El fuego

¿Cómo vivía el hombre antes del fuego? Una conquista de nuestros antepasados que supuso el más importante avance con el que cambió la historia del mundo.

El fuego

Cuando el hombre del periodo paleolítico, hacia el año 50.000 antes de nuestra era, halló la manera de encender voluntariamente el fuego, ignoraba que había dado el paso más importante en su avance cultural. En efecto, no solamente se iniciaría un proceso de cambio en su alimentación, sino también en sus hábitos sociales: haría vida de hogar (vocablo que proviene del b. lat. focāris, adj. der. de focus, fuego), fabricaría utensilios de tierra cocida, inventaría la metalurgia y comenzaría a transitar por el camino de la Historia.

¿CÓMO VIVÍA EL HOMBRE ANTES DEL FUEGO?
Nuestro antepasado prehistórico era un animal que estaba a merced de otros animales más veloces y más fuertes que él. Sus únicas armas eran una piedra y un palo, y comía lo que hallaba a su paso: raíces, hojas, bayas, frutas naturales, huevos que hurtaba a las aves, algún pájaro o algún conejo que podía atrapar. Si vivía cerca del agua se alimentaba de peces, crustáceos y moluscos; pero todo cuanto cazaba o pescaba lo comía crudo, y casi siempre en el mismo lugar en que había conseguido su presa, pues no podía conservarla mucho tiempo por motivos obvios: el animal muerto se descomponía.

TRAS EL CALOR Y LA CAZA
El hombre prehistórico se vio forzado a ser errante. Al acercarse la época del frío echaba a andar en pos de zonas más cálidas o emigraba en persecución de los animales que podían servirle de alimento, si tenía la fortuna de cazarlos. Pero a veces el hambre lo acuciaba, y entonces se alimentaba de escarabajos, larvas, hormigas, orugas o langostas.

En esa marcha en busca de calor y caza se refugiaba en el hueco de algún árbol, en alguna madriguera abandonada o bajo un manojo de ramas. Esos eran sus albergues nocturnos o su protección contra las lluvias o los abrasadores rayos del sol.

AGUZAR EL INGENIO O MORIR
Como vemos, el hombre primitivo era una criatura indefensa en un mundo lleno de peligros, de manera que debió aguzar el ingenio para sobrevivir.

Ideó trampas para que en ellas cayeran el mamut, el caballo salvaje o el rinoceronte. Persiguió sin descanso al animal enfermo para caer sobre él cuando desfalleciera. Necesitó raspar, excavar, agujerear, cortar o picar, y eligió las piedras más filosas y puntiagudas. Si no las encontraba, las afilaba valiéndose de otras piedras. Así surgieron las hachas de mano y los raspadores de sílex.

Como el frío era cada vez más intenso, a los animales que cazaba les sacó la piel para cubrirse. Además, aprendió a convertir en instrumentos las partes duras de los animales: cuernos, colmillos y huesos. Así nacen las agujas, los punzones y las puntas de lanza y flechas de hueso.

UN ENEMIGO CONVERTIDO EN AMIGO
Un árbol seco, arrastrado a la caverna y encendido mediante ramas ardientes de un bosque incendiado, irradió un calor raro pero sin duda agradable.“A menudo, durante una tormenta -dice el historiador Hendrik Willem van Loon-, caía un árbol derribado por un rayo. A veces se incendiaba la selva entera. El hombre había visto esos incendios. Cuando quiso acercarse, el calor lo ahuyentó… Observó que el fuego daba calor. Hasta entonces había sido un enemigo. En aquel momento se trocó en amigo: un árbol seco, arrastrado a la caverna y encendido mediante ramas ardientes de un bosque incendiado, irradió en la vivienda un calor raro pero sin duda agradable.”

Fue esta, tal vez, una revelación, y el hombre aguzó el ingenio para imaginar la forma de producir el fuego a voluntad y luego poder conservarlo.

LA PRIMERA LLAMA QUE CAMBIA AL HOMBRE
Un día que no figura con precisión en la Historia -hace ya 50.000 años-, nuestro remoto antepasado comenzó a frotar dos maderos, de los que surgió, al cabo de largos y angustiosos momentos, una chispa que encendió las ramas secas que estaban cerca… Y salió la primera llama, una pequeña y viboreante llama, que era, sin embargo, la más preciada conquista de ese periodo auroral de la humanidad. Y el hombre empezará a cambiar, a transformar sus costumbres.

