Miedo, tristeza, apatía, mareos, taquicardia o llanto. Son síntomas que dan la alarma de un posible caso de ansiedad, un trastorno psicológico que es cada vez más frecuente pero que sigue siendo un gran desconocido. Incluso a veces se confunde con el estrés, y aunque son “primos hermanos” no se trata de lo mismo. La ansiedad es un estado vital de adaptación, una reacción emocional ante una situación normal que se percibe como una amenaza. En algunas personas puede convertirse en una patología, derivando, por ejemplo, en ataques de pánico o fobias. Mientras, en el estrés los desencadenantes suelen ser situaciones concretas y muy relevantes, como el exceso de trabajo o un divorcio. Además, el estrés tiene mucha más relación con el cansancio y el agotamiento que la ansiedad. Solamente cuando los niveles de ansiedad aumentan demasiado y se vuelven inmanejables la ansiedad pasa a ser una enfermedad.
Trastornos de ansiedad es el nombre con que se denomina a un grupo de patologías (enfermedades) de carácter mental que tiene manifestaciones a nivel del pensamiento, el comportamiento e incluso en el cuerpo. Entre las más recurrentes se ubican las crisis de angustia, ataques de pánico, fobias y ansiedad generalizada. Y si bien, como se ha comentado, existen similitudes entre estos cuadros, es fundamental distinguirlos con precisión, tarea que corresponde al profesional psicólogo o psiquiatra. De esto dependerá la posibilidad de acceder a un tratamiento efectivo y recibir la orientación adecuada. Muchas veces se hace necesario combinar el abordaje psicológico con la prescripción de psicofármacos, esto último por un especialista. De esta manera se logra una rápida disminución de los síntomas, lo que facilitará el trabajo psicoterapéutico.
MÁS ALLÁ DE LOS NERVIOS
La manifestación de la ansiedad tiene, como vemos, muchas caras: puede aparecer con fobias, con obsesiones, o de forma generalizada, o sea cuando se somatiza y hay efectos físicos. Una de las formas de la ansiedad patológica es la que se traduce en crisis de angustia. Son procesos esporádicos e imprevistos en los que el individuo siente que su muerte es inminente, que va a sufrir por ejemplo una hemorragia cerebral, que padece una enfermedad muy grave o que puede volverse loco. Estas personas pasan a sentir una ansiedad anticipatoria, lo que se denomina ‘miedo al miedo’. Suelen peregrinar de médico en médico hasta que, de forma tardía, llegan al psiquiatra y reciben diagnóstico y tratamiento. Pero, ¿qué son los trastornos de ansiedad?
Todos tenemos miedo o nos preocupamos de vez en cuando. De hecho, muchos de nosotros estamos preocupados la mayor parte del tiempo: sobre el crimen que azota nuestra sociedad, el dinero, el trabajo, los hijos, los padres y las enfermedades, entre otras muchas preocupaciones habituales. Sin cierto grado de ansiedad, no lograríamos hacer nada. Por ejemplo, si no nos preocupara conservar nuestro empleo, probablemente no trabajaríamos lo suficiente. Preocuparse puede ser útil. Pero en algún momento, algunos de nosotros cruzamos la frontera hacia un trastorno de ansiedad.
Los médicos consideran que los trastornos de ansiedad son exageraciones de los temores normales, adquiriendo diferentes formas. Algunas personas se preocupan constantemente; no pueden concentrarse porque no pueden dejar de pensar en una preocupación particular. Pero esa preocupación se vuelve desproporcionada. Por ejemplo, una persona podría estar casi llorando al preocuparse por la seguridad de su hijo aun cuando supiera que el niño se encuentra seguro en casa. Otras personas experimentan síntomas que les hacen pensar que están sufriendo un ataque cardiaco. Algunas experimentan ataques de pánico. Sin embargo, pese a que quienes padecen trastornos de ansiedad a menudo refieren síntomas diferentes, tienen una cosa en común: sus temores son desproporcionados en relación con lo que ocurre realmente en su vida. Sus preocupaciones cobran vida propia.
La alarma contra el miedo es demasiado activa en las personas que sufren de trastornos de ansiedad. Esto no significa que su carácter sea débil o que exista un problema de personalidad. La mayoría de las personas que sufren de trastornos de ansiedad están bien adaptadas y son productivas. Sólo que, de vez en cuando, algunas partes de su cerebro comienzan a jugarles “bromas pesadas”. Nadie sabe a qué se debe esto.
