimonónicos como John William Polidori, el médico y compañero de viajes de lord Byron. Indagando en este tipo de historias, el escritor tuvo conocimiento de la existencia de un príncipe rumano llamado Vlad Drăculea, que había vivido en el siglo XV y hecho célebre, entre otras cosas, por su gusto por lo sanguinario. La sonoridad de ese nombre le gustó tanto a Stoker, que había llamado originalmente a su vampiro “conde Wampyr”, que lo cambió. No obstante, este no conocía nada sobre la vida de Vlad Tepes. La historia dice que el germen final del relato surgió de sus conversaciones con el profesor húngaro Arminius Vámbéry, donde analizaban la figura del personaje histórico. Además, los investigadores han localizado un total de veintiséis libros marcados con notas que estudió el autor para trabajar en su novela sobre el vampiro más afamado de todos los tiempos. Algunos en los que se garantiza se inspiró serían: Round About the Carpathians, de Andrew F. Crosse, el Libro de los hombres lobo, de Sabine Baring-Gould o Pseudodoxia Epidemica, de Thomas Browne.

Drácula, 1.ª edición, Archibald Constable and Company, 1897.La obra relata el dramático enfrentamiento entre un grupo de personas, lideradas por el profesor Abraham van Helsing, médico versado en las ciencias ocultas, y el despiadado vampiro de Transilvania, el conde Drácula, que, pese a su importancia, sólo aparece en quince de las seiscientas páginas de la novela, aunque su malvada y tenebrosa influencia se siente en cada una de ellas. Por otra parte, aunque en el libro se le llama “conde”, Drácula nunca se define a sí mismo con ese título, sino como boyardo o noble transilvano. Y su aspecto físico difiere mucho del refinado aristócrata que ya forma parte de la cultura popular. El conde de la narración es un ser siniestro de rasgos bestiales…

Su nariz aguileña le daba verdaderamente un perfil de águila; tenía la frente alta, abombada, los cabellos escasos en las sienes pero abundantes en el resto de la cabeza; las cejas enmarañadas casi se juntaban sobre la nariz, y eran tan largas y tupidas que daban la impresión de rizarse. La boca, o al menos lo que yo veía bajo el enorme bigote, tenía una expresión cruel, y los dientes, resplandecientes de blancura, eran especialmente puntiagudos; sobresalían de los labios de un rojo intenso que revelaba una vitalidad extraordinaria para un hombre de esa edad. Sin embargo, las orejas eran pálidas y terminadas en punta; el mentón, ancho, también revelaba fuerza, y las mejillas, aunque huecas, eran firmes. Una palidez sorprendente era la impresión que daba esa cara.

~ Drácula, Bram Stoker

Tras siete años de trabajo, la primera edición salió a la venta entre mayo y junio de 1897 con una tirada de tres mil ejemplares. Aunque contó con el aval de personalidades como Arthur Conan Doyle y Oscar Wilde, el libro tuvo una acogida discreta por parte de crítica y público, lo que no supuso grandes beneficios económicos para el autor, quien incluso fallecería en la pobreza en 1912 a la edad de sesenta y cuatro años.

Apasionado de la magia, Stoker imagina nuevos procedimientos para espantar a los vampiros, como el uso del ajo o la cruz, invenciones manejadas de ahí en adelante por literatura y cine.Cuando se publica, la tradición vampírica ya se encuentra sólidamente establecida. En la época romántica, Byron, Giovanni, o el mencionado Polidori evocaron a estos muertos que abandonan sus tumbas para atormentar a los vivos. No obstante, el origen de los vampiros se remonta aún más lejos: a las harpías de la Antigüedad conocidas por raptar hombres que jamás volvían a aparecer, a los monstruos sedientos de sangre de las leyendas medievales rusas, alemanas o rumanas. Ahora hablaremos detenidamente, mas lo novedoso de la novela de Stoker reside en el aspecto sexual, tanto en sus apetitos sádicos como mórbidos. También se encuentra en un cierto número de procedimientos que el autor, apasionado por la magia, imagina para espantar a los vampiros: la utilización del ajo o de la cruz y el hecho de que estos no puedan entrar en una casa sin haber sido invitados, invenciones varias veces retomadas de ahí en adelante en la literatura y el séptimo arte.

