Cuando el finado Winston Churchill amenazaba con presentar una demanda “a quien proceda” en la eventualidad de verse reencarnado como un culí (criado, sirviente, trabajador de jornal mísero) chino, aludía al proceso que todas las religiones principales del Oriente admiten como una verdad incontrovertible, y que ahora está siendo seriamente investigado en Occidente, así por los ocultistas como por algunos de los científicos más imaginativos.
Como creencia religiosa, la doctrina de la reencarnación se vincula íntimamente con la noción de karma, es decir, con el concepto de equilibrio cósmico del que se hace eco el cristianismo diciendo que “lo que el hombre siembra es lo que recoge”.
A la opinión pública, sin embargo, le cautivan más las pruebas científicas de la reencarnación que las doctrinas religiosas. A fin de obtener esas pruebas, investigadores como el profesor Ian Stevenson estudiaron casos como el de Bishen Chand y el de Shanti Devi.
Bishen Chand, hijo del funcionario de ferrocarriles Ram Ghulam Kapoor, a la edad de cinco años asombró a su padre cuando sugirió que este debía tomar una querida y acto seguido argumentó detalladamente el porqué, pese a no habérsele explicado todavía los misterios de la vida.
Bishen vivía en la población india de Bareilly, en la región de Uttar Pradesh. Su conocimiento precoz de la sexualidad humana provenía de una erupción de “recuerdos” que, asombrosamente, derivaban a su vez de la experiencia de un célebre y acaudalado libertino llamado Laxmi Narain, fallecido en 1918 a la edad de 32 años, uno de los rasgos más salientes de cuya vida había sido su gran pasión por una prostituta llamada Padma.
Pero la historia no acabó con la extravagante evocación de estos recuerdos por parte del niño Bishen. Dieciocho años después de este incidente, la prostituta Padma se presentó en el despacho de Tenakpore donde ahora trabajaba, y Bishen sufrió una emoción tan intensa que se desmayó allí mismo. Aquella noche fue a casa de ella con una botella de vino y decidido a reanudar la antigua relación tal como había quedado interrumpida. Pero Padma no quiso saber nada de eso, y manifestó que aun cuando él fuese realmente el difunto Laxmi reencarnado, ella ya tenía edad sobrada como para ser su madre, y lo envió a casa.
Esta experiencia de tropezarse con alguien a quien se ha conocido en una vida pasada ha sido compartida por muchos de quienes súbitamente han empezado a recordar hechos de una existencia anterior a su propio nacimiento. Uno de los casos más célebres e investigados fue el de Shanti Devi, que se resume como sigue:
En 1929 una niña de tres años, hija de un matrimonio de clase media y residente en Delhi, empezó a hablar de un marido y unos hijos que decía tener. Al principio los padres de Shanti Devi no le hicieron caso; al fin y al cabo, es frecuente que los niños inventen familias imaginarias, y aunque las fantasías de Shanti fuesen un poco demasiado adultas, creyeron que no había razón para preocuparse.
Pero el problema no desapareció. Cuatro años más tarde, Shanti seguía insistiendo en que ella tenía un marido… y además precisaba que su nombre era Kedarnath y que le había dado tres hijos, a los que nombró también y describió con exactitud, asegurando que había vivido con su familia en una población llamada Muttra, donde había fallecido en 1925 mientras daba a luz un cuarto hijo.
Muttra (o Mathura) existía realmente; era un pueblo no muy alejado de Delhi. Pero como esa pretensión de haber muerto durante un parto les pareció un tanto morbosa, los padres de Shanti la llevaron al médico. Una vez allí los consternados progenitores tuvieron que escuchar que las “fantasías” de la niña contenían detalles clínicos que una criatura de siete años no podía conocer de ninguna manera, y que por otra parte no hallaban en ella ningún síntoma de enfermedad.
Para Shanti estos recuerdos no constituían ningún problema; ella estaba convencida de haber vivido antes otra vida bajo el nombre de Ludgi, y los detalles que iba contando a sus padres eran, sencillamente, lo que lograba recordar de esa existencia anterior.
