El 11 de octubre de 1907, Rosa Sutton, mujer de Portland (Oregón, USA), recibió una carta de su hijo James (“Jimmie”), teniente de la Academia Naval destinado en Annapolis, Maryland. El tono de la carta era normal, incluso se podría decir que animado, pero a medida que la leía, la señora Sutton empezó a sentir una gran preocupación por su hijo. Más tarde, ese mismo día, cuando sufrió inexplicables dolores físicos, la señora Sutton se convenció de que su hijo estaba en peligro. Esa noche, compartió sus temores con los demás miembros de la familia, que hicieron todo lo posible por tranquilizarla.
Al día siguiente, sin embargo, la familia recibió un telegrama que confirmaba los temores de la señora Sutton. Jimmie había muerto. Según los detalles que llegaron más tarde, Jimmie volvía a la academia con unos amigos después de una fiesta cuando se entabló una pelea. Sutton fue derribado al suelo. Ebrio y airado, amenazó con matar a sus compañeros y entró en el cuartel para coger su arma. Esto le supuso el arresto, durante el cual forcejeó con los centinelas y ofuscado al parecer se disparó a sí mismo suicidándose.
Antes de conocer los detalles de la muerte, a la señora Sutton se le apareció su hijo, vestido con un abrigo largo. “En ese instante -escribió la señora Sutton tiempo después-, Jimmie estaba ante mí y decía: ‘Mamá, yo no me he matado… Mis manos están tan libres de culpa como cuando tenía cinco años’”.
Ninguno de los miembros de la familia que se encontraban en la habitación en ese momento vio al aparecido, lo cual hizo pensar al señor Sutton que su esposa, debido a la conmoción, sufría alucinaciones o desvariaba. No obstante, y aunque la familia intentaba calmarla, la señora Sutton afirmaba que seguía recibiendo el mensaje de su hijo. Dijo que este le contó que había sido atacado por un grupo de hombres. “Uno de ellos me golpeó en la cabeza con la culata de la pistola y yo caí al suelo. Los tres se abalanzaron sobre mí y me pegaron como a un perro callejero. De una patada me rompieron el reloj… Saltaban sobre mi cuerpo y me pregunté si no me habrían roto las costillas. No supe que me habían disparado hasta que mi alma llegó a la eternidad”.
Según la señora Sutton, en ese momento la aparición retrocedió, pero antes de desvanecerse imploró a su madre: “Mamá, no pierdas los nervios porque tú tienes que limpiar mi nombre”.
El fantasma del teniente Sutton resultó ser inusualmente persistente, y se aparecía a menudo a su madre para darle detalles sobre su muerte. En una de sus visitas, según contó la mujer, el fantasma explicó que sus atacantes le habían vendado la cabeza para intentar ocultar lo que habían hecho. “Tenía golpes en todo el rostro, la frente rota y una gran hinchazón en la mandíbula izquierda”. Luego la aparición pronunció el nombre de su principal atacante: “Utley fue quien lo dirigió todo”. La aparición, que seguía vistiendo el abrigo largo, buscaba algo y dijo que no podía encontrar una charretera (insignia militar de la que cuelga un fleco) del hombro que se le había soltado durante la pelea: “No puedo encontrar la charretera”.
Pronto toda la casa de los Sutton pareció impregnada de la presencia psíquica. Daisy, hermana del teniente muerto, contó que había tenido un sueño en el que un brazo misterioso le mostraba una fotografía mientras una voz le decía: “Esta es la imagen del hombre más interesado en dirigir la pelea en la que murió Jimmie”.
Tiempo después, la familia recibió una foto del teniente con sus compañeros, y Daisy se conmocionó al reconocer el rostro del hombre que había visto en el sueño. Era la cara del teniente Utley, el nombre que la aparición había dado a su madre.
Empezaron a surgir otros detalles que parecían corroborar las impresiones paranormales de los Sutton. Cuando los efectos personales del teniente fueron devueltos a la familia, se descubrió que el cristal del reloj estaba roto, tal como afirmara el aparecido. Además, no se había podido encontrar la charretera que adornaba su uniforme.
Llevados por las persistentes apariciones del fantasma, los Sutton siguieron investigando la muerte de su hijo. Enseguida afloraron a la superficie puntos débiles en la versión oficial e incoherencias en los testimonios de los testigos presenciales. Finalmente, en 1909, los Sutton consiguieron que el cuerpo de su hijo fuera exhumado del cementerio nacional de Arlington. El examen posterior confirmó muchas de las sospechas de la familia. Aunque los médicos del ejército habían testificado en las investigaciones que el rostro de Sutton no estaba desfigurado, no quedaban dudas analizando los restos óseos de Jimmie que este mostraba golpes en la frente y un gran bulto en la mandíbula izquierda, tal como había descrito el propio aparecido.
