Hay quien afirma, en base a numerosos informes, que muchos de los extraños objetos voladores avistados desde 1945 en los cielos de todo el planeta corresponderían en realidad a modelos de aeronaves diseñadas en su tiempo por los nazis, armas fabricadas por el III Reich y mejoradas probablemente durante estos años en el interior de bases secretas para su desarrollo.
Sábado, atardeciendo, casi de noche. Una nave espacial se aproxima volando a poca altura. Su tamaño, algo menor que el propio de una avioneta corriente, emite un sonido silbante-siseante. Se acerca hacia mí y me sobrevuela. En su parte baja presenta tres cúpulas semiesféricas y un punto azul oscuro. También logro distinguir una esvástica con ángulos rectos. De cerca, la aeronave en su conjunto resulta bastante voluminosa y me provoca una sensación increíble, extraña y amedrentadora. En los alrededores, desiertos, solamente hay algunas fábricas sin actividad. La insólita máquina desciende y toma tierra por detrás de un muro, quedando iluminada por la luz de poniente, tenue pero lo suficientemente intensa como para permitirme observar con detalle las tres cúpulas inferiores asentadas sobre sendos cilindros que sirven de apoyo. Después, un camión dotado de una grúa se aproxima a ella y realiza alguna operación que no consigo discernir bien. Tan solo veo a dos seres humanos; uno, debajo del aparato, y el otro, en su parte superior. Pronto, este último desaparece de mi vista por completo. El ingenio no tiene ventanas, sino dos pequeños orificios enrejados; aparentemente, sin cristal alguno. El disco volante está rodeado de extrañas placas metálicas con forma de palas de turbina, aunque posiblemente deban ser una cosa absolutamente distinta. Tanto en las tres cúpulas inferiores como en la parte superior de este mecanismo existen unas estructuras que semejan tubos salientes y podrían ser bocas de fuego o algo similar (porque para ser antenas resultan extremadamente gruesas). Calculo que este artilugio tiene un diámetro de entre ocho y veinte metros y presenta un aspecto temible. Además del aparato, había un vehículo marca NSU 80, con matrícula de la ciudad de Solingen; después apareció también un Volkswagen verde, pero no logré examinar ninguna otra cosa y, cuando me decidí, al sentir cómo iniciaba el despegue, a intentar aproximarme más a la nave, esta ya se había elevado y ganado demasiada altura. Unas semanas más tarde muchas personas afirmaban haber visto ovnis en aquella misma zona bávara. Considero, pues, que se trataba del mismo artefacto o de otros similares. Posteriormente contacté con un empleado de una gasolinera y resultó que él aseguraba haberlo observado; sin embargo, la gente que oía su relato se mofaba de él, así que terminó por contradecirse y declarar que todo era una broma. Pero la verdad es que, en realidad, tanto él como yo hemos sido testigos.
LA PRIMERA NOTICIA SOBRE OVNIS
Quizá sea este, simplemente, un testimonio más sobre ovnis entre tantos otros, pero a la luz de numerosa documentación, cobra una especial importancia, pues existen algunas singulares coincidencias entre los primeros avistamientos de platillos volantes en la era contemporánea y la fabricación de extrañas y secretas armas por los nazis al final de la Segunda Guerra Mundial. Detalles y particularidades que podrían explicar la experiencia del anónimo informante arriba relatada y de otros muchos.
El 14 de diciembre de 1944 -casi medio año antes de que los alemanes se rindieran, el 7 de mayo de 1945-, el prestigioso periódico estadounidense The New York Times daba así la primera noticia sobre ovnis habida en el siglo XX: “Los platillos volantes son un arma secreta nueva alemana que ha aparecido en el frente occidental. Hoy nos informan sobre ello nuestros pilotos de la USAF (Fuerza Aérea de los Estados Unidos), afirmando que en los cielos de Alemania se han manifestado unas ‘bolas de plata’ voladoras, vistas aisladas o en formación. Algunas parecían ser prácticamente transparentes”. Y en otros artículos de distintos medios se decía: “El nuevo ingenio, que en principio es un arma defensiva aérea, se parece a las bolas de cristal que adornan los árboles navideños. Se las ha contemplado suspendidas en el aire por territorio alemán, a veces solas, y otras en grupo; son de color plateado diáfanas” (…) “Los pilotos, en sus vuelos nocturnos, se encuentran con esas armas fantásticas que, al parecer, nadie conoce. Los globos de fuego se manifiestan repentinamente, acompañan a los aviones durante kilómetros y, según revelan los informes oficiales, semejan estar controlados por radio desde el suelo”. Algunos militares incluso atribuyeron más capacidades a estas esferas: “En una ocasión, una de ellas llegó a atravesar limpiamente el fuselaje como si se tratase de un fantasma, entró dentro de la cabina y rebotó por las paredes del avión, marchándose tal como había llegado”.
Con el paso del tiempo, el avistamiento de naves impulsadas por energía antigravitacional, desconocida en la época para la mayoría, incluso pilotos, se haría cada vez más frecuente. Oportunamente informados y publicados por la prensa del momento, los testimonios se multiplicaron, especialmente tras la capitulación del Reich, y muchos de ellos hacían referencia a hechos acontecidos en los espacios aéreos del norte de Europa. Las noticias hablaban también de ovnis de fabricación alemana. Se comentaban, sobre todo, los avistamientos de “abundantes formaciones” de los que, entonces aún, se denominaban “grandes cohetes”, nombre con el que se definía a los “aparatos voladores desconocidos y producidos por la industria armamentística germana”. Especialmente numerosos fueron los testimonios de avistamientos procedentes de Escandinavia, donde se instalaron varias y poderosas guarniciones nazis que permanecieron allí hasta el final mismo de la guerra, ya que nunca resultaron directamente atacadas y vencidas por los aliados. En 1947, reaparecieron dosieres aislados, aunque con menor asiduidad. Sin embargo, pasados unos años los avistamientos habrían de aumentar tanto en frecuencia como en número y variedad.
