
Desde un principio muy remoto, la expresión artística del hombre -la música posiblemente fue una de sus primeras manifestaciones- ha sido, es, y será, parte activa e ingrediente inseparable de su actividad vital entroncada en un contexto sociocultural propio y válido para cada época.
¿Cuándo y cómo aparece la música? ¿Cómo fueron sus primeras manifestaciones acústicas? ¿De qué instrumentos se valieron en un principio? Estas y otras muchas preguntas permanecen y permanecerán durante mucho tiempo sin contestar. La ciencia de la música contrastada, llamada Etiología musical, se ha preocupado durante mucho tiempo por desentrañar los misterios del origen de la música, y, así, han surgido distintas teorías. Karl Bucher, Ch. R. Darwin, Curt Sachs, Carl Stumpfs, Adolfo Salazar y otros muchos han lanzado sus teorías que pueden ayudarnos a la comprensión del misterio.
Para unos, el origen de la música hay que ponerlo en los gritos de amor del hombre primitivo; para otros serán canciones de trabajo; para otros, la música surge en los primeros gritos de comunicación; para otros, de las primeras modulaciones; algunos, en fin, piensan que fueron las primeras manifestaciones de alegría o temor con el correlativo sonido gutural lo que dio origen a la música más incipiente.
Al margen de todas estas teorías, podemos imaginarnos lo que fue aquel primer espacio, quizá muy largo, en el que poco a poco, y en un campo mitad magia, mitad religión, fueron dándose las primeras condiciones para que la música fuera cuajando como arte independiente.
Salazar dijo que la música nace cuando el hombre se descubre a sí mismo como instrumento musical.
El hombre primitivo tuvo a su disposición tres procedimientos acústicos para producir una incipiente música:
-Los que producía con el aparato respiratorio.
-Los producidos con órganos de su cuerpo: manos, dedos, pies.
-Los que producía con elementos distintos a su cuerpo: palos, pieles tersas, troncos vacíos por dentro, o huesos sin médula.
Quizá, al principio, todo esto fue ajeno a la música. Pero, con el tiempo, estos sonidos que comenzaron siendo medios para cazar, para conjurar fuerzas de la naturaleza, para asustar, fueron pasando al campo de la diversión o de la práctica religiosa, de los hechiceros y curanderos, y con ello se va poco a poco estabilizando lo que al principio comenzó con indecisiones y en campos inciertos.
El hombre, tras estos descubrimientos, se encuentra frente a dos fuentes de producción musical: la que produce con su propio aparato vocal: ‘Música vocal’; la que produce con otros instrumentos manejados por él, que llevará a la ‘Música instrumental’.
Paralelamente con la música, y como traducción del deseo de comunicación que la música lleva consigo, aparece la danza.
La danza es como una especie de doblaje, en el cuerpo, de la música que el mismo hombre produce.
En este proceso que va de lo puramente rudimentario hasta la etapa de su dominio, tendrá que pasar por varios estados de perfeccionamiento que deberán ser actos volitivos necesarios, complacencia en los hechos y organización técnica colectiva.
Cuando estas tres condiciones se cumplan, se dará el fenómeno artístico musical completo. Por esta razón, el canto de un canario, por ejemplo, no es música en sentido riguroso; el elemento volitivo, el recreamiento voluntario, la capacidad de repetir lo mismo y la complacencia en ello, son elementos fundamentales que se dan en la música como arte. La técnica es solamente mecanismo, y el arte un dictado del sentimiento de lo bello.
Los restos que hoy nos quedan de aquellos tiempos en las pinturas de Altamira, de Cogul… son ejemplos preciosos que nos ayudan a comprender el desarrollo paralelo de las artes en todas las civilizaciones. Se ha podido, incluso, hacer un recuento de pequeños instrumentos, como planchetas, silbatos de hueso, rascadores y otros mil artilugios que en su primitivo uso debieron de tener la función de producir, de un modo incipiente, música.
La historia del desarrollo creativo musical, sus formas, sus condicionamientos y concomitancias con los otros acontecimientos culturales de la humanidad… La inmensa riqueza espiritual que nuestros antepasados nos dejaron, ha quedado plasmada en los monumentos, partituras y descubrimientos que son testigos de su modo de vida y actitud ante el mundo. Entendiendo y cuidando esto, podremos transmitirlo a nuestras futuras generaciones como perpetua lección de vida.