Más tarde, el hombre obtendría fuego por el procedimiento de la percusión de dos fragmentos de sílex (piedra pedernal) o de una piedra y un metal. Y ya, práctico en la obtención del fuego, surgirían las antorchas (hechas de materias vegetales, animales o minerales) o las lámparas (hechas con una piedra ahuecada, en cuya depresión se colocaba grasa animal y una mecha).

DESPUÉS DEL FUEGO, EL HOGAR
El hombre echó la carne cruda en las piedras calientes o en las cenizas, y el manjar le pareció más delicioso. Pero también comprobó otras cosas: que la carne ahumada o tostada se conservaba por más tiempo que la carne cruda; que su cueva se hacía cálida y acogedora; que dentro de ella podía soportar el invierno que se avecinaba sin tener que echar a andar en busca de regiones más templadas…, y se hizo sedentario.

Si bien continuó cazando o dedicándose al pastoreo de sus animales domesticados (vacas, ovejas, etcétera), se hizo agricultor. Ahora tenía un hogar. Y el hombre empezó a entrar en la Historia.

DEL HORNO A LA METALURGIA
Gracias a la invención del fuego, de las manos del hombre salieron vasijas, calderas y ollas de barro cocido. Nació también la cerámica; surgieron los hornos, donde el fuego se intensificó, y se fundió el bronce, más tarde el hierro y el acero. Y el hombre tuvo armas ofensivas y defensivas (cuchillos y espadas).

Vendrá también la técnica de la vitrificación y la elaboración de materiales refractarios… Se opera, en fin, un cambio trascendental: surgen las primeras sociedades agrícolas, nacen las aldeas y ciudades, y desaparece el aislamiento primitivo porque se fomenta el comercio: ganado por herramientas, armas por cereales…

DEL CULTO DEL FUEGO A LA MÁQUINA DE VAPOR
Vestales ante el altar de su diosa.El fuego se convierte en elemento ritual u objeto de culto. Creado, había que mantenerlo. Los persas adoraron el fuego junto con el aire y la tierra. Los romanos veneraron el fuego, y Vesta era la divinidad del hogar. Seis jóvenes vestidas de blanco, llamadas vestales, eran las encargadas de mantener el fuego de su templo… Para los mayas, uno de los elementos de la creación era el fuego.

Coche de vapor del inventor francés Nicolas-Joseph Cugnot (1725-1804), modelo de 1771.Pero los siglos fueron pasando, y el hombre rinde culto al fuego en otra forma: estudiándolo y transformando el calor en trabajo mecánico (para la ciencia, el calor no será más que una forma de energía). Y aparecen las máquinas de vapor, en las que la energía térmica se obtiene generalmente de la combustión de leña o carbón. El calor pasa a la caldera, donde se encuentra con una masa de agua que ha de hervir para convertirse en vapor.

¿CÓMO EXPLICARLE AL HOMBRE PREHISTÓRICO?
El fuego, una conquista del hombre.Nuestro remoto antepasado hubiera quedado mudo de asombro si hubiese visto, en 1690, el primer motor de combustión interna inventado por Denis Papin, o el automóvil de vapor creado en 1770 por Nicolas-Joseph Cugnot, y no comprendería cómo se inventaron el barco de vapor, la locomotora de vapor, los motores diésel o el turborreactor. Y nos sería difícil explicarle que todo comenzó hace decenas de miles de años, cuando él se decidió a frotar dos maderos para lograr una chispa, de la cual surgió un vital elemento: el fuego.

El "cómo me llamo" marca nuestra vida. El nombre es nuestra tarjeta de presentación, aquello que para bien o para mal nos distingue de la masa. Nos singulariza aunque, a veces, en demasía. Lo que para unos es motivo de orgullo, parte esencial de su ser, incluso un fragmento de su propia alma, para otros es una pesada carga difícil de llevar y dura de soportar.

Morir y resucitar a voluntad. Un túnel oscuro, una luz al final; el reencuentro con familiares y amigos ya fallecidos; la visión y el contacto con el ángel de la guarda... Y regresar para contarlo. La muerte podría dejar de ser un lugar somático para convertirse en un lugar en la conciencia. Lo que en definitiva siempre fue: un estado de ánimo.

Reglas de oro para ser feliz en pareja. Tener desavenencias no significa que no haya cariño, sino simplemente que hay distintas maneras de ver una misma realidad. Nunca hay que perder el respeto a la libertad del otro. Muchas parejas han fracasado porque uno de sus miembros, el hombre o la mujer, está convencido de que el amor puede cambiar a la otra persona.




Sobre Manuel García

Autor de artículos y/o colaborador en tareas de dirección o asesoramiento de numerosas enciclopedias y libros educativos de distintas materias y grados.

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