¿Qué secreto encierran estos engendros o se nos oculta tras todo ese maremágnum de información sesgada o confusa? ¿Son míticos aviones avanzados o naves espaciales que fueron supuestamente desarrolladas por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial? Puesto que estas tecnologías no sólo aparecen en la ficción sino también en varios textos históricos desde la Antigüedad, amén de ser fuente de numerosas teorías conspirativas de dudoso recorrido, no será fácil encontrar un sentido satisfactorio y coherente a una historia que todavía hoy día genera ríos de tinta entre defensores y detractores.
LA ENERGÍA IMPLOSIVA: UN LOGRO ECOLÓGICO
Hoy se especula a menudo sobre la forma de encontrar y utilizar “energías alternativas” que palien la destrucción del medio ambiente provocada por la energía explosiva, los gases tóxicos, los residuos letales, etcétera. Pero lo cierto es que en aquellos tiempos ya se hablaba de que los alemanes trataban de hallar una “nueva ciencia”, una “técnica diferente y renovadora” con la que sustituir los motores de explosión (considerados destructivos en los círculos esotéricos del Reich) por otros de implosión, cuya nocividad es nula. Aquellas investigaciones se basaban principalmente en la levitación electrogravitacional y la propulsión por “terriones” (fuerzas cósmico-telúrico-terrestres), en las que, según parece, se encontraba el núcleo de esa “otra técnica”, que distanció la cosmovisión nacionalsocialista de todas las aún vigentes, en un intento de proporcionar al III Reich una total independencia de “materias primas” -inaccesibles de otro modo- y energía abundante, barata y no contaminante. De hecho, y según se asegura en expedientes desclasificados, “los departamentos de investigación U-13 y E-4 de las SS trabajaban febrilmente para realizar y perfeccionar esas tecnologías, inconcebibles para la mayoría de su pueblo y para el resto de la humanidad”.
De entre todos los inventos que los nazis idearon para la guerra, los que más destacan por su originalidad son las denominadas “armas limpias”, llamadas así debido a que utilizaban la energía del medio ambiente para funcionar. Por ejemplo, el “cañón de viento”, un artefacto concebido para lanzar rayos de aire. Diseñado en Stuttgart durante el conflicto bélico, era un tipo de arma que podía emitir un flujo pulsante de aire comprimido. Feo y grotesco en apariencia, estaba construido con un gran caño curvo con un codo en forma de giba. Este cañón funcionaba presuntamente con oxígeno e hidrógeno en proporciones moleculares, los cuales, al unirse, creaban una mezcla mortal que se podía llegar a disparar. Lanzaba, tras una violenta detonación, un proyectil “de viento”, una especie de golpe de aire comprimido y vapor de agua que tenía un efecto similar al de una granada. Las pruebas se realizaron en Hillersleben, y se logró destruir planchas de madera de 2,5 centímetros de grosor a 183 metros de distancia. Un prototipo de este cañón fue instalado sobre un puente sobre el río Elba para su protección, pero nunca fue utilizado. Otra arma limpia fue el “cañón sónico”, creado por el doctor Richard Wallauschek. Estaba formada por dos reflectores parabólicos conectados por varios tubos que configuraban una cámara de disparo. A través de los tubos entraba en la cámara una mezcla de oxígeno y metano que era detonada de forma cíclica. Las ondas de sonido producidas por los explosivos, por reflexión, generaban una onda de choque de gran intensidad que creaba un rayo sónico de enorme amplitud. La nota aguda que enviaba superaba los 1.000 milibares a casi 50 metros. A esta distancia, medio minuto de exposición mataría a cualquiera que se encontrara cerca, y a 250 metros seguiría produciendo un dolor insoportable. Destacar también el “cañón solar”, el cual aprovechaba la energía de este astro para lanzar un gigantesco rayo de calor sobre los aviones enemigos. Los bocetos iniciales mostraban un colosal reflector que, a modo de espejo, debía captar una gran cantidad de rayos solares focalizándolos en una zona determinada. El prototipo fue robado por los americanos casi al final de la guerra y nunca se volvió a saber nada más acerca del mismo. Otra arma, la llamada “bomba endotérmica”, se trataba de explosivos que serían lanzados por aviones de gran alcance de acción y con capacidad para, al detonar, crear una zona de intenso frío que congelaría en un radio de un kilómetro toda forma de vida de manera temporal. Finalmente, otro buen ejemplo de este trabajo de ingeniería armamentística serían las “peonzas voladoras Haunebu” del austriaco Viktor Schauberger, que funcionaban ya con fuerzas de levitación no contaminantes ni generadoras de ruidos perniciosos. Su obsesión fue la energía que podía obtenerse de los vórtices creados en la dinámica de fluidos.
Obligado a trabajar en el campo de concentración de Mauthausen para desarrollar los conceptos sobre dinámica de vórtices, el motor de implosión de Schauberger estaba compuesto por un mecanismo de rotación y propulsión con generadores autónomos sin necesidad de alimentación por combustión, desafiando la fuerza de la gravedad, lo contrario al motor de explosión. Su máxima era: “primero es necesario comprender la naturaleza, después imitarla”. Reclutado para la Luftwaffe por Himmler, comandante en jefe de las SS, para crear tan poderosa fuente de propulsión, Schauberger, un genio no reivindicado lo suficiente, murió en 1958, en Linz, Austria, a los 73 años de edad, curiosamente a los cinco días de regresar de un viaje a Estados Unidos donde prácticamente le robaron todas sus numerosas patentes.
