Los dueños de mascotas están y son más saludables. Aquellas personas que conviven con un animal en su casa tienen mejor salud que el resto de la población en general. ¡Demostrado! Además de los beneficios sanguíneos y en los niveles de colesterol, los dueños de perros, por ejemplo, padecen menos enfermedades y problemas médicos graves. Los perros ayudan en la recuperación de padecimientos serios como los ataques al corazón, y actúan como una “alerta anticipada” para detectar un inminente ataque epiléptico. Es posible que los perros puedan promover un mejor estado de salud alejándonos del estrés, uno de los factores de riesgo que más se asocia con una salud en decaída.
Tener un perro, aparte de llevarnos a incrementar nuestro vigor corporal, puede igualmente facilitar el desarrollo de contacto social, por lo que podría entonces también reforzar nuestra salud, tanto física como psicológicamente, de un modo más indirecto. Las caminatas con estas mascotas son una oportunidad ideal para interactuar con otros dueños de perros o que alguien que sencillamente pase se nos acerque porque nuestra mascota les ha resultado graciosa y, espontáneamente juguetona con el desconocido, quiera acariciarla y saber más.
Para la gente mayor, un animal puede llenar el hueco de ser necesitado, quizá después de que los hijos hayan crecido y abandonado el hogar. En no pocos casos, el apoyo social ofrecido por un animal, es mayor que el que puede dar un humano. ¿Acaso no es extraordinario llegar a casa después de una intensa jornada de trabajo -o simplemente tan solo después de habernos acercado un momento a la cercana tienda del barrio- y ser recibido por nuestra mascota con un emocionante festejo como si hiciera siglos que no nos ve?
Las mascotas pueden agregar diversión, compañía y una sensación de seguridad a nuestra vida. Amar a los animales nos humaniza, mejorando nuestro ánimo y salud en general. La convivencia con ellos nos mejora el humor y como nuestro estado de ánimo repercute en otras áreas, nos ayudan a aliviar enfermedades previniendo algunas afecciones:
-Existen investigaciones que apuntan claramente a cómo los niños que crecen con animales corren menor riesgo de desarrollar asma y alergias, observándose que también su sistema inmunológico es mucho más fuerte.
–Quienes tienen mascotas viven con menos posibilidades de sufrir depresión, están más preparados para manejar situaciones estresantes e incluso su presión arterial es más baja.
-Las personas que conviven con animales y han padecido en su vida un ataque al corazón, viven más tiempo que aquellos otros que carecen de mascotas, y encima tienen el colesterol más bajo.
-Las mascotas son siempre una buena excusa para comenzar una conversación. Si se es una persona tímida no hay duda de que pueden ayudarnos a conocer nueva gente y podremos apoyarnos en ellas para interactuar con los demás. E incluso, por qué no, estrechar vínculos afectivos con el transcurrir del tiempo. No será la primera vez que una pareja se ha formado, fruto de la simple casualidad de un día, gracias a que sus respectivas y traviesas mascotas han dado el primer paso para romper el hielo entre ellos, y a partir de ahí… ¡todo es posible!
–Los beneficios para los ancianos son incalculables. Les ofrecen compañía y la posibilidad de ejercitarse. Existen estudios que señalan que son tremendamente positivas para aquellos pacientes que sufren de Alzheimer, y los que tienen mascotas viven a todas luces menos episodios de ansiedad.
De hecho existen agrupaciones e instituciones que recorren hospitales y asilos de mayores para que los enfermos se sientan mejor y en el caso de los asilos comienza a ser relativamente frecuente que sus residentes reciban de tanto en tanto la visita de estos pequeños seres de cuatro patas para que les alegren el día, actividad conocida como terapia de mascota.
La primera ocasión en que se emplearon animales domésticos como coterapeutas fue en el lejano año 1792, en Reino Unido. El pionero fue el médico William Tuke, que los utilizó para mejorar las condiciones infrahumanas que existían en los manicomios de aquel tiempo y para enseñar autocontrol a sus pacientes. Bastante más tarde, en los años sesenta (s. XX), el psiquiatra norteamericano Boris Levinson sería el primero en demostrar los efectos benéficos de tener un animal en su consulta mientras atendía a un niño, relatando posteriormente las experiencias vividas junto a su perro Gingles e introvertidos pacientes que perdían todas sus inhibiciones y miedos gracias a la ayuda y presencia del animal que ejercía funciones de catalizador, lo que favorecía enormemente la comunicación entre el especialista y los más pequeños, abriendo el camino de la psicoterapia infantil asistida por animales.
