En un mundo hecho a imagen y semejanza de los diestros, los zurdos se enfrentan a un montón de problemas prácticos y riesgos que amenazan su vida. Esta discriminación les obliga a resistir y aumentar su capacidad de adaptación, a desarrollar su mano izquierda para hacer valer su diferenciada inteligencia.
Aún se recuerda aquella proclamación presidencial de 1993 en los Estados Unidos de América donde el presidente entrante, Bill Clinton, y el saliente, George Bush (padre), estrecharon sus manos en señal de que el relevo se había consumado a la perfección. Ambos eran zurdos y, no obstante, sin ser conscientes de ello, se tendieron sus respectivas manos derechas ante los ojos de todo el mundo.
Este simple gesto, protagonizado por las dos únicas personas zurdas que hasta esa fecha se habían sucedido en el cargo más poderoso de la Tierra, revela hasta qué punto sin darnos cuenta el mundo está modelado a imagen y semejanza de los diestros por completo.
Y sin embargo, la importancia de ser zurdo o diestro es relativamente nueva. Hasta la Revolución industrial, de hecho, era prácticamente indiferente (igual daba guiar el arado o cortar leña con una u otra mano), pero hoy ya no es así. Con la especialización de los trabajos y el desarrollo de utensilios, aparatos y máquinas cada vez más complejos, el zurdo ha empezado a estar en inferioridad de condiciones por un hecho evidente: la mayoría de las cosas han sido diseñadas a la medida de los diestros. Así es: desde un simple tornillo hasta el puesto de conducción de un coche, pasando por un molinillo manual de café o un abrelatas, toda una enorme gama de utensilios y técnicas parecen hechos para complicar la vida a los zurdos. La mecanización de nuestra civilización es ya tan intensa que el zurdo debe hacer frente desde niño a un montón de dificultades y riesgos que no se le presentan al diestro.
¿Por qué son así las cosas y no a la inversa? Sin lugar a dudas, simplemente porque la inmensa mayoría de las personas son más hábiles al utilizar su mano, su pie, su ojo y su oído derechos. Se estima que entre 10 y 15 de cada 100 niños recién nacidos son zurdos. Estadísticamente hablando, lo normal es nacer diestro, y lo anormal, nacer zurdo. Y, a nivel práctico, lo fácil es ser diestro, y lo difícil, ser zurdo.
SÓLO UN NIÑO DE CADA DIEZ NACE ZURDO
En este mundo hostil, al zurdo no le queda más remedio que desarrollar algunas habilidades compensadoras para adaptarse. Para él, tener la cuerda de un reloj en la posición del tres en vez de en la del nueve es una contrariedad menor al lado de otras en las que ha de demostrar sus habilidades. No en vano la expresión «tener mano izquierda» significa poseer astucia y diplomacia para resolver elegantemente situaciones difíciles.
La perseverancia de los zurdos en utilizar su mano izquierda no es producto de su obstinación. Tampoco se trata de un capricho o una costumbre más o menos viciosa que, como en otro tiempo se pensó, puede corregirse con la edad: los zurdos nacen zurdos a consecuencia de una organización cerebral lateralizada que nada ni nadie puede cambiar.
Como quiera que la zurdería no está suficientemente estudiada, la ciencia no es capaz de explicar por qué una persona nace zurda o diestra. Se sospecha que podría estar relacionado con los niveles hormonales en el interior del útero materno, que provocarían un desarrollo desigual de los hemisferios del cerebro.
En todo caso, está claro que mientras los diestros tienen un predominio lateral del cerebro izquierdo, los zurdos lo tienen del cerebro derecho. Siempre hay un lado que manda, aunque no por razones genéticas. (Como curiosidad, los gemelos idénticos tienen más probabilidades de ser zurdos que el resto de la población, aunque es muy extraño encontrar casos en que los dos lo sean.)
Ahora bien, ¿qué consecuencias tiene esa lateralidad izquierda o derecha? Cuando un niño viene al mundo, empieza a desarrollar poco a poco su pensamiento a base de adquisiciones sensoriomotrices, es decir, pequeños gestos organizados, como asir, palpar, desplazar cosas…, que cada vez se van haciendo más complejos. A diferencia del diestro, se sospecha que el niño zurdo, ejecutando una y otra vez estos gestos con los miembros izquierdos, empieza a construirse su imagen del mundo utilizando preferentemente su hemisferio cerebral derecho.
Al llegar a adultos, el cerebro de un diestro y el de un zurdo pesan aproximadamente igual. Pero mientras existen diferencias en la comparación del peso de ambos hemisferios (mayor en el izquierdo) en los diestros, en los zurdos ambos hemisferios tienen un peso similar. Esto parece indicar que, además de tener mayor fuerza y habilidad con los miembros izquierdos, los zurdos pudieran estar hipertrofiando las facultades intelectuales que residen en el hemisferio derecho, es decir, el pensamiento no verbal o intuitivo.