LOS PLATILLOS VOLANTES HAUNEBU
Esos “platillos volantes” de las diferentes series Haunebu -de los que existen fotografías obtenidas por los aliados cuando invadieron el territorio del III Reich y en cuya incuestionable autenticidad se apoyan varios sumarios- tienen especial importancia.
Esas “peonzas voladoras” estaban movidas por un propulsor electrogravitacional de “terriones” -al que se dio el nombre de “Terrionador Thule”- que quedaba acoplado a un generador de bandas de ondas tipo Van de Graaff, a un aparato magnético productor de energía a base de carbón y a una dinamo cónica de energía turbinosa tipo Marconi. Se asegura también que la construcción práctica de aparatos basados en esos principios de propulsión se debió a la inventiva del capitán alemán Hans Koheler y que ya en 1944 fueron fabricados en serie los conversores de “terriones” tanto en fábricas de la empresa AEG como de Siemens.
“El propulsor de Koheler -se dice en un informe- precisaba, para ponerse en funcionamiento, de una energía inicial muy baja y mínima que podía serle proporcionada por un acumulador eléctrico que lo activaba. Después de poco tiempo, el conversor de carbón ya funcionaba automáticamente con plena autonomía, puesto que se convertía en un generador de energía que actuaba, sin consumirse, como un catalizador: en este caso, la energía se produce a partir de nada consumible. Se originaba, eso sí, una transformación de las fuerzas electrogravitacionales existentes en el interior de la Tierra en electricidad utilizable. Un principio de simplicidad genial cuando se ha logrado dominar y se sabe utilizar correctamente”.
“El aparato volador Haunebu II (continúa explicando el documento), que poseía un cañón de grandes dimensiones, habría de provocar una impresión inolvidable en toda persona que lo contemplase sin estar preparada para ello o sin saber de qué se trataba, pues alcanzaba casi los veinticinco metros de diámetro y en su eje central superaba los diez metros de altura”.
BOMBAS EN FORMA DE DISCOS Y PLATILLOS VRIL
Que algunos artefactos bélicos alemanes tenían una extraña forma discoidal no es ningún secreto. Así, bajo la designación de V-4 (la generalidad del público sólo conoce la V-1 y la V-2) se construyeron varios discos voladores para ser empleados como “bombas volantes”. De esta manera, los datos llegados hasta nosotros aseguran que en 1941 ya habían sido acometidos los estudios para diseñar la “peonza volante” de Schriever-Habermohl, un avión de forma circular y despegue vertical provisto de motores de “reacción convencional”, efectuándose a finales de 1942 las primeras pruebas de vuelo, durante las cuales se constataron graves errores de construcción.
Paralelamente, y después de una larga serie de ensayos, el ingeniero Richard Miethe comenzó a trabajar (también en 1942) en la construcción de aparatos que volaran y tuvieran forma de disco. De sus investigaciones, realizadas en colaboración con el científico italiano Giuseppe Belluzzo, surgiría una nueva versión de la V-7.
Transcurrido un tiempo, y bajo el apoyo del propio Führer, los equipos “Miethe-Belluzzo” y “Schriever-Habermohl” entraron en contacto con el propósito de aunar esfuerzos para realizar coordinadamente sus investigaciones y hacer otras en conjunto.
Finalmente sus aspiraciones y sacrificios dieron como fruto la primera, legendaria e increíble V-7, aparato similar a un helicóptero ultrasónico que presentaba doce agregados tipo turbo BMW-028. En su primera prueba se remontó a una altura de 20.813 metros, alcanzando en la segunda 24.200 m. Y todo ello utilizando helio como “combustible de base” (22 metros cúbicos de este gas fueron suficientes para mantener un promedio de dieciséis horas de vuelo). La apariencia de este mecanismo, a una distancia de varios miles de metros, podría, sin lentes de aumento, asemejarse más o menos al platillo de un juego de mesa. De hecho, un helicóptero es muy diferente, tanto en su estructura como en su forma. Para describirlo en términos comunes, esta aeronave tendría la hechura exacta de un disco olímpico, un inmenso disco de metal de figura circular, con un diámetro de aproximadamente cuarenta y dos metros. Más de veinte meses de experimentos, diseños continuamente revisados, y estudios sumamente complicados de ciencia giroscópica e innumerables pruebas, que resultaron en la muerte de dieciocho pilotos, fueron necesarios para construir esta máquina. El problema fue encontrar la forma aerodinámica ideal que pudiera romper la barrera del sonido y transportar fácilmente bombas guiadas por radio y radar. El principio de propulsión era, más o menos, el del jet, pero en lugar de dos, cuatro u ocho turbinas, el aparato usaba doce de ellas, dispuestas a distancias iguales dentro de un anillo de metal en movimiento, girando alrededor de la masa central. No hay llamas visibles ni humo, porque los gases que provienen de la combustión son recuperados por un sistema de compresión extremadamente inteligente, descubierto en 1938 por un ingeniero británico.
Por otra parte, se desarrolló también otra línea de “discos volantes” conocidos como serie Vril. De ella se ocupó el “grupo Schumann” en íntima relación con el departamento E-4, de las SS, especializado en “armas milagrosas”.
