Cuando hablamos de ellos se nos llena la boca de emoción, solamente tenemos palabras de admiración. ¿Quiénes son esos seres escogidos fuera de lo común, poseedores de un sexto sentido y de un admirable espíritu de sacrificio? Sencillamente, los amigos. Esas personas que conocemos de forma casual a lo largo de la vida, que nos ayudan a avanzar en el camino, que calman nuestros temores cuando estamos inquietos, que enriquecen nuestra vida, y que nos regalan su tiempo cuando los necesitamos, sin esperar nada a cambio. Pero, ¿son de verdad tan perfectos? ¿Por qué siempre que hablamos de ellos no cesamos de elogiarlos? Probablemente, porque son necesarios para nuestra construcción interna.
En la infancia, los amigos nos permiten desarrollar nuestras habilidades físicas y sociales. En la adolescencia, nos ayudan a romper con la infancia, a crecer. Es la etapa en la que deseamos ser independientes, y ellos nos ayudan a dar el paso. Se transgreden normas, y eso produce rechazo de la sociedad, de la familia. Los amigos se convierten entonces en un núcleo seguro, en un microcosmos en el que podemos iniciar nuestra propia metamorfosis. De adultos, estas afinidades electivas nos ayudan a reforzar nuestro lado narcisista. Aunque hayamos creado nuestra propia familia o tengamos excelentes relaciones con nuestros padres y hermanos, los amigos siguen siendo imprescindibles.
No elegimos a la familia, pero sí que elegimos a nuestros amigos… y ellos nos eligen a su vez. La relación de amistad aporta una confirmación de nosotros mismos: existo, soy importante para alguien, puedo serle útil. Los amigos nos ayudan a ser conscientes de que no nos encontramos solos con nuestros pensamientos, con nuestras ideas, con nuestros sentimientos, que no estamos fuera del mundo, en definitiva.
Aunque a menudo pensamos que la verdadera amistad es desinteresada, lo cierto es que sacamos de cada amistad un cierto beneficio. Tenemos amigos con los que podemos salir a divertirnos, otros con los que hablamos de aspectos más personales de nuestra vida. También están con los que discutimos de lo divino y de lo humano y los que nos miman y se ocupan de nosotros. Inconscientemente elegimos a los amigos por aquello que nos pueden aportar. Nos complementan, nos enriquecen, nos ayudan a conocernos… Según los especialistas, tenemos de media cuatro amigos básicos que cumplen funciones diferentes. Ninguno es igual al otro, ninguno nos aporta las mismas cosas. Es posible que uno de ellos reúna estas cuatro “cualidades”, pero lo cierto es que si algo nos gusta de la amistad, eso es la diversidad…
El “amigo tradición” (nos acerca a nuestras raíces). Suele ser un amigo de infancia con el que seguimos teniendo contacto. Conservar a nuestros amigos de infancia es como mantener una cercanía con nuestros padres. Es una manera de decirles: “Papá, mamá, habéis sido buenos padres”, ya que cuando hemos vivido una infancia horrible, intentamos romper con el pasado, incluso con los amigos que tuvimos en aquella época. Aunque nuestras vidas hayan tomado caminos distintos, necesitamos a ese testigo de nuestro pasado que nos permite medir el camino que hemos recorrido, nuestra trayectoria personal, aun a riesgo de cultivar una cierta nostalgia de aquellos años.
El “amigo compensación” (nos da lo que nos falta). Nos permite retomar el hilo de nuestra existencia, arreglar las carencias del pasado. Es el que nos ayuda a cicatrizar las heridas de la infancia. Nos da consejos sobre nuestro trabajo, sobre nuestro matrimonio… No obstante, en ocasiones, corremos el riesgo de hacerle pagar por sufrimientos de los que no es responsable.
El “amigo confidente” (con el que puedo ser yo mismo). Poder confiarse y ser comprendido son los criterios que se suelen dar como primordiales para poder hablar de amistad íntima. Los amigos son interlocutores de confianza porque están menos implicados en nuestros problemas. Este tipo de amigo no juzga, nos quiere a pesar de nuestros defectos, da un punto de vista desinteresado, opina con sinceridad… aunque a veces su franqueza hace daño.
El “amigo apertura” (el que me abre a la vida). Con el que trabajamos nuestra inteligencia y que nos abre ventanas hacia el mundo. Son amigos que, normalmente, han elegido una forma de vivir diferente a la nuestra, pero que nos fascinan e interesan y con los que hay un intercambio enriquecedor. Puede representar la persona en la que nos hubiésemos podido convertir si las circunstancias de la vida hubiesen sido diferentes. Es aquel que nos muestra otro camino.
PARA EL SER HUMANO LA AMISTAD ES…
–Importante. El 96% de la población estima que la amistad es importante para nuestro placer y nuestro equilibrio personal. Un 49% la consideran indispensable en su vida.
–Activa. Al 25,6% de nuestros amigos los conocemos durante los estudios, al 20%, en el ámbito laboral, y un 15,6% son relaciones de vecindad. Al 10,8% de nuestros amigos los hemos conocido a través de otros amigos, y un 8,9%, por la familia.
–Social. La amistad rara vez franquea las barreras sociales. Por ejemplo: El 55,1% de los amigos de un obrero son obreros, y un 3,5% son ejecutivos. Mientras que los amigos de un ejecutivo son ejecutivos en un 50,5% de los casos y un 7% son obreros.
Jopé, cuánta razón. Es increíble cómo funcionamos y no nos damos cuenta de ello hasta que no nos paramos y reflexionamos sobre el asunto. Me siento totalmente identificado con el artículo.