Los avances tecnológicos también están presentes en la obra de Stoker.Otro aspecto interesante y moderno de la novela es la pluralidad de narradores y soportes, puesto que la historia se construye a partir de fragmentos de diarios personales, cartas, artículos periodísticos, informes, minutas y telegramas. Los avances tecnológicos también están presentes en el libro, pues uno de los personajes, John Seward, registra sus impresiones en un fonógrafo de cilindro, el primer sistema de grabación de la historia, comercializado entre 1887 y 1929.

Estamos ante una obra magistral que alumbró uno de los mitos más populares y poderosos de todos los tiempos. La fuerza del personaje, del que el cine se adueñó hasta la saciedad, ha eclipsado a lo largo de los años la calidad, originalidad y rareza del relato de Stoker, sin duda una de las últimas y más estremecedoras aportaciones a la literatura gótica anglosajona.

EL VAMPIRISMO, TAN VIEJO COMO EL MUNDO
El vampirismo se manifestó muy temprano en la historia, lo que no es sorprendente si se piensa en las poderosas virtudes atribuidas habitualmente a la sangre y el temor a la cólera de los difuntos, que se trata de apaciguar mediante ofrendas. Por otra parte, la perfecta conservación de algunos cadáveres contribuyó al desarrollo del mito.

Lilit, demonio de la noche.El panteón asirio posee varios demonios chupadores de sangre, entre ellos la maléfica Lilit. Los griegos hablan de las sombras de la casa de Hades, dios de los infiernos, y los romanos tienen a Lamia, la criatura maligna que vampiriza a sus víctimas y devora los fetos. Los aztecas, por su parte, rendían tributo a Huitzilopochtli, al que ofrendaban sacrificios humanos. Se sentían obligados a darle su corazón y su sangre como justa compensación por haber creado el mundo. En Indonesia, las bellas pero terribles langsuir, mujeres muertas durante el parto, de largo cabello negro que llega hasta sus tobillos, uñas increíblemente largas, manos que se extienden hasta sus pies y que visten túnicas verdes, codiciaban la sangre de niños y embarazadas. Y en la antigua China se conocía como jiang shi a los cadáveres vueltos a la vida, pero quizá se temía aún más el ataque del kiang, un vampiro cubierto de pelo blanco capaz de chupar la sangre de sus víctimas en tan solo unos segundos.

Erzsébet Báthory, quien pasó a la historia por una serie de crímenes motivados por su obsesión por la belleza que le han valido el sobrenombre de la “condesa sangrienta”.En el siglo XI se encuentra la primera mención oficial del vampirismo en Occidente, después de lo cual el tema tiene un desarrollo prodigioso. Así, en el siglo XII, en Inglaterra, se reconoce que estas criaturas son tan numerosas que hay que quemarlas para apaciguar el clamor popular. En Hungría, la “condesa sangrienta”, Erzsébet Báthory (1560-1614), habría mandado asesinar a centenares de mujeres jóvenes para beber su sangre y bañarse en ella a fin de preservar su reputada belleza de los estragos del tiempo. Al descubrirse los hechos, todos los ayudantes de la aristócrata fueron decapitados. Ella fue condenada a vivir encerrada en su cuarto recibiendo los alimentos por un hueco practicado en la pared, ya que por aquel entonces la pena capital estaba prohibida para la nobleza. De su tumba, nada se sabe, salvo que ella rechazó colocar una cruz y prometió regresar de entre los difuntos… De hecho, esta aparece como personaje en Drácula, el no muerto, secuela de la novela de Stoker escrita por su sobrino bisnieto Dacre Calder Stoker, adoptando el comportamiento sádico y lésbico de su leyenda.