Hoy sabemos que llegaron a construirse diecisiete aparatos de la serie Vril-1. Su diámetro era de 11,56 metros, podían alcanzar velocidades de 2.900 km/h y llevaban un cañón teledirigido como dotación de combate. El Vril-1 era el equivalente revolucionario de un “avión de caza”, mientras que el Vril-9 era un “caza monoplaza”. Curiosamente, su diseño parece coincidir con el del aparato que fue visto en la Luna por el astronauta norteamericano Edwin Aldrige.
BOMBAS DE FUEGO QUE PARALIZAN LOS MOTORES DE LOS AVIONES
Aunque al final de la Segunda Guerra Mundial resultaba evidente que era imposible coordinar los esfuerzos y mermaban los recursos, los nazis no dejaron en ningún momento de perfeccionar sus armas. Es más, al ir dominando la tecnología de propulsión electrogravitacional -se asegura en más documentación- obtuvieron mayor velocidad, maniobrabilidad y otras prestaciones en los aparatos. Así, se afirma, que en una fase intermedia, en la ciudad alemana de Neustadt y bajo el control de tropas técnicamente especializadas de las SS, se desarrolló el proyecto “bola de fuego” que se comenta más arriba, al que los estadounidenses denominaron acertadamente foo fighter o “combatiente total” (se deriva a partir de una mala pronunciación de feu -“fuego” en francés-, unido a fighter -“caza” en inglés-, queriendo significar caza de fuego). Estas bolas eran dirigidas, mediante ondas de radio, hasta la proximidad de las formaciones aéreas aliadas. Posteriormente, los sensores de ondas infrarrojas de que iban provistos estos artefactos eran los autores del contacto final con el objetivo a destruir. El sistema se basaba en la búsqueda de fuentes de calor emitidas por los gases de escape de los aviones enemigos, haciendo que su radar resultara automáticamente destruido, dejando a los tripulantes sin orientación operativa y casi a la deriva. Se caracterizaban por su alta celeridad y facilidad para ser dirigidos más allá de las posibilidades desarrolladas en la época; los relatos indican que podían acelerar o desacelerar instantáneamente, o flotar estacionarios.
Se sabe que, en una fase posterior de este proyecto, se idearon unos “tubos especiales” que funcionaban descargando de electricidad el objetivo y provocando, por tanto, un “total fallo del motor” o una “ausencia repentina de electricidad”. Un fenómeno muy similar al ocurrido en algunos avistamientos de objetos volantes no identificados, en los que los vehículos motorizados se detienen bruscamente sin conseguir que vuelvan a funcionar mientras dura la presencia del ovni.
LA INVASIÓN EXTRATERRESTRE Y LA CONSPIRACIÓN OVNI
Es incuestionable que estos aparatos volaron y se utilizaron en aquel periodo. Pero, ¿continúan haciéndolo hoy? Si los comparamos con las fotografías de ovnis tomadas en distintos lugares en nuestros días, podemos observar una enorme semejanza entre ellos y los artefactos que construyeron los nazis.
Prueba de ello es que, con motivo de uno de los primeros discos voladores, avistado en Praga a comienzos de 1945, la prensa asociaba totalmente el fenómeno a los nazis, titulando (como se ha dicho) así las noticias: “Los discos voladores inventados en Alemania”. Sin embargo, al poco tiempo, investigadores afirman que movidos tal vez por la ciencia ficción de moda en ese momento o quién sabe si por otras oscuras intenciones, los gobiernos -y por consiguiente los medios de comunicación- comenzaron a especular sobre el “peligro de invasión extraterrestre”. El mismo Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos (1977-81), declaró que él, personalmente, había visto un ovni. Incluso en algunos círculos científicos se llegó a comentar que “el presidente de Estados Unidos y el Secretario General del PCUS (partido comunista, único partido político permitido en la URSS) habían conversado seriamente sobre la posibilidad de sufrir un ataque masivo de ovnis”, hablando de ellos como si se tratara de naves venidas del espacio exterior. No obstante, años después de que los rumores sobre “visitantes extraterrestres” se extendieran por todo el planeta, la revista estadounidense Examiner volvía a la tesis de finales de la guerra en un artículo publicado el 26 de mayo de 1988 bajo el título: “¡El misterio de los ovnis, desvelado!”, y en el que se decía: “El secreto sobre los objetos voladores no identificados estaba ya resuelto hace mucho tiempo, si es que existió alguna vez. Los extraterrestres son, en realidad, nazis que desean reedificar su imperio. Los gobiernos del mundo están perfectamente informados de todo este asunto y, por ello, callan, y, al mismo tiempo, están verdaderamente aterrorizados”.
NAVES NODRIZA CON FORMA DE PURO
Un dato más que parece dar pábulo a la “hipótesis nazi” es que en algunos informes sobre ovnis se habla también de la existencia de aparatos gigantescos -con forma de cigarrillo o puro habano-, que se han interpretado como naves nodrizas en las que se alojarían los “discos voladores” y que suelen viajar con mayor lentitud siguiéndolos. Pues bien: según documentación, bajo el nombre de Andrómeda, se escondía, en efecto, el proyecto para una nave nodriza; maquinaria que -se asegura- existía ya en 1944, habiendo sospechas de que las había, incluso, con anterioridad a esa fecha.