Y es que acaso no nos acordamos de cuando de pequeños le pedíamos a nuestros padres que nos regalaran un perro o un gato. Es típico. Lo que motiva a un niño a querer un animal doméstico en casa es más el deseo de dar cariño que el de recibirlo. Un niño puede beneficiarse desde distintos ámbitos con la llegada de una mascota al hogar. Primero, descubriendo que hay animales que necesitan de su afecto, e indefensos, de su atención y protección, lo que ayuda a potenciar su sentido de la responsabilidad; y segundo, es muy posible de que aumente su autoestima al ver que depositamos la entera confianza en él para ocuparse de un ser vivo, favoreciéndose también el desarrollo del lenguaje a través del diálogo con su nuevo amigo; aprendiendo de que existe una adaptación mutua entre hombre y animal que más adelante se generalizará en sus relaciones con las personas; observará conductas biológicas que enriquecerán su conocimiento; desarrollándose su comunicación no verbal y la estima hacia los demás.
Hablamos, pues, de beneficios de todo tipo: fisiológicos, psicológicos y sociales. Esos beneficios son hoy herramientas de la medicina alternativa. Ya se ha acuñado el término de mascotas terapeutas, y se puede asegurar con rotundidad que los mejores medicamentos no siempre vienen en forma de inyecciones o pastillas, sino que en ocasiones tienen cuatro patas, ladran o maúllan y son muy peludas.
Un sinnúmero de perros y gatos han estado participando en los últimos tiempos en programas especiales de todo tipo para devolverle la sonrisa a los deprimidos, calmar a los violentos o fortalecer a los enfermos. Han servido a niños autistas, a personas con cardiopatías, a enfermos terminales y, en general, a marginados por la edad, la enfermedad, la justicia o la soledad.
Quienes han adoptado perros callejeros saben del valor de un animal fiel, incondicional y que nos agradecerá por siempre el haberle dado un hogar. Nuestra mascota será la alegría de la casa, será quien se eche junto a los pies de la cama cuando estemos enfermos… capaces de ayudar a los convalecientes por el simple hecho de estar presentes. La relación con ese animal nos favorecerá, nos enriquecerá a cada momento como personas y podremos afrontar los días más complicados de nuestra existencia en la compañía de un amigo que jamás nos juzgará y que no nos pedirá nada a cambio de su amistad y que pase lo que pase siempre permanecerá inquebrantable a nuestro lado.
Desde que era un niño he convivido con animales a mi alrededor. Hoy soy ya una persona relativamente mayor (63a) pero puedo decir que me encuentro en una forma física y mental extraordinaria y nunca he padecido ninguna dolencia grave. Posiblemente, a través de vuestra lectura, entiendo que el hecho de que siempre haya estado rodeado de perros y gatos me ha ayudado a que a día de hoy me sienta como un auténtico toro y sea capaz de cosas que mis amigos de edad ya no pueden realizar. No lo sé, pero sí sé que todas mis mascotas me han llenado siempre de felicidad y gozo y mis distintos hogares siempre han sido pura alegría en no pocas ocasiones gracias exclusivamente a ellas. En definitiva, quería daros las gracias por la defensa de los animales que habéis realizado en este artículo desde una perspectiva muy novedosa. Yo siempre he intentado inculcar el amor y el respeto por los animales a todos mis hijos y ahora nietos.
Desde pequeña que he convivido con todo tipo de animales. Después de leer el texto, sólo cabe decir que un animal es el amor más grande que puede tener una persona. Su lealtad siempre estará presente.
Yo siempre he recogido perros de la calle, no soporto verlos sufrir y que la gente al rechazarlos los lastime. Son tan indefensos y están tan llenos de amor que sólo llegan a ser agresivos cuando alguien abusando de su fuerza los ha dañado. Para mí son tan valiosos como las personas. Tengo una perrita chihuhueña que recogí de la calle y la adopté hace como cuatro años y es un amor, es muy maternal y la amo, se llama Nana.