Leucipo y Demócrito son los dos máximos representantes de la escuela atomista. El primero nace en Mileto; se sabe tan poco acerca de Leucipo que hasta se ha negado que existiera, pero Aristóteles y Teofrasto hablan de él como fundador de la escuela. Demócrito de Abdera es contemporáneo de Platón, por tanto, bastante posterior a Leucipo. Quedan muchos fragmentos de obras que llevan su nombre: La gran ordenación, La pequeña ordenación, Sobre la inteligencia, Sobre las formas, Sobre la bondad del mundo, etc., aunque probablemente no todas sean de Demócrito. De cualquier forma, resulta imposible discernir las enseñanzas que pertenecen a cada representante por separado, de ahí que se hable de la doctrina general de la escuela.
LOS ÁTOMOS (LO LLENO) Y LO VACÍO
“Leucipo y su compañero Demócrito sostuvieron que los elementos son lo lleno y lo vacío, a los cuales llamaron ser y no-ser, respectivamente. El ser es lleno y sólido, el no-ser es vacío y sutil. Como el vacío existe no menos que el cuerpo, se sigue que el no-ser existe no menos que el ser. Juntos los dos, constituyen las causas materiales de las cosas existentes… Estos hombres decían que las diferencias entre los átomos son las causas que producen las otras cosas. Según ellos, dichas diferencias son tres: forma, orden y posición.” (Kirk y Raven, n.º 554)
Los atomistas introducen una novedad importante al considerar que el vacío o no-ser es tan real como lo lleno o ser. El ser no es para los atomistas un todo compacto: el vacío penetró en él y lo disgregó en innumerables corpúsculos indivisibles, los átomos (que etimológicamente significa sin partes). Los átomos son lo lleno, el ser; son sólidos, impenetrables, inalterables, indestructibles, cualitativamente iguales y difieren solamente entre sí en cuanto a su forma o figura, orden y posición. Todos los cuerpos se componen de átomos: la variedad o diversidad de los primeros viene dada por las diferencias de forma, orden y posición de los átomos que los componen. Aristóteles los compara con las letras del alfabeto, iguales por su naturaleza y distintas por su forma, que al combinarse de diferentes maneras dan lugar a palabras y discursos diversos. Igual que los anteriores pluralistas, Leucipo y Demócrito explican el nacimiento y la muerte de los seres por la unión y la separación de los átomos.
Es evidente que, al hablar del no-ser como real, los atomistas se separan abiertamente de los eleatas. La mayoría de los autores aducen que la atribución de realidad al vacío o no-ser, por parte de la escuela atomista, está íntimamente ligada a la concepción del ser como corpóreo.
El atomismo aparece en la filosofía griega como un intento de superar las dificultades lógicas para explicar el cambio de las cosas consideradas en la escuela eleática. Sostiene lo que esta misma afirma y puede enunciar también lo que esta niega, haciéndose así más comprensiva como teoría. No hay disyuntiva entre ser y no-ser, sino ambas cosas, sólo que el ser no es efectivamente tal, esto es, espacio y vacío. Esta simultaneidad de los contrarios constituye la fuente del movimiento. Esta teoría atómica recorre con tal fluidez el tránsito del ser a las cosas, suprime de golpe tantos obstáculos para la comprensión mecánica y matemática del universo, que desde entonces se convirtió en modelo para cualquier investigación racional de la naturaleza.
EL MOVIMIENTO. LA NECESIDAD
“Pues estos (Leucipo y Demócrito) dicen que los átomos se mueven mediante colisiones y choques mutuos.” (Kirk y Raven, n.º 579)
“Por este motivo es necesario que Leucipo y Demócrito, que dicen que los primeros cuerpos se mueven constantemente en el vacío infinito, especifiquen la clase del movimiento, i. e., cuál es su movimiento natural.” (Kirk y Raven, n.º 576)
“Todas las cosas suceden por necesidad, porque la causa del nacimiento de todo es el remolino, al que llama necesidad.” (Kirk y Raven, n.º 565)
Los átomos se mueven en el vacío, separados unos de otros. Allí, a causa de sus desemejanzas, chocan, colisionan y se entremezclan; los que son semejantes en figura, tamaño y posición se mantienen unidos y originan el nacer de los cuerpos concretos. Los átomos estuvieron y estarán siempre en movimiento y son eternos. El movimiento de estos en el vacío es un rasgo inherente a ellos, un hecho irreductible a su existencia, infinito, perpetuo e indestructible. Cada objeto que surge en el universo y cada suceso que se produce, sería el resultado de colisiones o reacciones entre átomos. Pero los atomistas no hablan de principio o principios impulsores del movimiento, al modo del Amor y la Discordia de Empédocles o del Nous de Anaxágoras. Aristóteles se queja, precisamente, de que no hayan especificado de dónde les viene el movimiento a los átomos, un movimiento que entra repentinamente en escena sin saber por qué, y sin que se le señale origen ni razón suficiente.
Los átomos, dicen los atomistas, se mueven por obra de la necesidad. Estos choques obedecen al puro azar, pues en el universo no hay fines, ni inteligencia alguna que ordene los procesos cósmicos. Con ello inauguran el modelo mecanicista de la explicación de la naturaleza. Así pues, la concepción del mundo de los atomistas es profundamente materialista: no admiten ningún principio espiritual, todo es materia, incluso el alma humana.
Demócrito desarrolla también una teoría del conocimiento y se plantea el problema de la conducta humana. Sin embargo, el interés de ambas doctrinas estriba, en gran parte, en lo que tienen de réplica a las teorías sobre lo mismo del sofista Protágoras. La teoría psicológica de Demócrito presenta, aparte de su materialismo, el grave defecto de hacer al alma meramente pasiva en la formación del conocimiento, el cual nos viene y nos es impuesto por la naturaleza externa, sin intervención de la espontaneidad de nuestro espíritu.