Los hombres siempre mostraron la tendencia de atribuir un lenguaje a los animales, y como prueba de ello han narrado leyendas, mitos, y han escrito fábulas, en las cuales, prestando sus propias reflexiones y emociones, los animales se permiten la suerte de poder intercambiar las voces de un lenguaje. Pero ese lenguaje es propio del hombre y de su capacidad de expresión poética, y nada tiene que ver con la capacidad de los animales de poder comunicarse con sus compañeros de especie.
PERO, ¿LO HACEN?
Hasta no hace mucho tiempo, algunos zoólogos especializados en psicología animal avanzaban en una reflexión, afirmando que los animales no hablan porque no tienen nada que decirse. Sin embargo, la investigación científica moderna puede afirmar lo contrario, basando sus conceptos en la experimentación y en el valor de los registros que resultan de la observación minuciosa de las diferentes especies de animales, mostrando que, sobre todo en las que llevan una determinante vida social (tal el caso de las colonias de abejas, hormigas, algunos grupos de aves y peces, o mamíferos que conviven en grandes grupos o manadas), existe una forma de “lenguaje” que facilita la comunicación entre los integrantes del grupo. Por supuesto que no es complejo ni completo como el lenguaje humano, y tampoco es lícito denominarlo así, ya que sólo puede decirse que se trata de una simple comunicación que se produce mediante el intercambio de ciertas señales, cuyos orígenes son de muy variada naturaleza: químicas, táctiles, eléctricas, acústicas y las más predominantes por su difusión: las ópticas. Las combinaciones entre las señales son frecuentes.
EL DIÁLOGO QUÍMICO
Las señales de naturaleza química están presentes en casi todas las especies en los momentos fundamentales de la reproducción. En muchas variedades de insectos, diurnos y nocturnos, las hembras atraen la atención de los machos mediante olores especiales que emanan desde órganos glandulares; ese olor se hace sensible a considerables distancias, ejerciendo un llamado irrenunciable a los individuos de la propia especie.
Las hormigas obreras, que investigan y exploran los alrededores del hormiguero en busca de una fuente de alimentos, marcan, de trecho en trecho, el camino recorrido con una señal olorosa, aplicando el abdomen contra el suelo para dejar un rastro olfativo que facilite el tráfico de las compañeras.
Las señales olfativas en los mamíferos desempeñan un gran papel social, determinadas por la presencia de numerosas glándulas de secreción olorosa. Estas señales sirven a los machos para delimitar sus dominios sobre un territorio y, en cierto modo, pueden considerarse como una amenaza química contra un posible competidor.
EL DIÁLOGO MECÁNICO
En muchas arañas, el macho indica su presencia a la hembra tirando rítmicamente los hilos de la tela donde anida su compañera, mostrando una muy singular especie de telaraña amorosa.
EL DIÁLOGO ELÉCTRICO
Muchas especies de peces están provistas de órganos que producen una corriente eléctrica, cuya función de ataque parece evidente. Sin embargo, estudios han demostrado que la función de los órganos eléctricos se utiliza como señal de comunicación entre los individuos. Se ha podido comprobar que la intensidad del flujo eléctrico aumenta apenas se produce la invasión territorial de un enemigo, comparando este fluir eléctrico, por su función biológica, al canto territorial de los pájaros.
EL DIÁLOGO ACÚSTICO
La producción de sonidos en el reino animal está limitada a algunos grandes grupos, y la función y formas de las señales acústicas están bien determinadas por los estudiosos, sobre todo en el caso específico de las voces de las aves. Por lo general, los machos atraen a las hembras a sus territorios con señales acústicas, pero se sabe también que voces y reclamos forman parte de señales al servicio de otras funciones. Los cuidados de los padres hacia los hijos y las relaciones recíprocas entre unos y otros se indican por el intercambio de esas señales, del mismo modo que la coordinación de otras actividades de índole social, como podrían ser la unión en los desplazamientos de los grupos o las señales de alarma provocadas por la invasión de enemigos comunes.
No todas las señales acústicas son de emisión vocal, ya que numerosas especies de monos demuestran la intimidación y la defensa del territorio golpeando el suelo con piedras o tamborileando sobre los árboles huecos.
El gorila y el chimpancé se dan fuertes golpes en el pecho con los puños, y se ha pensado que el uso del tambor entre los pueblos primitivos en situación de defensa y amenaza tenga su raíz en comportamientos de esta índole.
EL DIÁLOGO VISUAL
Los ejemplos de señales visuales en la comunicación de los animales son los más numerosos, y la mayor parte consiste en movimientos o en secuencias de movimientos relacionados, las más de las veces, tanto en la vida familiar como en la amenaza, con la ostentación de estructuras y coloraciones que orientan acciones instintivas. Es notable y curioso el modo con que el pavo ostenta su plumaje y menea la cola, marcando una pose de orgullo y satisfacción que no es más que otro ejemplo de su comunicación para con sus hermanos de especie. Del mismo modo, el toro escarba la tierra con sus pezuñas y la tira sobre su lomo mientras clava los cuernos en el suelo, haciendo ostentación de su rabia y de su fuerza.
Los ciervos, al igual que el toro, hacen de sus cornamentas ejemplo de orgullo en las épocas correspondientes al celo, y el airoso galope de los potros o la pose estirada de los felinos son vivas muestras de los deseos de comunicación para con los individuos de su misma especie.
En las luciérnagas se ha desarrollado un complicado sistema de señales con diferencias de ritmos y frecuencias entre las especies y los sexos. Es muy probable que semejante sistema tenga importancia en el mecanismo reproductor.
¡MUCHAS COSAS QUE DECIRSE!
La conservación de la especie obliga a los animales a recurrir a una comunicación afectiva. Desde las fases del galanteo hasta las correspondientes al cuidado de los hijos, el intercambio de señales afectivas es incesante. Lo mismo ocurre en las manifestaciones de competencia que enfrentan a dos individuos por la posesión de un lugar o por los privilegios de una compañera. Todos estos casos y todos los ejemplos dados sirven para arribar a una conclusión importante: en la vida social, familiar y amorosa, y durante las propias manifestaciones de competencia, los individuos de las especies animales sostienen momentos esenciales durante los cuales tienen muchas cosas que decirse.