UN MISTERIO PARA LA CIENCIA
Sin embargo, hoy por hoy, la ciencia no puede decir mucho sobre esa supuesta mano izquierda de los zurdos. Se limita a constatar una diferencia motora a favor del lado izquierdo. Porque, aunque algunas capacidades intelectuales (verbales, numéricas, espaciales…) residen en uno u otro hemisferio del cerebro, no parece tratarse tanto de capacidades residentes como de capacidades relacionadas con una determinada zona cerebral.
Del mismo modo, tampoco parece ser del todo cierto que cada hemisferio cerebral vea el mundo de una manera. Esta concepción es demasiado simplista, ya que cada vez está más claro que los dos hemisferios intervienen en la formación de la visión del mundo que tiene una persona, sea zurda o diestra. Ante la falta de datos más precisos, no existen motivos para pensar que los zurdos sean siempre más listos en unas cosas y más torpes en otras que los diestros.
MARGINADOS POR LA SOCIEDAD
En la escuela, sin embargo, se observa que el aprendizaje de la lectura y la escritura separa claramente a zurdos y diestros. Cada niño zurdo pasa su particular calvario en los primeros años de escolarización, justamente cuando se aprenden estas dos imprescindibles habilidades, creadas por y para los diestros.
No es infrecuente que un zurdo aprenda a escribir un año después que el diestro, e incluso algunos pedagogos lo recomiendan para que hasta los niños zurdos más inteligentes puedan hacer sin problemas este enorme esfuerzo de adaptación.
Felizmente ya han pasado a la historia los tiempos en los que a un niño zurdo se le obligaba a escribir con la mano derecha. Buena parte de las tartamudeces y dislexias, así como no pocos problemas de lectura y escritura, como la típica escritura en espejo (sólo puede leerse en un espejo), y más de un fracaso escolar global tienen su origen en este error pedagógico. Los zurdos contrariados arrastran muchas secuelas, que sólo son capaces de compensar en la edad adulta.
Y es que los verdaderos zurdos son mucho más que personas que escriben con la izquierda. Desde un punto de vista fisiológico, hay cuatro clases de lateralización cerebral: el verdadero diestro, el verdadero zurdo, los falsos diestros y los falsos zurdos. Estas dos últimas clases están formadas por personas que, por amputaciones u otras causas, usan preferentemente el brazo contrario. Además hay que considerar los ambidextrismos y los zurdos y diestros cruzados, falsos o verdaderos, que escriben por ejemplo con la derecha y chutan el balón con la izquierda.
La escuela ha desarrollado muchos falsos diestros y, lo que es peor, bastantes ambidiestros. Y es que lo normal para la organización de la vida psíquica y de la personalidad es que un hemisferio domine sobre el otro, pero todo esto se altera cuando se pretende edificar las funciones gnósicas (de conocimiento), práxicas (de habilidades prácticas) y físicas (del habla) al mismo tiempo en los dos hemisferios.
Los problemas de un zurdo no acaban con las actividades académicas. En un trabajo de investigación médica se puso de manifiesto que los zurdos tienen casi seis veces más probabilidades que los diestros de morir en un accidente laboral o de tráfico. Este dato refleja con suficiente crudeza hasta qué punto la sociedad actual margina a los zurdos a pesar de algunos esfuerzos aislados por mejorar esta clara desventaja con el desarrollo y proliferación de utensilios adaptados a ellos.
NUEVE AÑOS MENOS DE VIDA POR TÉRMINO MEDIO
Pero hay más. Los datos estadísticos muestran que entre el grupo de edad de 20 a 29 años hay un 13 por ciento de zurdos, mientras que entre los mayores de 80 años este porcentaje ha quedado reducido al 1 por ciento. Lo más sorprendente es la constatación de la enorme diferencia que hay entre la esperanza de vida de diestros y zurdos, donde estos viven, por término medio, nueve años menos que los diestros (aunque no todos están de acuerdo con esta conclusión -fruto de un largo y prestigioso estudio- e incluso alguno la tacha de errónea), una brecha que es aún mayor en el caso de los hombres. Y es que el riesgo de mortalidad es mayor para los zurdos en cualquier edad. Pero el hecho de usar la mano izquierda no es lo que implica un mayor riesgo de muerte temprana, sino que esto se deriva de la interacción con la técnica.