Con una eslora superior a los cien metros, estas naves aéreas titánicas se impulsaban con propulsores tipo Thule y estaban proyectadas con una capacidad interior suficiente como para transportar y alojar un aparato Haunebu y varios de tipo Vril. Todos ellos podían despegar de la nave nodriza durante el vuelo de la misma e, igualmente, retornar a ellas a través de unas escotillas laterales especiales. También se dice que estos imponentes aparatos iban armados de cañones que podían emerger y recogerse de forma automática. Y lo cierto es que, tras la guerra, fueron capturados por los aliados dos proyectos de construcción de estas enormes naves Andrómeda; ahora bien, sobre su fabricación real y operativa no se ha podido aportar prueba alguna. Sin embargo, y a pesar de no contarse con vestigios de la época, parece que actualmente existen aparatos tipo Andrómeda o similares y que han podido observarse perfectamente en vuelo. Las fotografías posbélicas de los “cigarros voladores” son abundantes.
EXTRATERRESTRES QUE HABLAN EN ALEMÁN
Un hecho muy concreto, las fotografías tomadas por George Adamski en 1952 a un “platillo volante”, en el que eran claramente visibles los símbolos (ocultistas) del sol negro nazi, dador de sabiduría y que proporcionaba su fuerza superior a la raza aria, hizo que se adoptaran urgentes y enérgicas medidas. Así, en un dosier secreto de la CIA conocido gracias a una filtración, se decía que “ha sido estructurada una red de información a nivel mundial… y se han cursado órdenes a las principales bases aéreas militares bajo nuestro mando para localizar, interceptar y abatir a los ovnis… Todo este tipo de información debe ser cuidadosamente ocultada y preservada del acceso público a fin de evitar un miedo generalizado”. A partir de entonces las fotografías sobre discos voladores serían confiscadas o publicadas sistemáticamente como falsas. Además, se programó paralelamente una campaña orientada a atribuir un origen extraterrestre a los ovnis y a promover “evidencias” de la “normalidad” de visitas extraterrestres a lo largo de la historia. “De esta forma -expresa un misterioso documento- se evita que se relacionen a los ovnis con el III Reich o el nacionalsocialismo, y se minimiza, por tanto, la sensación de pánico mundial”. Sin embargo, aunque existían múltiples narraciones ridículas sobre ovnis que tienen por protagonistas a “venusianos”, “hombres verdes” y extraños seres monstruosos, hay otros testimonios que deberían ser tenidos en cuenta. Es el caso de cierto californiano, comerciante de cereales, que aseguró haber visto un ovni posado en el suelo y haber oído nítidamente a los tripulantes de la extraña nave expresarse en un correcto alemán, idioma del que era conocedor, y no en un lenguaje marciano.
La reacción del gobierno estadounidense ante estas afirmaciones fue automática, intentando impedir una mayor difusión de esos datos; y así, a pesar de comprobarse que aquel hombre era sincero en sus manifestaciones y gozaba de una salud mental totalmente normal, se le apartó de la vida pública, fue internado en prisión y se procedió a eliminar toda huella de sus manifestaciones.
George Adamski no sufrió la misma suerte, pero fue porque afirmó haber contactado “simplemente” con venusianos… Y, no obstante, los misteriosos diseños vistos por Adamski eran, indudablemente, cruces gamadas; lo que sucede es que él los relacionó con símbolos universales y ancestrales sobre Venus.
EXPEDICIÓN A LA ANTÁRTIDA
Otro hecho que apoya la tesis del relato sobre el origen nazi de muchos ovnis es la misteriosa expedición a la Antártida realizada por los alemanes en 1938 bajo el mando del capitán Alfred Ritscher. Su objetivo, tanto científico como militar, consistía sobre todo en conquistar un espacio de este inhóspito lugar.
Y así fue cómo el nombre del buque en el que se trasladaron los alemanes (Schwabenland), un carguero capaz de transportar y catapultar aviones que había sido adaptado para la expedición en los astilleros de Hamburgo y que contaba además con una estación meteorológica, fue puesto a una amplia zona de costa antártica -Neuschwabenland (Nueva Suabia)-, un territorio de unos 600.000 km² no definido exactamente ubicado en la Tierra de la Reina Maud que ningún gobierno germano de posguerra ha dejado de reivindicar.
Años más tarde, en uno de los momentos más encarnizados de la Segunda Guerra Mundial, Karl Dönitz, el gran almirante de la Kriegsmarine (Marina de Guerra) del III Reich, transmitió una misteriosa orden a las “fuerzas de reserva del último batallón” de submarinos, plenos de importantes misiones, una tarea “especial adicional”. Respecto a los pormenores y detalles de sus instrucciones, nunca se ha podido saber nada con certeza y, hasta hoy mismo, permanecen en el más absoluto misterio. Pero este, que jamás hablaba de fantasías, por medio de un telegrama enviado en diciembre de 1943 -y que pasó casi desapercibido- manifestaba lo siguiente: “La flota submarina alemana se siente orgullosa de haber construido un paraíso terrenal, una fortaleza inexpugnable para el Führer en alguna parte del mundo”.
Hay que tener en cuenta que, en aquellos días, la flota submarina germana era la más perfeccionada de todo el planeta. Hay plena certeza de que se construyeron submarinos antisonar, de propulsión eléctrica, desmontables y veloces. También se sabe que existían proyectos para construir otros superiores incluso a los indicados, y está demostrado que el transporte masivo de hombres, víveres, municiones y variedad de mercancías por vía submarina era totalmente posible y seguro para los alemanes. En realidad, el III Reich jamás interrumpió su contacto permanente con Japón ni con otros puntos del globo.
Pero, ¿cuáles eran los verdaderos objetivos, estratégicos y militares, de aquella potencia submarina? Algunos dicen que parecían ser otros muy distintos a ganar la guerra entablada en la superficie. Lo cierto es que los documentos capturados por los aliados, relacionados con la armada submarina alemana, durante la Segunda Guerra Mundial, sus misiones, tácticas, finalidades, propósitos, etc., aún están bajo prohibición de consulta (o curiosamente perdidos) sin ninguna clase de justificación. Aunque, sin duda, habrá una que los aliados y algunos más conocen.