Es común que quien padece este tipo de afecciones no realice una consulta psicológica precoz, ya sea por desconocimiento, por temor a la mirada (opinión) del otro, por negación del propio sufrimiento o a causa del mismo aislamiento al que va llevando la enfermedad. De este modo se solicita ayuda cuando la situación ya es más complicada, por la cantidad o intensidad de los síntomas. Incluso es posible que se haya llegado a un punto de cronificación, provocando esto el consecuente deterioro en la calidad de vida y mayores dificultades para la recuperación.
Como en todo trastorno psicológico existe siempre más de una causa que lo determina. Y a su vez, cada persona posee una situación particular que distingue su caso. Por esto, es necesario analizar en sus distintos aspectos la realidad del sujeto.
Por un lado, aparecen elementos propios de la estructura psíquica individual que predisponen al surgimiento de síntomas de ansiedad tales como inseguridad, baja autoestima, rigidez, baja tolerancia a la angustia y a la frustración. A su vez pueden estar en la base de un trastorno de ansiedad hechos traumáticos que no pudieron ser elaborados, como puede ser una pérdida significativa cuyo duelo está pendiente.
También es relevante lo que ocurre en el plano familiar, ya que parte de la base predisponente puede originarse en las características de funcionamiento de dicho grupo y en ciertas particularidades de la crianza. En la experiencia clínica suelen hallarse antecedentes de familias poco continentes emocionalmente, trastorno de ansiedad en alguno de los padres, situaciones de extrema tensión o sobrecarga vividas en el seno familiar durante un lapso prolongado de tiempo (enfermedades, problemas económicos, etc.).
En pacientes adultos debe tomarse también en cuenta la familia actual, dado que allí pueden existir conflictos inconscientes a nivel vincular. Esto puede actuar como disparador o complemento de otras condiciones preexistentes para la aparición del trastorno de ansiedad. Lo mismo ocurre si la persona atraviesa circunstancias desfavorables en otros ámbitos: estrés laboral y pérdida del empleo son algunos ejemplos.
Por último resta considerar lo que ocurre en el nivel social. Es posible pensar que existen características del estilo de vida actual que favorecen la emergencia de estas patologías. Entre ellas se encuentra la incertidumbre con la que nos toca lidiar en este tiempo. Esto se refleja en lo laboral (inestabilidad y precariedad en el empleo), lo económico (inflación, pérdida del poder adquisitivo) y la seguridad ciudadana (aumento del delito).
También incide en forma determinante estar inmersos en una sociedad capitalista. Esto hace que se promueva continuamente el consumo y que el sujeto se vea exigido a tener para ser. Así se entra en una vorágine en la que se vive a través de los objetos y la aceleración es constante.
Asimismo, se observa una crisis generalizada de las instituciones, lo cual repercute en un desvalimiento y ausencia de garantías en la sociedad. Las fallas que se detectan a nivel político, económico, de la seguridad, etc. tienen su origen en instituciones que no resultan continentes ni permiten tener un proyecto de vida consistente.
De acuerdo con lo descrito, se torna imprescindible un cambio que trascienda de lo individual a lo grupal. La sociedad se encuentra necesitada de tomarse un tiempo (ese tiempo que perturba a quien padece de ansiedad) y reflexionar. Reflexión que se centrará en replantear un estilo de vida que se encuentra mucho más sujeto al apuro y las exigencias que a la búsqueda de un bienestar personal que se sostenga en el tiempo.
Con todo, el perfil más habitual de quien sufre ansiedad es el de una mujer, joven (de 16 a 40 años), fumadora, muy perfeccionista y que se preocupa por las cosas en exceso. En las mujeres son 2,8 veces más frecuentes los ataques de pánico y fumar incrementa en tres veces esta posibilidad.
¿Alguna predisposición genética? Existe, pero no es algo determinante. Más allá de la genética, es clave el papel que desarrolla el entorno; y es que los trastornos de ansiedad van en aumento en la sociedad actual, como se comenta más arriba, porque aunque en general vivimos de lujo, estamos sobrecargados. Cada vez queremos más cosas, y para conseguirlas debemos trabajar más. A su vez, lo que más nos inquieta es no tener controlado el futuro y esa sensación de incertidumbre es la que influye en la aparición de más trastornos psicológicos como la depresión y la ansiedad.
