En la historia de las democracias todas las religiones han estado en el punto de mira de caricaturistas, cómicos y, en general, humoristas de todo tipo. Muchos de ellos han levantado polémicas y despertado reacciones muy diversas: sorpresa, humillación, furia, incluso rechazos masivos y violentas protestas. Sin embargo, ¿cuál es la frontera entre el ingenio y el ultraje, entre la ironía y la blasfemia, entre la sátira y el escarnio?
En un canal de televisión español se emitió un muy desafortunado programa en el que se explicaba cómo se “cocina” un Cristo, al que se desclavaba de un crucifijo, se troceaba, se introducía en el horno y se sacaba al tercer día; ciertas caricaturas sobre la figura de Mahoma aparecieron en un periódico danés levantando ampollas y desatando una ola de desmesurada violencia dentro de la comunidad musulmana que se ha extendido a otros países con atentados de por medio… Aunque en muchas ocasiones este tipo de hechos acontecen en sociedades donde la libertad de expresión es un derecho, no pocos creyentes ven en ellos un instrumento para ridiculizar lo que para muchos es sagrado. Las imágenes que hacen broma, o las bufonadas que ridiculizan o hacen agravio de figuras centrales religiosas provocan indignación porque son creencias que forman parte de la identidad de los individuos y de los pueblos. El escarnio sobre estas creencias se interpreta como una agresión a la identidad de los individuos, pueblos y culturas.
Guste o no guste, se condene o no se condene, en la historia de la humanidad todas las religiones han sido centro de bromas, burlas y chanzas. Actualmente, esto se debe a que una gran parte del mundo ilustrado las ve como un grave peligro o como una superstición innecesaria. Y es que en la sociedad de hoy día se presenta un gran conflicto entre el hombre moderno y la religión: la contradicción, al menos aparente, entre la soberanía de Dios y la autonomía del hombre y, por consiguiente, su dignidad. Esto hace que muchos rechacen la idea de Dios como nociva y esclavizante. Identifican libertad con autonomía total, un hombre responsable sólo ante sí mismo y ante sus iguales. Aunque en el fondo, el alejamiento de la vinculación religiosa que experimentan muchas personas es porque no quieren tener presente el inquietante misterio de la vida y la muerte, ya que el elemento común entre ambos es el sufrimiento. El agnosticismo es una forma de resolver la angustia que plantea el temor al sufrimiento.
También ofenden porque en las religiones los símbolos han sido fundamentales. A lo largo de toda la historia de la tradición cristiana, por ejemplo, los relatos y los misterios sagrados se han representado a través de esculturas de piedras y tallas de madera. En la Edad Media, para las masas analfabetas de fieles, las imágenes religiosas tenían una finalidad didáctica, además de servir de ayuda para la conciencia espiritual y la contemplación. Sin embargo, otras religiones como el islamismo prohíbe explícitamente la representación de imágenes de Alá y de Mahoma. Detrás de esto se esconde el temor a rivalizar con el poder creador de la divinidad, hasta el rechazo a formular osadas hipótesis aparenciales de seres invisibles, pasando por el temor a su presencia hecha materia visible, o a la aversión a la idolatría. Pero en ellas subyace el temor a la capacidad emocional de la imagen muy superior a la palabra.
Pero hay más. La religión se nos ha vuelto un problema explosivo. Vivimos un momento confuso en que las religiones experimentan simultáneamente auge y descrédito. Representar a Mahoma con una bomba como turbante puede incitar a la islamofobia, al odio en que va a derivar la representación del fundador del islam como terrorista. Si su fundador lo es, todos lo son. Y es que el humor y la religión son incompatibles. Las religiones se apoyan en creencias y las creencias son frágiles. El humor atenta contra su seriedad intocable.
SÍMBOLOS Y RELIGIONES
Árabes. El peregrinaje a la Meca, lugar prohibido para los no musulmanes, constituye el quinto ritual obligatorio para los miembros del islam. Todos los creyentes son invocados a realizarlo.
Budismo. Buda no es considerado ni Dios ni sobrenatural, sino un hombre que había hallado respuesta a los dilemas existenciales.
Católicos. En el siglo XII, la devoción al Cristo crucificado estaba muy extendida. Los adversarios del cristianismo empleaban imágenes de la cruz con el propósito de mofarse de Cristo y de sus seguidores.
Hinduismo. Dispone de ciudades sagradas. Bañarse en ríos santos es un gran acto de purificación espiritual para ellos.
Judíos. El rollo de la Torá es el objeto más sagrado del judaísmo, pues contiene toda la ley y costumbres judías. Por eso, cuando están desgastados, se llevan a un cementerio judío, donde son enterrados.
Ortodoxos. Para ellos, los iconos no son simples objetos simbólicos, sino que son tratados como elementos sagrados capaces de conferir la gracia divina a sus devotos.
Protestantes. Se oponen enérgicamente a la veneración de imágenes en las iglesias (exceptuando la de la cruz), alegando que vulneran el mandamiento bíblico contra la idolatría (Éxodo, 20, 4).
CARICATURA Y RELIGIÓN
El diccionario de la Real Academia de la Lengua da diferentes definiciones de caricatura: 1. Dibujo satírico en que se deforman las facciones y el aspecto de alguien. 2. Obra de arte que ridiculiza o toma en broma el modelo que tiene por objeto. 3. Obra que no alcanza a ser aquello que pretende. Por su parte, el Petit Larousse la define como “una representación deformada de la realidad”. Y es en la palabra ‘deformada’ donde hallamos la clave.
La caricatura no pretende informar o describir una realidad, sino que se limita a expresar una opinión. Al exagerar ciertos rasgos o al contraponer signos contradictorios, se muestra el partido que se ha tomado.
En este sentido, una caricatura de Mahoma, de Dios o una imagen satírica de Jesús no representa ni al Profeta, ni a Dios, ni a Jesucristo, sino que expresa el punto de vista que ha tomado el dibujante o el humorista de turno sobre el islamismo o el cristianismo o cualquier otra religión. La caricatura (y, por ende, la parodia, la broma…) no respeta nada. Ese es su derecho, protegido por la ley, siempre y cuando no incite al odio, al racismo o al sexismo.
Las religiones deben ser repensadas desde un punto de vista más lógico. Las religiones deberían estar al servicio del ser humano, no el ser humano al servicio de las religiones. Dios es un dios de amor, no de odio y divisiones, tampoco un dios de indiferencia ante las situaciones de injusticia que genera el capitalismo en el mundo, por tanto es necesario que toda religión se plantee el problema de la pobreza en el mundo y su posible solución, el problema de la deforestación, de la corrupción, de la homosexualidad, del abandono a los ancianos, a la naturaleza, a los animales que parecen no tener un lugar en la palabra religión. Las religiones deberían ser más consecuentes y sensibles, más humanas y menos jerárquicas.