Nueva Suabia ha sido objeto de varias teorías de la conspiración durante décadas. La más difundida de ellas postula que una enorme instalación militar fue construida allí, a donde en 1945 se habrían retirado tropas nazis y militares de alto rango. Base que habría sido buscada infructuosamente por los Estados Unidos y el Reino Unido en secreto durante tiempo. Esta teoría supone que las tropas nazis sobrevivieron en oasis termales de este territorio, que les proporcionarían energía y calor.
LA MISTERIOSA DESAPARICIÓN DE CIEN SUBMARINOS
Algo que añade más misterio al asunto es que, hasta la fecha, no se sabe el paradero de cerca de cien submarinos prácticamente indestructibles. Los aliados han revisado bien sus hundimientos de buques sumergibles alemanes y no les salen las cuentas. Pero tal cantidad de submarinos “volatilizados”, sin dejar ningún rastro, representa una vasta flota. Y es que no se trata de submarinos normales, ya que buena parte de los mismos eran del tipo U-21, unos supersubmarinos fabricados en las postrimerías del III Reich y muy perfeccionados. Así, los tipos U-21 y U-23 eran de gran tamaño, pero estaban construidos por módulos y podían desmontarse para ser trasladados. Los enormes sumergibles mercantes del tipo U-10 tenían gran facilidad para transportar los módulos individuales destinados a construir los anteriores o para que navegasen, desmontados, en su propio seno.
La única explicación para este misterio supone nuevas preguntas: ¿Serán estos barcos desaparecidos los “submarinos fantasmas” que, desde 1945, son vistos de vez en cuando en el mar? ¿Dispondrán, para esconderse, de bases especiales, protegidas e indetectables, tal vez en el seno de los eternos hielos polares?
UNA DERROTA INEXPLICABLE
Aprovechando el buen clima invernal antártico, en el invierno de 1946, recién acabada la guerra en Asia, llegó a la Antártida, bajo el mando del almirante Richard E. Byrd, una importante flota estadounidense con un portaaviones y un acorazado al frente de un grupo de combate con cuatro mil hombres para el desembarco. Esta expedición tenía como nombre clave Highjump (término deportivo inglés para designar el salto de altura). Después de una meticulosa y larga preparación, el convoy arribó al lugar en febrero de 1947; pero se dio por finalizada apresuradamente el día 3 de marzo de ese mismo año. Y en este ínterin, según documentos militares, se perdieron de forma “enigmática” varios aviones de combate y hubo “bajas” de marines. No se informó abiertamente, pero parece que actuaron fuerzas misteriosas que repelieron la presencia militar americana e hicieron imposible su asentamiento.
Tras cancelar la operación, repentinamente, el almirante Byrd comunicó a la prensa algo sumamente extraño y fuera de contexto: “Resulta una verdad muy amarga de admitir; pero en caso de un nuevo conflicto bélico, podremos ser agredidos por aviones que tienen la capacidad de volar vertiginosamente desde un Polo a otro. Se requiere tomar urgentemente medidas adecuadas de protección para interceptar a las aeronaves enemigas que provengan de regiones polares. Especialmente interesa -y se precisa- circundar la Antártida de una zona de defensa y seguridad”. Con todos estos datos, algunos aventurados concluyen que la invasión del territorio antártico alemán, la Nueva Suabia, deseado por Estados Unidos como un conveniente “botín de guerra”, aparentemente fácil de ocupar, resultó un rotundo fracaso; y es ridículo creer que este se debiera a un ataque de “pingüinos asesinos”…
En 1958 se realizó una nueva expedición estadounidense a la Antártida; pero en esta ocasión portaban armas terriblemente eficaces, incluso nucleares. Llegaron allí en el frío y oscuro verano polar. En tres ocasiones -27 y 30 de agosto y 9 de septiembre- se lanzaron misiles atómicos contra el territorio de Neuschwabenland, pero en ninguna de las tres ocasiones alcanzaron tierra, sino que explosionaron -sorpresivamente- en pleno vuelo al aproximarse a la vertical de la costa. ¿Qué razón hubo para realizar aquellas empresas bélicas sobre la zona antártica? ¿Y para rodear todo este tema de misticismo, desinformación, descrédito y noticias falsas?
LOS PRIMEROS VUELOS ESPACIALES FUERON DE LOS NAZIS
Un último hecho podría aclarar más este enigma: se conservan fragmentos de un informe alemán definitivo. Versa sobre una “misión suicida” que se llevó a cabo con un único Haunebu III que se llegó a construir: ¡un vuelo a Marte!
El Haunebu III tenía 71 metros de diámetro. Matemáticamente se calculó su capacidad de autonomía con propulsión electrogravitacional y resultó ser de 75.274.000 kms, es decir, que cubría la distancia Tierra-Marte. Pero después el impulsor electrogravitacional quedaba inoperante porque lentamente se ligaba a los metales que entonces se pudieron utilizar en su construcción. Un viaje en tales condiciones significaba, en consecuencia, un éxodo a lo desconocido; y lo más probable, sin posibilidad alguna de regresar para la tripulación, compuesta por alemanes y japoneses. Pero así se decidió (según el documento mencionado) en el departamento E-4 de las SS, en la primavera de 1945; aunque fuese un postrer acto de sacrificio.