Pero la ansiedad se cura, aunque siempre quedará algún vestigio. Para entenderlo, podemos compararlo con el duelo, que aunque desaparece, siempre queda la pena por haber perdido a alguien. Y, ¿cómo se supera la ansiedad? Pues se trabaja con tratamientos psicológicos de tipo cognitivo, o sea, se enseña a cambiar los pensamientos, las conductas, para afrontar así de mejor manera las situaciones que se temen, y técnicas de relajación.
LA ANSIEDAD EN LOS MÁS PEQUEÑOS
La ansiedad no tiene edad. De hecho, es el trastorno más frecuente en los niños. Un 80% de los menores que acuden al pediatra por algún problema mental sufre ansiedad. Siempre hay un detonante, interno o externo, que puede ser una amenaza, algún temor o miedo. Sobre todo en el caso de los menores, las relaciones familiares, y la actitud y relación con las figuras de apego son fundamentales para tratar el tema.
Lo primero que deben hacer los padres es tranquilizarse y analizar por qué ha aparecido la ansiedad. ¿Ocurre sólo en casa, cuando va al colegio? La clave está en observar las reacciones del niño y saber dónde y en qué tiempo (edad) sucede. Y a partir de ahí llevarle al pediatra.
La ansiedad en los niños puede tener muchos detonantes o motivos. Uno de los más frecuentes es la ansiedad de separación, cuando se tiene miedo a no estar cerca de los padres.
Conviene saber que un niño con ansiedad no tiene por qué traducirse en el futuro en un adulto con este trastorno.
CÓMO SABER SI TENGO ANSIEDAD
Hay varios instrumentos que pueden medir si se sufre este trastorno y en qué grado. Uno de ellos consiste en responder a varias preguntas que cuantifican la frecuencia o intensidad de las reacciones de ansiedad y que deben ser respondidas en una escala de 0 (casi nunca) a 4 (casi siempre): ¿A menudo le vienen a la cabeza pensamientos o sentimientos negativos sobre usted mismo? ¿Se muestra habitualmente preocupado por alguna cuestión? ¿Siente temor a que los demás noten que sufre ansiedad? ¿Le preocupa lo que pensarán los otros en caso de que lo detecten? ¿Suele hacer movimientos repetitivos, como agitar insistentemente los pies o las manos, o rascarse? ¿Padece temblores habitualmente? ¿Suda a menudo? ¿Tiene molestias en el estómago? ¿Sufre a menudo palpitaciones y cierta aceleración cardiaca? ¿Ha detectado que suele comer, beber o fumar en exceso? ¿Busca evitar situaciones que le pueden ser incómodas?
Algunas de las características de los cuadros de ansiedad patológica la hacen más fácilmente identificable y sugieren la necesidad de acudir al médico para frenar su avance y conseguir el tratamiento más adecuado. Algunos de estos signos de alarma:
-La ansiedad patológica es una emoción desagradable, molesta, desproporcionada e inmanejable.
-Es discapacitante e interfiere con la vida normal, ya que se establecen estrategias de evitación asociadas a aquello que nos produce la ansiedad. Así, el claustrofóbico puede evitar los ascensores, el acrofóbico los edificios altos o los viajes en avión e incluso se puede dejar de salir solo a la calle si se padece agorafobia.
-Se pierde tranquilidad con respecto al futuro, se espera siempre que pase algo malo.
-Se somatiza, la salud física se ve afectada a través de síntomas como opresión en el pecho, mareos, palpitaciones, sudoración, cansancio, cefaleas, dificultad para respirar o tragar, pérdida de apetito o colon irritable.
-Las fobias dan lugar a temores irracionales y generan cuadros de ansiedad que pueden afectar a la calidad de vida y por tanto necesitan tratamiento.
-Crea dependencia, ya que supone que la persona enferma necesita estar siempre acompañada debido a la inseguridad que sienten.
-Las personas con ansiedad están desmoralizadas. La depresión puede ser consecuencia de la ansiedad patológica y cuando se sufre depresión suelen existir niveles elevados de ansiedad.
-Genera gran inseguridad y dudas ante todo, se necesita asegurar y verificar las acciones, necesitan situaciones previstas y temen la naturalidad y creatividad.
-Produce problemas de insomnio, los trastornos del sueño no sólo impiden el descanso nocturno sino que durante el día llevan al cansancio y a la falta de rendimiento.