Una razón para explicar por qué los zurdos viven menos es el cansancio de contemplar un mundo hecho para los diestros. Los zurdos siempre han sido un poco un rompecabezas, vistos con sospecha y perseguidos a través de la Historia donde han sido objeto de tropelías varias bajo las falsas creencias de que estaban poseídos por el diablo (se les llamaba los siniestros, una palabra que proviene del latín sinister, y que hacía referencia al lado izquierdo, que siempre pierde frente al derecho, el lado oscuro vinculado al demonio), eran más propensos a cometer crímenes… y un sinfín de mitos más. Obviamente estas absurdas ideas ya no subsisten, pero sí una serie de problemas que hacen un poco más complicada su adaptación a la normal vida diaria debido a que muchos objetos cotidianos están diseñados para la mayoría. Los que consiguen resistir, los zurdos criados en un ambiente que no entorpezca su inclinación natural y no les minusvalore, no sólo se acaban haciendo tan inteligentes como los diestros, sino que acumulan ese valor añadido de haber sabido desarrollarse ante la dificultad permanente.
Los zurdos pueden también tener más problemas neurológicos o inmunológicos que los diestros, lo que contribuye a acortar su esperanza de vida. Algunas dolencias que se han observado que aparecen con más frecuencia en los zurdos que en los diestros son enfermedades como el Crohn y la colitis ulcerosa, la migraña y el cáncer de mama en la mujer, sin que se sepa por qué. Los zurdos son más proclives a las adicciones, entre ellas al alcoholismo. En las mujeres zurdas, la prevalencia de depresión es mayor que en las diestras y globalmente en los zurdos hay tres veces más suicidios que entre los diestros. ¿Tienen riesgo de ser esquizofrénicos? Como se ha dicho, solamente el 10% de la población es zurda, pero alrededor del 20% de las personas con esquizofrenia utilizan su mano izquierda. Parece claro que la pérdida de contacto con la realidad, las alucinaciones, los delirios y las creencias falsas son, pues, más frecuentes en los zurdos. Además, toleran peor el miedo y las situaciones de estrés, son más cohibidos y propensos a tener emociones negativas (se enojan más fácilmente) y está comprobado que el ambidextrismo propio de muchos zurdos les hace reaccionar una milésima de segundo más tarde que un diestro, como si precisaran un instante más para decidir con qué mano actúan.
EJEMPLOS ILUSTRES
Leonardo da Vinci es el ejemplo clásico de un zurdo que supo exprimir su inteligencia al máximo. Fue pintor, escultor, arquitecto e ingeniero; realizó importantes trabajos sobre mecánica, anatomía, cosmología… Es, sin duda, el prototipo del humanista.
Otro personaje del Renacimiento, el pintor y arquitecto Rafael también fue zurdo. Considerado un niño prodigio por su precoz habilidad, se hizo célebre por la perfección y gracia de sus artes visuales. A pesar de su muerte prematura, dejó una extensa y magna obra. Una inscripción en su tumba reza así: «Aquí yace Rafael, por el que en vida temió ser vencida la naturaleza, y al morir él, temió morir ella.»
En el campo de la ciencia y la técnica también hay zurdos ilustres, como el físico Benjamín Franklin, que, a raíz de su descubrimiento sobre la naturaleza eléctrica de los relámpagos, inventó el pararrayos.
Músicos como Robert Schumann escribieron las notas de sus composiciones con la mano izquierda, sin que ello quiera decir que no fuera todo su cerebro el que creó sus maravillosas obras para piano o que su mano derecha se deslizase con menor destreza por este instrumento.
Como se ve en esta pequeña muestra, hay zurdos que han brillado en todas las actividades científicas, históricas y artísticas. Hay más: Robert de Niro, Barack Obama, Jimi Hendrix, Neil Armstrong, M. C. Escher, Isaac Newton, Pablo Picasso, Julio César, Marie Curie, Winston Churchill, Juana de Arco, Franz Kafka, Mahatma Gandhi, Wolfgang Amadeus Mozart, Napoleón Bonaparte, Mark Twain, Bill Gates, Steve McQueen… aunque la representación de zurdos entre los personajes ilustres se ajuste a la proporción que hay en el conjunto de la población.
Sin embargo, hay un campo donde ser zurdo es una ventaja: los deportes. Allí, la proporción de zurdos es mayor de lo normal, tanto en el fútbol como en el boxeo, el tenis y el baloncesto. Pero esto tiene una explicación bastante sencilla: y es que ya sea para correr y chutar mejor el balón desde una banda o para enfrentarse en combate ante un diestro, ser zurdo es una ayuda a la superioridad, utilidad y conveniencia. Y, por tanto, hay también mayor demanda de deportistas zurdos, llámese (en la galería de ilustres) Martina Navratilova, John McEnroe, Mark Spitz, Ayrton Senna, Hugo Sánchez, Diego Armando Maradona… y tantos y tantos otros.