Tras partir, el aparato navegó durante ocho meses y medio alcanzando la superficie del planeta rojo, como estaba previsto, a mediados de enero de 1946. Al parecer, no hubo problemas en el trayecto, pero se piensa que con el propulsor electrogravitacional prácticamente agotado, la extremadamente tenue atmósfera marciana y la atracción gravitatoria, el aterrizaje de la nave no debió ser suave. Aún así no hay seguridad de que fuese un aterrizaje forzoso, porque -siempre según el informe- llegó con la energía mínima suficiente para contrarrestar la relativamente leve fuerza de gravedad marciana.
Lo cierto, en cualquier caso, es que por ahora solamente podemos especular sobre aquella empresa espacial pionera y el destino de aquellos anónimos primeros cosmonautas. Y es que, por increíblemente fantástica que pueda parecer esta historia, estaríamos ante un acontecimiento contrastado en numeroso material secreto celosamente ocultado al público.
¿Cabría la posibilidad de que la tripulación del Haunebu III encontrase algo más de lo que las actuales sondas no tripuladas han descubierto para nosotros, como verdaderos restos de cultura o incluso refugios subterráneos habitables? Imposible saberlo. Aunque lo más probable, todo hay que decirlo, es que la nave esté hoy, de ser real la historia, sepultada bajo metros de arena marciana.
¿HAY BASES NAZIS EN LA LUNA?
Un informe se refiere también a extrañas fotografías de ovnis tomadas desde naves espaciales… A una nave tipo Haunebu III aproximándose desde la Luna a la Tierra…, a una enorme y extraña letra “S” trazada sobre el suelo lunar… ¿Podría ser la inicial del término militar alemán Stützepunkt o “punto de apoyo”? ¿Puede tratarse de simples alucinaciones cuando estamos ante un insobornable y neutral material fotográfico?
Todo esto, por supuesto, son hipótesis difíciles de creer y hasta de concebir, aunque si observamos en grupo el mosaico de datos y hechos, viendo cómo se complementan unos con otros, ello nos lleva, por una lógica elemental, a reflexionar sobre el conjunto del tema de una forma mucho más seria y comprometida con su veracidad, y muchas piezas aisladas que carecen de sentido por sí solas o parecen una auténtica locura sin fundamento pueden convertirse en pruebas irrefutables en asociación de elementos. Es el caso de los esquemas de platillos volantes alemanes: Tomo 1.º del libro Deutsche Flugscheiben und U-Boote überwachen die Weltmeere, de O. Bergmann (Editorial Hugin e.V.S., Postfach 13, 5802 Wetter 1, Alemania).
Durante la Guerra Fría se fabricaron quince mil bombas nucleares y nueve mil misiles intercontinentales, pero repentinamente, se inició una rápida carrera espacial, abandonando la fabricación de armas. Mucho antes, Wernher von Braun, tras matar a miles de londinenses con sus misiles declaró que: “A fin de cuentas, me importa un bledo la victoria de Alemania, ¡lo que quiero es la conquista de la Luna!”, ¿por qué razón?
En octubre de 1958, astrónomos americanos, soviéticos y británicos detectaron un objeto aproximándose a nuestro satélite a una velocidad superior a 40.000 kilómetros por hora, además emitía señales de radio que no se pudieron interpretar. Estudiosos afirman que este tipo de incidentes precipitaron la carrera espacial y el desarrollo de ciertos proyectos, como el Horizon, para la instalación de bases en la Luna. Tal vez se pensase que dichos objetos formaban parte del arsenal nazi y que por tanto, no toda la tecnología estaba en sus manos, pese a la exhaustiva misión antártica. Días después de este episodio se produjo una reunión secreta celebrada en Ginebra a la que acudieron soviéticos, franceses, ingleses y americanos donde se estudiaron estrategias en común para desarrollar conjuntamente los proyectos espaciales. Al parecer fueron los americanos los que propusieron programas conjuntos, como el alunizaje de astronautas soviéticos y estadounidenses, pero el líder Khrushchev no aceptó los gastos que aquella empresa suponía y percibiendo además un intento de robar la tecnología espacial superior de la URSS en aquel entonces, rechazó tales ideas de colaboración.
BORRANDO TODO RASTRO
Se sabe, desde luego, que a principios de mayo de 1945 todos los centros alemanes de investigación aeronáutica recibieron la orden de Adolf Hitler de destruir toda evidencia sobre proyectos y armas secretas en desarrollo. Ya en aquella época los alemanes eran poseedores del cohete A-9, capaz de mantener a un astronauta en órbita permanentemente en torno a la Tierra.
Según otra información divulgada, al final de la Segunda Guerra Mundial, estaba también muy avanzada -en los laboratorios subterráneos secretos de Breslau- la construcción de cuatro prototipos de discos volantes, que formaban parte del programa Vergeltungswaffen (armas de represalia). Algunos expertos militares creen que, de haber comenzado antes la producción en masa de estas armas, o bien de haber empleado los fondos destinados a su investigación, avance, mejora, progreso y perfección a armamento de carácter más inmediato, el ejército alemán hubiera sido capaz de ganar la guerra sin mayores problemas. De hecho, muchos historiadores están de acuerdo en que el conflicto bélico habría cambiado totalmente su rumbo, sin ningún tipo de dudas, si hubiera durado apenas cuatro o seis meses más.
