Las historias de fantasmas son un elemento básico en las culturas de todo el mundo, pero en ningún lugar son más numerosos, más queridos o más odiados que en Japón. Decididos y apasionados, los fantasmas japoneses vuelven a la tierra con intenciones malévolas, normalmente para vengarse de los que han sido injustos con ellos en vida. A su lado, las figuras vaporosas de Occidente y las almas en pena que arrastran cadenas, típicas de los relatos de Dickens, parecen cuentos de niños.
Las ideas acerca de los fantasmas japoneses tienen su origen en la antigua religión animista de ese país, el sintoísmo, que sostiene que a los espíritus humanos les espera un mundo eterno. Pero existe también una esfera intermedia entre la tierra y la eternidad, un ámbito nebuloso y ambiguo desde el cual los espíritus pueden regresar para atormentar a los vivos. Así, el sintoísmo cuenta con numerosos rituales destinados a aplacar los espíritus de los muertos. Con la llegada del budismo a Japón, la maldad de los fantasmas se vio aumentada por la sugerencia de que sus planes no eran tramados en una zona intermedia sino en el mismo infierno.
Los fantasmas japoneses, tanto si son “intermedios” o infernales, han pasado del ámbito de la religión y el folclore al del arte, con unos efectos notables. Muchos se han abierto camino en la literatura y el teatro. Los espectros han sido protagonistas frecuentes del teatro kabuki, el depositario de la cultura popular japonesa, desde su inicio en el siglo XVI. El arte de los grabados en madera de boj, que llegó a su punto más álgido en el siglo XIX, se inspiró en los fantasmas de las obras kabuki. Los siguientes grabados (a modo de ejemplo) han sido utilizados como publicidad por esa forma de teatro popular…
LA DONCELLA DEL POZO
Un poderoso samurái del siglo XVIII llamado Aoyama Tessan estaba apasionadamente enamorado de una de sus sirvientes, la bella Okiku. Cuando esta rechazó sus proposiciones, Tessan decidió tenderle una trampa.
El samurái poseía una colección de diez valiosos platos holandeses y había encargado su cuidado a Okiku. Después de esconder uno, le pidió a la doncella que se los entregase todos. Como es natural, Okiku sólo encontró nueve, pese a contarlos una y otra vez. Aunque estaba desesperada, rechazó la propuesta de Tessan por la cual olvidaría todo el incidente si se convertía en su amante. Furioso, Tessan la mató y arrojó su cuerpo al interior de un pozo. Desde entonces, cada noche surgía del pozo el fantasma de Okiku y lentamente empezaba a contar. Cuando llegaba a nueve, gemía y desaparecía.
Torturado por el constante recuerdo de su culpa, Tessan pidió ayuda a un vecino, que le prometió exorcizar el pozo. Una noche se escondió junto a este y esperó que saliera Okiku y contara hasta nueve. En ese instante, el vecino gritó “¡diez!” y el espectro desapareció para no volver.
El grabado de Tsukioka Yoshitoshi, de 1889, inmortalizó a la infeliz doncella, cuya historia, contada con muchas variaciones, es uno de los relatos de fantasmas preferidos del pueblo japonés.
LA PÉRFIDA ESPOSA
En los cuentos de fantasmas japoneses las mujeres aparecen con mucha más frecuencia que los hombres, pero casi siempre bajo una luz maléfica. O son víctimas que vuelven a vengarse de los vivos o personajes malévolos cuyos pecados incitan la visita de fallecidos.
A esta última categoría pertenecía la pérfida esposa de Kohada Koheiji. El amante de esta mató al marido y después se casó con la viuda. Pero desde entonces, la malvada pareja vivió atormentada por el fantasma de Koheiji, y acabaron muriendo de manera violenta.
El fantasma de Koheiji apareció por primera vez en una obra llamada ‘Una espectral historia de venganza en la ciénaga de Asaka’, escrita por Santo Kyoden y publicada en 1803. En seguida fue adaptada por dramaturgos del teatro kabuki y se convirtió en un popular tema para grabados.
En la imagen, una versión de Shunkosai Hokuei muestra la sombra espectral de Koheiji que mira por encima de una mosquitera mientras su esposa recita inútilmente un sortilegio para ahuyentar al fantasma. Los ojos diabólicos, inyectados de sangre, que sobresalen de la calavera consiguen que el fantasma tenga un aspecto especialmente terrorífico y maligno. Se dice que las llamas que rodean la calavera simbolizan el encendido deseo de venganza del marido traicionado.
LOS AMANTES ESPECTRALES
La venganza es también el tema principal de la historia de Matahachi y Kikuno, un drama doméstico de traición y asesinato.
Un hombre llamado Igano Kanemitsu mantenía un romance con la viuda de su hermano mayor, una relación especialmente malvada ya que la viuda se había metido a monja. Cuando el ama de llaves del muerto y uno de sus sirvientes descubrieron el romance, Kanemitsu los hizo matar a los dos. Pero estos regresaron para aparecerse a los amantes ilegítimos y para pedir venganza por sus muertes.
El suicidio de una pareja de amantes era una trama frecuente en el teatro kabuki. Su destino era el de volver como fantasmas, eternamente atados por la cintura por su transgresión a los dictados del deber y por deshonrar a sus familias.
Kikuno y Matahachi no eran amantes, ni se habían suicidado, pero la representación artística de su historia, realizada por Utagawa Kunisada, sigue la tradición de atar a los espectros masculino y femenino para que vuelvan y amenacen a Kanemitsu y su amante. También en otros aspectos, estas figuras espectrales son típicas de la tradición japonesa relativa a los fantasmas: se presentan desmelenados y con ánimo vengativo, y su tez tiene un color azulado.
LA PRINCESA HECHICERA
Una de las obras kabuki más populares del siglo XIX cuenta la leyenda del intento frustrado de la princesa Takiyasha por vencer a sus enemigos con la ayuda de fantasmas.
La princesa era hija de un noble que murió el año 940 durante el transcurso de una rebelión fallida contra su señor feudal. Después de la muerte de su padre, Takiyasha se hizo monja. Pero más tarde, ella y su hermanastro conocieron al espíritu de una rana hechicera, que utilizó la brujería para ayudarles a planear una rebelión contra los rivales de su padre. Ambos se encerraron en el palacio de su padre para formular sus planes, pero un guerrero enemigo, Mitsukuni, descubrió la intriga y atacó el palacio, venciendo a los humanos y a sus aliados sobrenaturales.
Una pintura Kuniyoshi muestra la confrontación entre Takiyasha y Mitsukuni. La princesa está pronunciando un sortilegio que hace aparecer un fantasma en forma de inmenso esqueleto. La aparición se dirige hacia Mitsukuni por encima de una persiana de bambú caída, mientras que el guerrero amenaza con la espada al hermanastro rebelde.