En uno de sus ensayos, el escritor Aldous Huxley explora el misterio de por qué las piedras preciosas son preciosas y por qué las estructuras cristalinas han ejercido una fascinación tan grande para la humanidad desde épocas prehistóricas.
Huxley despreciaba el argumento común en el sentido de que determinadas piedras son valiosas simplemente porque son raras. Señaló que existen otras sustancias mucho más raras que no poseen atractivo alguno. Pero habiendo ingerido la droga psicodélica mescalina y experimentado visiones realistas, desarrolló su propia teoría. Las piedras preciosas son preciosas porque nos recuerdan las imágenes resplandecientes de los mundos internos, impregnadas de luz y color. Los cristales -incluso los más comunes, como el hielo o los copos de nieve- causan, esencialmente, el mismo efecto. Contemplar un paisaje transformado de repente por la nieve equivale, literalmente, a presenciar un acto de magia.
En las profundidades de la prehistoria, nuestros ancestros europeos nos legaron un misterio cuando construyeron círculos megalíticos y avenidas de menhires a un coste enorme en tiempo y esfuerzo. Aún no sabemos con certeza por qué hicieron eso, pero sí sabemos que algunas de esas construcciones antiguas generan un campo energético medible y una parte de ellas producen infrasonidos y ultrasonidos bajo la incidencia del sol naciente. La razón por la que hacen eso es que las piedras utilizadas en su edificación tienen un elevado contenido de mica y/o cristal de cuarzo.
Resulta un hecho curioso que culturas chamánicas tan distantes como los esquimales tlingit y los conibo amazónicos consideren, todas ellas, que los cristales de cuarzo poseen un poder especial. La teoría chamánica sostiene que la realidad encierra un aspecto interno y un aspecto externo, y los chamanes son personas preparadas para explorar los mundos internos. Tales exploraciones demuestran que aquello que percibimos como un árbol físico puede tener un aspecto interno, espiritual, en la forma de una figura humana, una piedra de formas caprichosas o una columna de niebla. Pero los cristales de cuarzo son únicos. Sus aspectos interno y externo son idénticos, las únicas estructuras conocidas en nuestro planeta que exhiben esta característica. Esto los hace ideales para la tarea de la magia.
La noción de la condición mágica de los cristales no se limita a las sociedades primitivas. Cuando los magos isabelinos John Dee y Edward Kelly trataron de comunicarse con los ángeles, lo hicieron con la ayuda de una bola de cristal.
Este procedimiento no era, bajo ningún concepto, inusual. Los médiums y adivinos de todas las épocas han recurrido a bolas de cristal en sus intentos de predecir el futuro. En la actualidad, la mitad de las veces ese instrumento se fabrica con vidrio vaciado, pero se admite que eso constituye una mala imitación del material real. El instrumento ortodoxo es una esfera de cristal pulimentado.
Los psicólogos interesados en tales temas han postulado que las bolas de cristal funcionan al proporcionar una fijación visual brillante que facilita al usuario su puesta en trance. Puede que esto sea cierto, pero hay ocultistas que están convencidos de que los cristales tienen una influencia física mucho más directa en aquellos que establecen contacto con ellos, generando así efectos entre los que se incluye la curación.
Si están en lo cierto, los científicos rusos podrían haber descubierto el motivo de este fenómeno. Durante los años sesenta (del pasado siglo XX), un artículo aparecido en Khimiya i Zhizn, el boletín de la Academia Soviética de Ciencias, investigó la posibilidad de que la propia Tierra sea un cristal gigante. Según esta teoría, un retículo (en forma de red) cristalino, que proporciona una matriz para la energía cósmica, podría haber formado parte de la estructura original de nuestro planeta emergente. Más interesante todavía si cabe, esta estructura es visible aún en doce bloques pentagonales que recubren la superficie del globo terráqueo. Los soviéticos cubrieron el dodecaedro resultante con veinte triángulos equiláteros, y afirmaron que la estructura geométrica entera ha influido sobre fenómenos tan diversos como anomalías magnéticas, fallas terrestres, volcanes, yacimientos de minerales y petrolíferos, migraciones de aves, centros de ciclones, radiaciones solares e incluso hasta en el emplazamiento de civilizaciones antiguas.
Las ciencias y leyendas más antiguas que hacen mención de los cristales, en múltiples usos, nos trasladan al desaparecido continente de la Atlántida. Algunas teorías apuntan que los seres que aquí vivían utilizaban cristales para canalizar y aplicar la fuerza cósmica. El poder del cristal debió de servir en aplicaciones físicas y prácticas. Algunos piensan que la destrucción de este continente tiene parte de su origen en el uso equivocado y egoísta de este poder. También se ha dicho que ante la inminente caída de su civilización, los grandes sabios de la Atlántida trataron de preservar aquella ciencia heredada de sus antepasados. Temiendo que los cambios y cataclismos venideros pudieran acabar con todos los archivos, optaron por no transcribir este conocimiento. Inteligentemente, programaron determinados cristales, almacenando en ellos aquella información, y rematerializándolos en el interior de la Tierra. Sabían que en el día señalado, ascenderían hacia la superficie del globo terráqueo, atrayendo a los seres humanos con capacidad para canalizar y propagar el saber que almacenaron. Los supervivientes de la Atlántida reanudaron una vida nueva, perpetuando el conocimiento de los cristales en Egipto, América del Sur y en el Tíbet.