Existen tratamientos eficaces contra la ansiedad por lo que no se debe sentir uno condenado a vivir con la enfermedad ni esperar a que se solucione por sí misma ya que por lo común estos padecimientos tienden a complicarse. Pero, en todo caso, se debería buscar asistencia médica de inmediato si:
-Se presenta un dolor aplastante en el pecho, especialmente con dificultad respiratoria, mareo o sudoración. Un ataque cardiaco puede causar sensación de ansiedad;
-se tienen pensamientos suicidas;
-se presenta mareo, respiración o latidos cardiacos rápidos;
-la ansiedad interfiere con el trabajo o el funcionamiento en el hogar;
-no logramos por uno mismo saber la fuente o causa de la ansiedad;
-se experimenta una sensación repentina de pánico;
-la persona repite una acción una y otra vez, como contar cosas o se muestra excesivamente meticulosa.
Son muchos los que piensan que la ansiedad se puede solucionar con un poco de voluntad. Pero querer no siempre significa poder. Es más, este trastorno no siempre se presenta como una patología en sí misma. Puede ser síntoma de otras enfermedades más graves, como depresión, problemas alimenticios, hipertiroidismo, fobias o adicciones (alcohol, drogas…), de ahí la importancia de acudir al médico. Un profesional nos ayudará a determinar si los síntomas son delatores de un trastorno de ansiedad, si son la causa de otros problemas médicos, o si se dan ambos casos.
Para recibir tratamiento en un trastorno de ansiedad se recomienda acudir a un profesional de la salud mental: psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales y consejeros. Mejor si están especializados en terapia del comportamiento cognoscitivo.
Los especialistas disponen de un amplio abanico de posibilidades para tratar esta patología:
-Terapia de comportamiento cognoscitivo, para llegar a la raíz del problema.
-Técnicas de relajamiento y de retroalimentación, para controlar la tensión muscular.
-Terapia de grupo o la de grupos de auto-ayuda.
-Uso de medicamentos, siempre y cuando sean necesarios (buspirona, benzodiazepinas o antidepresivos).
Lo más efectivo es la combinación de algunas de estas terapias. Por eso suelen trabajar varios especialistas unidos para conseguir la máxima eficacia. Sin embargo, se ha de desterrar la idea de que curar la ansiedad es igual que curar una gripe o una apendicitis. Los tratamientos no dan un resultado inmediato. A veces incluso es necesario probar distintas combinaciones hasta dar con la más beneficiosa, por lo que la terapia ha de estar confeccionada a la medida de cada persona. Por ello, siempre nos ayudará el que nos sintamos a gusto con el especialista elegido.
La medicina natural y tradicional, como la acupuntura, la digitopuntura y la terapia floral han demostrado también sus resultados en este campo…
PLANTAS PARA LOS NERVIOS
La sociedad actual es tan competitiva que somete al individuo a un estado de tensión constante. Todo ello produce una serie de anomalías en el sistema nervioso. Una situación ideal es la que consigue equilibrar al individuo proporcionándole la tensión-relajación necesaria para afrontar los retos sociales y personales sin que estas exigencias le sumerjan en un estado de ansiedad o estrés tan elevado que acabe por enfermarlo.
La función principal de la fitoterapia en el control del sistema nervioso se basa en utilizar aquellas plantas tranquilizantes y tónicas que permiten controlar la tensión, relajar la excitación y tonificar los nervios. Las principales plantas utilizadas para combatir enfermedades de los nervios son:
–Ginseng y Ginseng siberiano (Panax ginseng y Eleutherococcus senticosus): Ambos muy utilizados para atacar la depresión y reducir el estado de estrés personal. Constituyen reforzantes naturales del sistema nervioso. (Tomar cápsulas preparadas, de acuerdo al prospecto).
–Hierba de San Juan, Hipérico (Hypericum perforatum L.): Su uso prolongado -entre unos 4 y 6 meses- constituye un tónico reparador del sistema nervioso, especialmente útil en el tratamiento de la depresión. (Una cucharadita de polvo de flores machacadas dos veces al día). Ver contraindicaciones.
–Borraja (Borago officinalis): Para equilibrar el exceso de hormonas suprarrenales que se produce en una situación de estrés. (Infusión de una cucharada de hojas secas por vaso de agua. Tomar un par de vasos al día).