Se asevera que, en los últimos momentos, cuando los rusos presionaban por el frente del este y los estadounidenses avanzaban por el oeste, mientras Hitler y sus íntimos colaboradores se guarecían en el búnker berlinés, se embarcaron todos los planos y prototipos secretos de Breslau en un submarino que zarpó de Kiel con rumbo desconocido. ¿Arribó el sumergible a algún lugar secreto de América del Sur? ¿Llegó a la Antártida? ¿Continuaron los trabajos iniciados en Breslau en algún lugar ignorado? Si así fuera, tendríamos una posible explicación verosímil para esos ovnis tripulados por hombres altos y rubios vistos, particularmente, poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial.
Claro que ello no explicaría el avistamiento de todos los casos de ovnis. Porque ya los textos evangélicos hablan de misteriosas ruedas de fuego girando en el espacio y, a lo largo de toda la historia humana (Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea), encontramos innumerables relatos sobre objetos voladores no identificados, como puede comprobarse leyendo cualquier tratado al respecto. Los UFO-NS, los ovnis nacionalsocialistas, podrían ser la explicación de fenómenos recientes y no de todos. ¿Y los vistos anteriormente?
Podríamos pensar que las técnicas alemanas coincidieron, en mayor o menor medida, con visitas de otras civilizaciones superiores ¿extraterrestres?, ¿intraterrestres? O que los nazis las hubieran obtenido de esas civilizaciones o de su estudio e investigación. Se sabe, por ejemplo, que el Führer creía en la teoría de que la Tierra es hueca y que hizo esfuerzos por entrar en contacto con ese mundo intraterreno a través de comunicaciones subterráneas. Es cada vez mayor el convencimiento de que existen aberturas polares que a él conducen, por lo que cabe la posibilidad de que alguna expedición llegara a descubrirlo. Debe tenerse en cuenta que los nazis no administraban las partidas económicas destinadas a ciencia de la manera en que se hacía en otros países del mundo. Su modo de incentivar la investigación y el desarrollo no era ortodoxo, y en los casos en que la misma coincidía con su deformada ideología, se derrochaba una gran cantidad de dinero y energía. Como muestra, el departamento de arqueología de la Ahnenerbe (entidad seudocientífica) invirtió más posibles en expediciones e investigaciones por todo el planeta que los americanos en el desarrollo de la bomba atómica. A todo ello, hay que sumar el hecho de que el irracional establishment nazi generó un caldo de cultivo creativo en el que se promocionaron ideas y conceptos de todo tipo. Algunos de ellos, sobre todo en el campo de la ingeniería, serían casi imposibles de subvencionar en cualquiera de los estados democráticos aliados, pues rayaban lo delirante y la ciencia ficción. Sin embargo, un buen puñado de esos alocados proyectos prosperaron.
Se asegura que Hitler evitó relacionarse con el ocultismo, y de hecho en 1935 prohibió todos los grupos ocultistas. No obstante, pese a ello, es posible que estuviese vinculado, al menos, a uno. Resulta bastante conocido el dato que en Alemania la sociedad secreta Thule poseía un nexo de unión con el III Reich; e incluso algunos autores afirman que Adolf Hitler no fue sino un portavoz de dicha sociedad secreta. Igualmente, se vincula a la seudocientífica y esotérica sociedad Vril con las teorías especulativas de las armas maravillosas que los nazis intentaron desarrollar, apuntando que simplemente era una escisión de la sociedad Thule. Y es que el Führer, como demuestra su búsqueda de la lanza con la que atravesaron a Cristo en la cruz o la del Santo Grial, estaba obsesionado con obtener cualquier poder paranormal que pudiera usar en contra de sus enemigos.
Lo que se puede sostener sin ningún género de dudas es que Rudolf Glauer (conocido como el barón Rudolf von Sebottendorf), fue el que fundó dicha sociedad en 1918 y que entre sus miembros contaba con personajes nazis prominentes como el militar y abogado Hans Frank, Julius Streicher, Wilhelm Frick, el político Alfred Rosenberg o Rudolf Hess, y que dicha organización creó el Deutsche Arbeiterpartei (DAP), más tarde transformado por Hitler en el NSDAP (Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores). Por otra parte el geógrafo y experto en sánscrito, Karl Haushofer, íntimo amigo de Hess, fue el fundador de la orden de los Hermanos de la Luz (conocida más tarde como sociedad Vril). Teniendo en cuenta todos estos datos, ¿es posible que el III Reich se nutriese de los conocimientos antiguos que habían perdurado como legado en las arcaicas tradiciones esotéricas? Y de ser de este modo, ¿cuál fue el grado de conocimiento alcanzado?
Más de tres millones de patentes industriales, médicas y tecnológicas germanas fueron incautadas o robadas como botín de guerra por los aliados; y sobre esas patentes se ha construido, nos agrade o no, el desarrollo tecnológico del mundo hasta la fecha actual. Así que, paradójicamente, el gran salto que pegó Estados Unidos y la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, se debe, en buena medida, al expolio y saqueo científico que hicieron en el continente europeo durante el conflicto armado y después. Y es que por la misma razón por la que a finales del siglo XIX para hacer ciencia de vanguardia había que estar en Francia, en las décadas posteriores el potencial tecnológico basculó hacia Alemania, por lo que no debemos olvidar que a principios del XX este país era el epicentro científico del planeta, y Estados Unidos ni se le aproximaba. Disponía de los mejores y más reputados especialistas en casi todas las ramas del saber. Era de esperar que un enfrentamiento bélico, como siempre ocurre, hiciera avanzar ese potencial cuantiosamente. Lo que no era predecible ni es fácilmente explicable es que lo hiciera hasta tal punto. Muchos de los progresos encontrados en Alemania, o los aún secretos desarrollos en el campo nuclear, eran tan disparatados y avanzados para la época que los vencedores tardaron años en copiar y duplicar de manera muy primitiva esa tecnología.