Santo Grial

Existen claros indicios de que los mitos y leyendas que han venido a superponerse a la historia del Santo Grial datan de tiempos bastante anteriores al advenimiento de Cristo.

Santo Grial

Aunque suele entenderse que el Santo Grial fue el cáliz del que bebió Jesucristo en la Última Cena, existen claros indicios de que los mitos y leyendas que han venido a superponerse datan de tiempos bastante anteriores al advenimiento del mismo Cristo.

La leyenda primigenia del Grial nos habla de un caballero que recorre una región inhóspita hasta llegar a un magnífico castillo encantado. Al entrar, le sale al encuentro el dueño, el misterioso Regnum Piscator (Rey Pescador), monarca doliente y herido (como fiel reflejo del estado desolador en que se encuentra su reino) que le invita a un suntuoso banquete. El caballero acepta y durante la fiesta ve una espada mágica, una lanza ensangrentada y, por último, el Grial mismo llevado en procesión. Entonces se le invita a formular una pregunta: si acierta con la correcta, el Rey Pescador sanará y el erial recobrará su fertilidad; caso contrario se producirán más calamidades.

Varias versiones de este cuento se incorporaron al ciclo mitológico de lo que se llama Leyenda de Arturo, y los historiadores antiguos (e incluso algunos de los modernos) lo relacionan con la creencia de que el Santo Grial fue llevado de Palestina a Gran Bretaña por José de Arimatea (rico hebreo que se hizo cargo del cuerpo de Cristo para enterrarlo y que, según se creía, se quedó también en posesión del cáliz utilizado por Jesús en la Última Cena), y escondido en Glastonbury o en sus proximidades. Pero esto plantea una dificultad, pues el Grial del Rey Pescador no siempre se describe como un cáliz; a veces dicen que era un plato o bandeja, o una piedra, o incluso un caldero.

Los análisis modernos de la leyenda rechazan la conexión con el Santo Cáliz y la vinculan con los mitos celtas precristianos que hablan de muchos banquetes similares con recipientes parecidos, algunos de los cuales confieren la inmortalidad o resucitan a los muertos. El Rey Pescador no se identifica con el Cristo (aunque dijera que “yo os haré pescadores de hombres”), sino con Bran el Bienaventurado tal como aparece en la recopilación de leyendas célticas primitivas titulada Mabinogion.

Los eruditos creen que la leyenda refleja la antiquísima creencia de que la fertilidad de las tierras depende de la fuerza, del comportamiento y más en particular de la potencia sexual del soberano; varias versiones del mito indican que la herida del Rey Pescador afectaba a los genitales.

Cualesquiera que sean los orígenes de esa leyenda, apenas cabe dudar de que la verdadera importancia del Santo Grial estriba en su potencia mítica. Es decir, en su capacidad para fascinar la mente humana. Por eso, varias escuelas esotéricas modernas y muchos ocultistas solitarios emplean esa leyenda como instrumento de senderismo que les acerque a la iluminación.

Su simbolismo nos transporta a otros mundos, o a otros planos de conciencia, despertando nuestros arquetipos colectivos más profundos.

Lo Eterno, una vez despertada la necesidad espiritual, se convierte en la meta de todo Iniciado que se plantea su lugar en el mundo. El Grial simboliza esa aspiración a la plenitud interior, a la autorrealización personal en la unión con lo divino, y su Búsqueda, como biografía del alma misma, ilustra el laberinto de ese tránsito. De esa escapada hacia delante que sobreviene al héroe o iniciado y en la que se ve irremisiblemente envuelto. Este pensamiento surge en un momento en que el ideal caballeresco se emancipa del ascetismo clerical, pero no sin dejar de apropiarse de cierto tipo de misticismo latente.

El héroe, lanzado hacia lo desconocido, rompe continuamente con su pasado. Su aventura, sin embargo, no debe concebirse como una cadena casual de fenómenos extraños, sino como algo vital y reconocible en su experiencia más íntima. Como una prueba diferida en el tiempo, gradual y selectiva, a través de la cual se perfecciona. Es un camino de salvación en definitiva que culmina con su transfiguración personal, pues el héroe está conminado -una vez que ha sido llamado y pese a sus errores- a cumplirla.

Suele entenderse que el Grial fue el cáliz del que bebió Jesucristo, pero existen indicios de que los mitos que han venido a superponerse a la historia datan de tiempos bastante anteriores.Esta búsqueda es el tema dominante de gran parte de los relatos medievales sobre la caballería andante. Adopta sin embargo los elementos básicos de la mitología universal, puesto que lo encontramos como símbolo recurrente en distintos ámbitos culturales. Para los griegos, por ejemplo, dentro de los misterios órficos, existía una vasija en la que se cocinaba el alma del mundo, de tal manera que cuando se bebía de ella, el alma se veía arrastrada hacia un nuevo cuerpo. Entre los celtas, el Caldero de la Abundancia reportaba similares propiedades. En su infierno, el Annwn, existía un recipiente en el que los difuntos sumergían la cabeza para recuperar la vida. Como puede observarse, la idea que subyace es la de paso, la de tránsito.

De hecho, en los misterios de Eleusis (ritos anuales al culto de las diosas), nuevamente en Grecia, era incorporado como una fase del proceso de iniciación. El recipiente contenía la bebida sagrada y, al tomarla, se entraba en trance, es decir, el neófito pasaba a otro mundo. Desde un plano de existencia en que el alma se encontraba separada de su esencia, hacia otra esfera superior -considerada entonces edénica- en la que encontraba su plenitud. Comportaba así la búsqueda del conocimiento y de la verdad, pero también y especialmente en un contexto cristiano, la búsqueda del Paraíso.

Adelgazar de manera saludable. Productos, dietas y planes de adelgazamiento a los que se ven sometidos los consumidores son simples mentiras en la mayoría de ocasiones. Perder peso teóricamente haciendo una barbaridad siempre es factible, pero no se trata de hacer locuras durante una temporada para quitarse unos kilos que luego se recuperan, sino realmente de adelgazar.

Los libros malditos. Una maldición ancestral pesa sobre algunos libros desde el momento mismo de su invención: a través de los siglos han existido siempre grupos o individuos empeñados en destruirlos. Así, cantidades ingentes del patrimonio cultural de la humanidad ha sucumbido a manos de estos exterminadores del conocimiento.

Viejas canciones. Siempre están ahí: rondando en las veredas o en los patios de las escuelas, repetidas día tras día, sufriendo un proceso de trasvasamiento de generación en generación, pero conservando toda la esencia y la pureza del mensaje. Cuando uno las escucha, los recuerdos se afanan por rescatar los años pasados y volver a esos días.




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