En su declive, las civilizaciones antiguas han tratado siempre de proteger la ciencia de la energía cristalina contra las ambiciones corruptas de algunos individuos. El conocimiento supremo se ha perdido, pero sí ha sobrevivido parte de la información, brotando y desarrollándose nuevamente en diversas culturas y civilizaciones a lo largo de la historia.
En el Éxodo, la Biblia hace mención de un peto de doce piedras preciosas, combinadas en cuatro filas, llevado por Aarón, dotándole de poderes divinos. Aunque no sepamos qué piedras conformaban el peto, la Biblia atribuye su concepción a Dios, recalcando sus extraordinarios poderes espirituales.
Los reyes de la India debían quedarse con las mejores gemas para protegerse del sufrimiento. Ya en el siglo V a. de C., los astrólogos recomendaban a las personas aquejadas de algún mal que llevaran puestas ciertas piedras para contrarrestar el efecto negativo de los planetas.
Las prácticas médicas de muchas culturas antiguas incluían el lucir talismanes y amuletos alrededor del cuello. Las piedras eran seleccionadas cuidadosamente para que aportasen la anhelada curación. Los romanos creían en la influencia directa y positiva sobre el ser humano de objetos externos al cuerpo; por ejemplo y por supuesto, las piedras. Los primeros escritos griegos y romanos indican que las piedras participaban en la configuración de talismanes, garantizando salud y protección, además de atraer las virtudes.
Las gemas y piedras se han asociado siempre con la sangre real, luciendo elegantes en joyas y coronas. Cuando un miembro de la familia real enfermaba, debía reposar al amparo de una colección de piedras y gemas. Cuando se descubrió la tumba del rey egipcio Tutankamón, el mundo entero quedó maravillado ante tan extraordinaria colección de piedras y riquezas.
Los mayas e indios de América se valían de los cristales para diagnosticar y tratar las enfermedades. Los mayores de los poblados indios de América utilizaban grandes cristales de cuarzo transparente para “ver en el cristal” imágenes y acontecimientos futuros. Algunas tribus indias de México pensaban que si uno llevaba una buena vida, tras la muerte, el alma moraría en un cristal. Si alguien tenía la suerte de dar con un cristal de este tipo, este se ponía en comunicación directa con su corazón, curando, guiando y convirtiendo sus sueños en realidad.
Hoy en día los cristales sirven para emitir e incrementar la potencia de determinadas energías según diversos métodos. El rubí, es utilizado en cirugía microscópica por láser. Los cristales de cuarzo se emplean, por ejemplo, en aparatos de ultrasonidos, en relojes y memorias de ordenadores. Sirven también de osciladores para controlar las radiofrecuencias de equipos electrónicos; de condensadores para modificar la capacidad energética en circuitos y almacenar energía; de transconductores para transmitir energía de un sistema a otro.
Dentro de un plano más esotérico, las piedras y cristales pueden utilizarse en meditaciones para desarrollar la intuición e instruirse valiéndonos de los sentidos más profundos del ser. Nos ayuda también a ponernos en contacto con seres de otras dimensiones, como por ejemplo, nuestros guías espirituales o ángel de la guarda. Claro está que para que se produzca esto tenemos que haber tenido ya una serie de contactos con los cristales o nuestro cristal personal y haber podido llegar a un estado de conciencia por el cual nos podamos situar en una misma vibración que ellos para comunicarnos, por ejemplo, a través de la meditación, la respiración u otras técnicas.
Un cristal personal es el que nos acompaña durante todo el día, incluso podemos dormir con él, colocándolo debajo de la almohada. Él nos protege, nos ayuda en lo que necesitemos. Y aunque pueden favorecernos en el terreno material, están mucho más predispuestos a hacerlo en el campo o desarrollo espiritual. También se utilizan en gemoterapia (curación por los cristales) para eliminar emociones equivocadas, luchar contra el desasosiego y tratar otros desequilibrios del cuerpo. Pueden acompañarnos en nuestra labor cotidiana o durante el parto, infundiendo siempre más fuerza de la habitual; también en ceremonias rituales o en el entorno de plantas, animales y niños necesitados de equilibrio y salud.
No obstante, el poder de los cristales no debe sobrevalorarse. Son partícipes esenciales de la Nueva Era; pero pueden y deben utilizarse de acuerdo con una metodología específica y persiguiendo determinados objetivos.
Las enseñanzas del uso de los cristales van dirigidas a todos; todos sabremos aplicarlas, siempre y cuando nuestra intuición nos encamine hacia este tipo de información. Conviene que seamos prudentes a la hora de utilizar el poder de cristales y piedras. Se trata de una ciencia que la humanidad recobra tras miles de años en que nada supo de ella. Si las intenciones no son humanitariamente puras, los efectos mágicos pueden actuar con severidad contra quienes tuvieran intenciones falsas e interesadas.
Los cristales y las piedras son parte de una transformación planetaria en la que todos participamos. Si prevalecen la ética y la conciencia, todos podremos elegir libremente entre los diversos métodos de aplicación de su poder.