Poltergeist

Enseres volando por los aires, olores extraños y desagradables, luces inexplicables, cristales que se rompen, cuadros girando en la pared, objetos que se incendian de manera espontánea...

Poltergeist

Es esta una palabra alemana que significa “espíritu alborotador”. Un caso típico fue el que comunicó la revista norteamericana Harper’s Magazine en el año 1962. El artículo contaba cómo una pareja de mediana edad alquiló una casa aislada en Cape Cod, con intención de pasar allí el verano. La primera noche después de su llegada, estaba el marido sentado escribiendo cuando su mujer Helen, que se había acostado temprano, preguntó: “¿Eres tú?”, porque había escuchado un ruido, como si alguien golpease con un bastón el muro exterior de la casa, junto a la entrada.

Ninguno de los dos hizo mucho caso del incidente, pero la noche siguiente se volvió a escuchar el ruido. El marido se abalanzó fuera con una linterna, pero el ruido cesó tan pronto como abrió la puerta principal. A partir de ese día, todas las noches hubo ruidos, y siempre fracasaron los intentos de atrapar al causante de ellos.

La segunda semana, el marido fue despertado tres noches seguidas por otros ruidos diferentes. La primera vez fue como el que hace una caja de cerillas cuando cae al suelo. Encendió la luz en seguida, pero no pudo ver nada. La segunda, como si volase a través de la habitación una hoja de papel de periódico. La tercera, como si alguien arrastrase por el suelo un objeto pesado, hasta tropezar con la pared. No se halló explicación a ninguno de estos ruidos.

En la tercera semana empezaron a escucharse pasos. Eran inconfundibles, fuertes y pesados como los de un hombre corpulento calzado con botas. Cuando la pareja estaba en el salón de la planta baja, los pasos se oían en las habitaciones de arriba; cuando ellos se retiraban a estas, entonces los pasos se escuchaban abajo. Y siempre que iban a mirar, hallaban vacías las estancias.

Mediado el veraneo, una vez se oyó en el garaje un golpe tan fuerte que toda la casa retembló; fue como si hubiera caído sobre el techo un piano de cola. Salieron corriendo para averiguar la causa. Pero el garaje, que solían usar para guardar sus libros, estaba desierto.

Y no fueron los inquilinos los únicos en escuchar aquellos ruidos. Durante su estancia recibieron la visita de unos amigos, un abogado con su esposa y su hija. La primera tarde de la visita, las mujeres salieron a dar un paseo en tanto que los hombres se quedaban en casa para redactar un contrato. Mientras charlaban, el abogado inquirió que le gustaría saber algo más acerca del espíritu del que le habían hablado… y en ese preciso instante se oyó un chasquido en la pared.

Entonces sugirió que podía ser debido a la madera de las vigas, al secarse, pero veinte minutos después empezaron otra vez los pasos. Como no creía en espíritus, el abogado subió a explorar las habitaciones y la buhardilla con la linterna. No halló nada. Aquella noche, el abogado y su familia escucharon el golpazo en el garaje, aunque en esta ocasión la otra pareja no oyó nada.

Esta crónica -quizá algo alejada de lo que, sobre todo el cine, suele mostrarnos sobre el tema- viene a ser bastante representativa de lo que realmente es un fenómeno poltergeist, una experiencia que suele tener un inicio abrupto y cuya duración puede oscilar desde horas hasta incluso años, pero que bien es cierto que en ocasiones es todavía más espectacular que hasta lo ahora relatado (eso sí, siempre muy ruidosas): enseres volando por los aires, olores extraños y desagradables, luces inexplicables, cristales que se rompen, cuadros girando como locos en la pared, objetos que se incendian de manera espontánea, bombillas que explotan, teléfonos que no paran de sonar, vajillas que se caen de los aparadores… o hechos más alarmantes y llenos de intriga: como piedras cayendo del cielo. No obstante, por lo general, el elemento visual está ausente, y aunque ciertamente siempre sobresaltan, suelen ser experiencias inofensivas. El poltergeist representa un patrón de comportamiento más bien burlón, que no malévolo. Quizá se rompa algún cristal, o un objeto de adorno, pero las personas casi nunca resultan lesionadas, ni siquiera tocadas. La casa encantada a menudo da la impresión de estar ocupada por un niño travieso invisible, pero hiperactivo.

Dicho patrón, unido a la observación de que el poltergeist suele asediar a unas personas determinadas, y no tanto a los lugares, motiva la interpretación de algunos investigadores según los cuales el espíritu alborotador no es en absoluto ningún espíritu, sino más bien la exteriorización de energías psíquicas que proceden del subconsciente de alguno de los ocupantes de la casa, comúnmente un joven o adolescente emocionalmente reprimido (sobre todo chicas) que actuaría inconscientemente como agente o foco.

Esta teoría es la más admitida entre los investigadores de los fenómenos psi, aunque algunas escuelas de la Nueva Era postulan que no es suficiente para explicar todos los hechos observados y que, en algunos casos, la hipótesis de la presencia de un espíritu no puede descartarse por completo ya que en ocasiones el poltergeist se origina cuando una persona fallece en medio de un sentimiento de ira. De acuerdo a una variante de esta hipótesis, los poltergeist (y los fantasmas) serían meras impresiones o vestigios del alma. Cuando hay una emoción o sentimiento muy fuerte, se cree que una impresión de este sentimiento queda grabada en el lugar, lo que se suele denominar como “impregnación”, que produciría el fenómeno hasta que dicha energía se disipe. No obstante, algunos poltergeist han sido descritos como capaces de tomar forma y personalidad propia, lo que sugiere algún tipo de conciencia e intención más allá de un mero cúmulo de energía.

Por otro lado, buena parte de la comunidad científica aboga porque toda actividad poltergeist que no se pueda demostrar como fraudulenta, hallará su explicación física en la electricidad estática, campos electromagnéticos, ultra e infrasonido y/o aire ionizado.

El mágico encanto de las velas. Lo mismo son icono de relax y romanticismo que de la vida y la muerte. Están en todos los ritos, templos y hasta en los cumpleaños, porque de ellas depende que se cumpla un deseo. Siempre envueltas de un halo místico, ¿qué fuerza esconden esas pequeñas llamas que llevan una eternidad hechizando al hombre?

Morir y resucitar a voluntad. Un túnel oscuro, una luz al final; el reencuentro con familiares y amigos ya fallecidos; la visión y el contacto con el ángel de la guarda... Y regresar para contarlo. La muerte podría dejar de ser un lugar somático para convertirse en un lugar en la conciencia. Lo que en definitiva siempre fue: un estado de ánimo.

Viejas canciones. Siempre están ahí: rondando en las veredas o en los patios de las escuelas, repetidas día tras día, sufriendo un proceso de trasvasamiento de generación en generación, pero conservando toda la esencia y la pureza del mensaje. Cuando uno las escucha, los recuerdos se afanan por rescatar los años pasados y volver a esos días.




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