Rosa Sutton, devota católica y mujer luchadora, fue la primera madre en desafiar a los militares por la muerte de un hijo ante un tribunal. En un tiempo en que en este tipo de sucesos imperaba el firme código de silencio castrense y donde el objetivo principal del ejército era asegurarse de que el orden, la disciplina, la conformidad con las normas y la lealtad a una unidad era mucho más importante que la inocencia de una persona, la acusaron falsamente de todo: de sufrir alucinaciones, de inestabilidad emocional… para atacar así su credibilidad durante el transcurso de una cruzada legal que se alargó tres años en el tiempo en esa infatigable búsqueda suya por averiguar qué le pasó realmente a su hijo, pues ella jamás renunció a la sólida creencia de que el joven teniente James había sido en verdad asesinado.
Pero finalmente se decidió que no había suficientes pruebas para inculpar al teniente Utley o a otra persona, y el caso de la muerte de Jimmie Sutton nunca fue del todo resuelto. Sin embargo, fueron las experiencias paranormales de la señora Sutton las que pusieron en entredicho la versión oficial del asunto, y sus pruebas, recibidas por completo a través de canales parapsicológicos, las que más contradijeron las conclusiones iniciales de las pesquisas.
INTENTANDO DAR UNA EXPLICACIÓN Y CONCLUSIONES AL CASO
Cuando los investigadores de los fenómenos paranormales centran su atención en el tema de la supervivencia del alma, acaban por dividirse en dos grupos, los que creen en ella y los que no creen. Los que no creen en la supervivencia explicarán el supuesto encuentro de la señora Sutton como una alucinación suscitada por el deseo de exculpar a su hijo, combinada con información recabada mediante percepción extrasensorial. Mantendrán que Rosa Sutton, en su dolor, construyó la aparición para buscar una alternativa a la versión oficial, que afirmaba que su hijo se había suicidado. Los que están a favor se preguntarán, en cambio, cómo pudo obtener tanta información sobre las heridas de su hijo, una información que sólo se verificó después de la exhumación del cuerpo y del consiguiente informe médico. Los que no creen en la supervivencia del alma arguyen que la señora Sutton pudo reconstruir la escena y las heridas mediante contacto clarividente o telepático con personas vivas que presenciaron la muerte de su hijo. En otras palabras, reuniendo impresiones extrasensoriales a partir de personas vivas, y no a través de su hijo muerto, ella pudo proyectar una aparición creíble de la agonía de su hijo.
Así pueden explicarse casi todos los hechos del caso sin tener que aceptar la supervivencia del alma. Pero los que creen en ella opinan que el argumento no es en absoluto convincente. La señora Sutton no fue el único miembro de la familia que tuvo experiencias paranormales que implicasen al teniente fallecido. Daisy, la hermana, también recibió poderosas impresiones de una supuesta aparición que actuaba por el bien de su hermano, y estas impresiones fueron más tarde corroboradas por los hechos. Y es muy improbable, opinan los que creen en la supervivencia del alma, que dos miembros de la familia Sutton tuvieran unos poderes telepáticos tan intensos.
Además, está el problema de la motivación, que siempre tiene una gran importancia en la valoración de las experiencias paranormales. La motivación de la señora Sutton, o la renuencia a aceptar que la muerte de su hijo era un suicidio, era indudablemente muy fuerte. Pero, ¿era tan apremiante como la necesidad que tenía el teniente Sutton de hacer saber los detalles de su brutal asesinato? Lo más probable es que no, afirman los que creen en la supervivencia del espíritu.
APUNTE FINAL (para reflexionar y debatir)
Aun así, la pregunta de si las apariciones post mortem son una prueba de la supervivencia humana a la muerte sigue sin resolverse y tal vez nunca pueda encontrársele una respuesta que satisfaga a todos los investigadores. Pero como la cuestión sigue abierta, sucesos como el vivido por la señora Rosa Sutton, continúan intrigando a los especialistas.
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(Traducción por Revista CAOS del mensaje): Por favor, si están interesados lean mi libro. Es un estudio muy detallado de este caso basado en muchos años de investigación e incluye mucho material sobre los aspectos paranormales de la historia. A Soul on Trial: A Marine Corps Mystery at the Turn of the 20th Century. Gracias – Robin R Cutler.