Cierto día se presentó en casa de Shanti un hombre con quien su padre tenía algunos negocios. Shanti le abrió la puerta y lo reconoció al instante como uno de los primos de su anterior esposo. Lo más increíble fue que esta persona vivía efectivamente en Muttra y tenía un primo llamado Kedarnath. Y lo más grave, que el tal Kedarnath había tenido una esposa llamada Ludgi, que murió de parto.
Así las cosas, el gobierno indio creó una comisión investigadora y se presentaron por allí los especialistas, decididos a averiguar si aquellas experiencias eran auténticas. Shanti visitó Muttra por primera vez en su vida. Para sorpresa general, conocía la población tan al dedillo, que con los ojos vendados supo guiar por ella a los investigadores. Cuando le quitaron la venda no tuvo ninguna dificultad en hallar su antigua vivienda; una vez en ella reconoció y nombró correctamente al padre de Kedarnath, a su madre y a su hermano. Entonces llamaron a los hijos que había tenido Kedarnath con su difunta esposa Ludgi, y entre escenas de intensa emoción Shanti reconoció a tres de ellos; el cuarto a quien no reconoció fue el nacido en el parto que causó la muerte de Ludgi.
Seguidamente Shanti Devi condujo a los investigadores a la casa de la madre de Ludgi, donde señaló las diferencias de construcción y decoración con respecto a como ella recordaba la vivienda. La madre confirmó que todos los cambios habían ocurrido después del fallecimiento de Ludgi.
Como demostración definitiva, Shanti se empeñó en asegurar que Ludgi había enterrado varios anillos antes de su muerte, y se ofreció a mostrar el escondite a los investigadores. Cavaron donde ella había indicado, y en efecto apareció una bolsita con los anillos, que fueron identificados por la madre de Ludgi como pertenecientes a su hija.
Difícilmente puede interpretarse este suceso como otra cosa que no sea el recuerdo auténtico de una reencarnación pasada. Desde luego ninguno de los expertos que lo investigaron sugirió que hubiese ningún truco o fraude. Pero si la reencarnación fue una realidad en el caso de Shanti Devi, ello no implica necesariamente que se trate de un fenómeno frecuente.
En opinión del doctor Stevenson, la reencarnación, junto con la herencia y el ambiente, ofrecería una posible explicación para una gama de rasgos de la personalidad, incluyendo fobias, capacidades inusuales y un género de disforia (emociones desagradables). Durante años viajó por el mundo, registrando casos de niños que afirmaban recordar vidas como otras personas en otros lugares, historias que él intentó siempre verificar cautelosamente. En uno de sus casos, una niña recién nacida siempre lloraba cuando se encontraba cerca de un autobús o de algún baño. Cuando esta creció lo suficiente como para poder comunicarse, explicó que se recordaba en una vida anterior como una muchacha de 8 o 9 años que se ahogó después de que un autobús la golpeara y la lanzara a un sembradío de arroz inundado. Una investigación posterior encontró la familia de la muchacha muerta de su historia viviendo apenas a unos kilómetros de donde residía en su actual existencia; las dos familias afirmaron creer no haber tenido jamás ningún contacto. Con todo, Stevenson siempre enfatizó que la información que él había recogido y desarrollado a lo largo de su amplísimo trabajo de investigación sugería solamente que la reencarnación era una posibilidad, no la prueba más allá de toda duda. Veía la reencarnación como la supervivencia de la personalidad después de la muerte, pero nunca sugirió un proceso físico mediante el cual la personalidad pudiera sobrevivir a ella.
Mientras tanto, los investigadores que estudian el campo de la reencarnación han perfeccionado una técnica de regresión hipnótica mediante la cual cientos de personas, literalmente, han logrado manifestar lo que con mucha seguridad son recuerdos de una vida pasada. El fenómeno es desconcertante de por sí. Pues, si los “recuerdos” son en realidad fantasías, hay que buscar alguna explicación al hecho de que tantas personas cuya religión, educación y cultura niegan totalmente la reencarnación crean en ella inconscientemente.
Hay otro hecho que inquieta más, no obstante, y es que en algunos casos la investigación ha demostrado la validez histórica de los recuerdos, a tal punto que muchas veces cuesta admitir otra explicación, si descartamos que sean evocaciones de una existencia anterior.