Heráclito de Éfeso vive hacia el año 500 a. de C. De familia muy noble, renuncia a su acomodada posición para dedicarse a la investigación filosófica. Escribe una obra, ‘Acerca de la Naturaleza’, de la que se conservan algunos fragmentos, escritos en forma de aforismos y sentencias; por su estilo hermético y confuso se le llama “El Oscuro”.
EL DEVENIR
“Heráclito dice en alguna parte que todas las cosas se mueven y nada está quieto, y comparando las cosas existentes con la corriente de un río dice que no te podrías sumergir dos veces en el mismo río.” (Platón: Crátilo, 402 a)
“Este Cosmos (el mismo de todos) no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida.” (Kirk y Raven, n.º 220)
“El camino arriba y abajo es uno y el mismo.” (Kirk y Raven, n.º 203)
La imagen del río expresa el constante fluir de las cosas. Nada permanece fijo y estable. La realidad de las cosas no es sino su continua transformación.
Como principio primordial y único de todas las cosas aparece el fuego, del que todo sale y al que todo retorna. La multiplicidad de lo real no es más que el resultado de la incesante transformación del fuego (el devenir). Este devenir sigue dos caminos: uno descendente (hacia abajo) y otro ascendente (hacia arriba). De estos dos movimientos se origina la diversidad de lo real. ¿Hay alguna ley que rija este movimiento continuo?
EL LOGOS
“…El Logos es así como yo lo describo…, todas las cosas acontecen según este Logos…, incluso cuando (los hombres) experimentan palabras y acciones tales cuales son las que explico, cuando distingo cada cosa según su constitución y digo cómo es.” (Kirk y Raven, n.º 197)
“La guerra es el padre y el rey de todas las cosas; a unos los muestra como dioses y a otros como hombres, a unos los hace esclavos y a otros libres.” (Kirk y Raven, n.º 215)
“No comprenden cómo esto, dada su variedad, puede concordar consigo mismo (literalmente, cómo esto, estando separado, puede reunirse consigo mismo): hay una armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira.” (Kirk y Raven, n.º 212)
La ley última de todas las transformaciones que ocurren en la naturaleza es el Logos, que rige y ordena toda la realidad. ¿Cómo debe entenderse esta razón? El Logos o la razón que rige el mundo la entiende Heráclito como lucha entre opuestos; pero esta lucha no es equivalente a desorden. La lucha entre contrarios es la armonía del Universo; armonía que no es conciliación de opuestos, sino la lucha misma.
Pero el Logos no es sólo la ley suprema de la naturaleza, es también la ley suprema del hombre y de la sociedad: la razón del hombre individual constituye un momento del Logos universal y las leyes positivas son encarnaciones imperfectas del mismo.
Es preciso, según Heráclito, que el hombre se esfuerce por investigar la naturaleza, con el fin de conocer el Logos universal y vivir conforme a él. Los pasos previos para acceder al conocimiento del Logos universal son: indagar en el Logos individual, primero, y abrirse al Logos de los demás, a la comunicación interhumana, después.
EL LOGOS SEGÚN HERÁCLITO (texto)
Es la razón intrínseca del propio devenir; la ley racional del Universo. (El devenir es lo contrario del ser. Es el incesante y perenne cambio de todo lo real. Para Heráclito, cada cosa es su contrario en cuanto se transforma.)
“Siempre se quedan los hombres sin comprender que el Logos es así como yo lo describo, lo mismo antes de haberlo oído que una vez que lo han oído; pues, aunque todas las cosas acontecen según este Logos, se parecen los hombres a gentes sin experiencia, incluso cuando experimentan palabras y acciones tales cuales son las que explico, cuando distingo cada cosa según su constitución y digo cómo es; al resto de los hombres les pasan inadvertidas cuantas cosas hacen despiertos, del mismo modo que se olvidan de lo que hacen cuando duermen.
Por tanto, es necesario seguir lo común; pero, aunque el Logos es común, la mayoría vive como si tuviera una inteligencia particular.
Tras haber oído al Logos y no a mí es sabio convenir en que todas las cosas son una.” (Kirk y Raven, núms. 197-199)