–Valeriana (Valeriana officinalis): Contra cualquier tipo de trastorno nervioso y depresivo y sus manifestaciones psicosomáticas: palpitaciones, espasmos, vómitos, agotamiento nervioso, estrés, problemas de insomnio, etc. (Infusión de unos 15 gramos de la raíz de la planta que se deja reposar durante toda la noche).
–Albahaca (Ocimum basilicum): Refuerza el sistema nervioso y tranquiliza sus manifestaciones adversas en el estómago. (Infusión de una cucharadita de hojas secas por vaso de agua. Tomar un par de tazas al día después de las comidas principales. Si se aumenta la dosis tiene propiedades narcóticas).
–Rosa silvestre (Rosa canina): Se utiliza para tranquilizar el sistema nervioso principalmente cuando se manifiesta en problemas del estómago. (Infusión de una cucharadita de flores secas por vaso de agua. Tomar dos vasos diarios).
–Flor de la pasión o pasionaria (Passiflora caerulea): Especialmente interesante cuando la situación de desasosiego no nos deja conciliar el sueño y padecemos de insomnio. Se puede utilizar también con los niños o con las personas mayores, incluso con tratamientos prolongados, lo cual les permitirá descansar mejor por la noche. Muy aprovechable para ayudar a aquellas personas que están siguiendo un tratamiento contra la depresión o que tienen tendencia a mostrarse tristes o abatidos, en situaciones como la reciente pérdida de un empleo, el fallecimiento de alguna persona querida, los problemas nerviosos relacionados con la menopausia. También muy útil para calmar los nervios en aquellas situaciones en que las exigencias del trabajo nos obligan a enfrentarnos a una situación estresante: exposiciones delante del público, exámenes, etc. (Infusión de un par de cucharadas de la planta seca por medio litro de agua. Beber un par de tazas pequeñas al día). (Maceración de la cantidad que se desee de planta seca con la misma cantidad de alcohol durante una semana. Filtrar y tomar unas veinticinco gotas diarias).
–Lúpulo (Humulus lupulus): Constituye un buen sedante para los nervios y para calmar un exceso de deseo sexual. (Infusión de una cucharadita de flores secas por vaso de agua).
–Melisa (Melissa officinalis): Muy útil para toda clase de alteraciones del sistema nervioso. (Infusión de un pellizco de hojas secas en un vaso de agua durante 1/4 de hora. Tres vasos al día).
–Tila (Tilia europaea, T. platyphylos, T. cordata): Uno de los recursos más utilizados contra los “problemas de nervios”. (Infusión de una cucharada de flores secas por vaso de agua. Tomar 3 o 4 vasos diarios, dependiendo del estado personal).
–Espino albar (Crataegus oxyacantha, C. monogyna): Especialmente indicado para conciliar el sueño y en una situación de ansiedad personal. (Infusión de una cucharada de flores secas por taza de agua. Tomar un par de tazas al día). (Existen suplementos en farmacias y herbolarios de esta planta en combinación con otras, como la pasionaria, o la valeriana. Beber de acuerdo al prospecto).
OTRAS FORMAS DE CONTROLAR LA ANSIEDAD
-Seguir una dieta saludable, comiendo poquito y variado. Reducir el consumo de sal y azúcar, así como de alimentos ácidos (vinagre…). Si pasamos de los 30 años de edad, servirnos en un plato de postre en el caso de que llevemos una vida sedentaria. Comer sentados y en una atmósfera tranquila masticando lentamente, degustando y saboreando los alimentos, dejando un intervalo de 4 o 5 horas entre las comidas principales y limitando al máximo el consumo de carne o pescado crudo y bebidas heladas. (Después de cada comida nos quedaremos sentados tranquilamente durante algunos minutos. Si estamos nerviosos o agitados, no comeremos, y tampoco lo haremos si no tenemos hambre. Mientras comemos, no discutiremos ni trataremos otros asuntos por importantes que sean).
-Tratar de dormir ocho horas diarias.
-Hacer ejercicio regularmente. Caminar a paso rápido cuando nos sintamos ansiosos.
-Llevar una vida libre de drogas.
-Aprender y practicar técnicas de relajación como fantasías guiadas, relajación muscular progresiva, yoga, taichí (gimnasia china) o meditación.
-Hacer un balance entre las actividades recreativas y las responsabilidades. Se recomienda pasar tiempo con personas de grata compañía.