A partir de 1730, un extraño fenómeno, iniciado en Grecia, se extiende por toda Europa central: se profanan tumbas en serie. Los cadáveres, sospechosos de ser vampiros, son desenterrados, sus corazones atravesados por una estaca y sus cuerpos quemados. El ejército debe intervenir. Varias obras tratan este tema, entre ellas, una muy crítica, del religioso benedictino francés Dom Augustin Calmet. La mezcla de pasión y miedo es tal que Voltaire escribe en su Diccionario filosófico (1764): “No se escuchó hablar más que de vampiros de 1730 a 1735”. Enfermedades como la catalepsia y el porfirismo podrían estar detrás de las supercherías que dieron origen a la quimera. En ocasiones se enterraban personas aún con vida que estaban en un estado de sueño profundo y que luego, al despertar y sufrir un ataque de pánico como consecuencia de encontrarse encerradas en un ataúd, se rompían las uñas en un empeño baldío de levantar la tapa y salir. Cuando se originaba alguna epidemia que diezmaba la población o sucedían muertes inexplicables, los legos campesinos exhumaban los sepulcros buscando culpables a tanta desgracia en derredor y a veces se hallaban ante cadáveres con expresiones agónicas, las uñas romas y cubiertas de sangre y el estómago abotargado. Esto les conducía a la creencia de que era un no muerto y, por tanto, el causante de todas sus fatalidades; de forma que para acabar con él le clavaban una estaca en el corazón y le cortaban la cabeza. A los excomulgados por la Iglesia con el estigma de vampiro se les sepultaba en los cruces de caminos, para confundirles en el caso de que decidiesen abandonar sus fosas. Los aquejados de porfiria eran un blanco fácil para esta superstición, pues los síntomas con que se manifiesta esta enfermedad son similares a los del vampiro: necesidad de beber sangre, anemia crónica, fotofobia, vello en las palmas de las manos, ojos inyectados en sangre y retracción de las encías (lo que daba la impresión de que sus dientes, en especial los colmillos, aumentaban de tamaño).

‘Nosferatu: Una sinfonía del horror’ es una película muda de 1922, dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau y primera relacionada con la historia original de Bram Stoker...Desde fines del siglo XIX, con la aparición de la novela Drácula de Bram Stoker, el mito del vampiro se arraigó en la imaginación popular. La figura y el nombre de un antiguo y cruel jefe guerrero de los Balcanes vuelven a rondar las mentes: el príncipe Vlad Drăculea. Y así, en 1922 se estrena en Alemania la primera adaptación de Drácula digna de ese nombre. Dirigida por F. W. Murnau y protagonizada por un cadavérico Max Schreck, Nosferatu: Una sinfonía del horror está considerada una de las obras maestras de la historia del cine.

Obra clave del expresionismo alemán, es un clásico del cine de vampiros que deja grabado en la memoria al terrorífico Max Schreck: un ser esquelético de mirada sobrecogedora, uñas largas y orejas puntiagudas.La película se filmó sin contar con los respectivos derechos de autor, por lo que la viuda de Stoker, aún viva, demandó a los productores y exigió la destrucción de los negativos y todas las copias. Y aunque le dieron la razón en el juicio, su empeño, afortunadamente, no tuvo éxito, y gracias a la diligencia de algunos coleccionistas unas pocas se almacenaron y conservaron en el extranjero lo que permite que en la actualidad tan descomunal creación esté perfectamente disponible. El rostro cadavérico de Drácula, sus manos huesudas, sus uñas largas y su pelliza negra han pasado a la posteridad. Otro hito en la filmografía del aristócrata transilvano ocurrió en 1958, cuando la productora inglesa Hammer lanzó su colorido Drácula protagonizado por Christopher Lee, el actor que más veces ha encarnado al conde en la historia del celuloide, ya que llegó a vestir la capa y los colmillos en nueve ocasiones.

Es, junto con Sherlock Holmes, el personaje más adaptado a la pantalla grande. Se estima que se han rodado más de doscientos filmes sobre el conde chupasangre. Entre los muchos actores que lo han encarnado destacan (además de los ya nombrados) Bela Lugosi, que lo interpretó en la película de Tod Browning, allá por el año 1931. El actor húngaro se metió tanto en el personaje que este acabó poseyéndole. Su desvarío llegó hasta el extremo de creerse el mismísimo Drácula, y así adoptó la costumbre de dormir en un ataúd. Jack Palance, Klaus Kinski, Frank Langella, David Carradine, Gerard Butler, Leslie Nielsen y Gary Oldman. Este último protagonizó una de las versiones más barrocas del libro de Stoker (en verdad no pretende ceñirse a la novela; y si se le dio tal título fue por una decisión de los productores de la Columbia), estrenada en 1992 bajo la dirección de Francis Ford Coppola. El guion de James V. Hart introduce una significativa variación con respecto al resto de adaptaciones: por primera vez Drácula es capaz de llorar. Nunca antes se le habían atribuido al siniestro conde sentimientos humanos, un ser atormentado que vaga en el tiempo a causa de un amor no consumado. Coppola, por el contrario, bucea en los orígenes de Drácula, de suerte que su personaje es el que más se parece al auténtico Vlad Tepes. Tanto es así, que en la memorable secuencia de la batalla se le ve empalando turcos, acción que ningún otro largometraje había mostrado con anterioridad. Esta introducción cumple, asimismo, la función de envolver a Drácula en un halo de fanatismo religioso y apostasía, elemento que refuerza sobremanera su férreo carácter.

‘Drácula, de Bram Stoker’, es una película estadounidense de terror y romance estrenada en 1992, dirigida por Francis Ford Coppola y producida por Columbia Pictures.A modo de homenaje a Bram Stoker, se decidió emplazar la narración en el año en que fue escrita la novela. Cómo olvidar la armadura que porta Vlad Tepes (Gary Oldman) en el introito: una especie de caparazón de escarabajo o de anatomía de un cuerpo privado de la piel con los músculos aún palpitantes (esta interpretación es razonable, pues ya hemos hablado largo y tendido sobre su afición de desollar vivos a sus enemigos).

Aún hoy, alimentado por un cine prolífico en películas de horror, el mito fascina y marca, de tiempo en tiempo, la personalidad de asesinos sanguinarios como Peter Kürten (apodado “el vampiro de Düsseldorf”), Vlado Makaric, Kuno Hoffman, o la de los miembros de extrañas sectas llamadas “vampíricas”. Añadir además los descubrimientos arqueológicos de los últimos tiempos de tumbas de “vampiros” de los siglos XV y XVI en Polonia o Bulgaria, que dan fe de las creencias y prácticas rituales extendidas por la Europa del Este sobre estos seres fantásticos. Y es que la muerte y la sangre juegan un papel primordial en la imaginación de los hombres, luego no hay que sorprenderse del éxito que encuentra el tema del vampiro, muerto-vivo que perdura eternamente chupando la sangre de sus víctimas. Por medio de la horrible criatura, se aborda también el sueño, aunque alterado, de una existencia infinita.

El "cómo me llamo" marca nuestra vida. El nombre es nuestra tarjeta de presentación, aquello que para bien o para mal nos distingue de la masa. Nos singulariza aunque, a veces, en demasía. Lo que para unos es motivo de orgullo, parte esencial de su ser, incluso un fragmento de su propia alma, para otros es una pesada carga difícil de llevar y dura de soportar.

Los libros malditos. Una maldición ancestral pesa sobre algunos libros desde el momento mismo de su invención: a través de los siglos han existido siempre grupos o individuos empeñados en destruirlos. Así, cantidades ingentes del patrimonio cultural de la humanidad ha sucumbido a manos de estos exterminadores del conocimiento.

La Atlántida, el paraíso perdido. Una isla misteriosa y un pueblo fundador de una cultura brillante. El continente de la Atlántida continúa siendo uno de los enigmas más sorprendentes de la historia. Si es cierto que existió, fue una civilización como no ha habido nunca otra igual. ¿Hubo algo de verdad? ¿Encontraremos algún día restos que den sentido a los testimonios?




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