Lluvia de animales y objetos

La primera explicación es que estas lluvias serían el resultado de fenómenos meteorológicos, pero quedan numerosos interrogantes sin aclarar al respecto de este curioso enigma.

Lluvia de animales y objetos

El cielo no está tan vacío como se cree y, si los antiguos mencionan a menudo la caída de objetos y de seres vivos desde el cielo, es al norteamericano Charles Fort a quien se debe el haber reunido una imponente documentación sobre este tema, misterioso por excelencia. Entre los animales que han caído del cielo, las ranas y los peces llaman particularmente la atención debido a la frecuencia de sus “caídas”.

CHARLES FORT, EL RASTREADOR DE ENIGMAS
Charles Hoyt Fort (1874-1932), investigador estadounidense de hechos no solucionados por la ciencia de su época.Nacido en Nueva York en 1874 y fallecido en 1932, Charles Hoyt Fort es una de las figuras más notables del mundo de lo inexplicable. Periodista hasta 1916, una herencia le permite consagrarse por completo a su pasión.

Se vuelve un verdadero ermitaño, que pasa las mañanas en las bibliotecas, buscando acontecimientos extraordinarios y las tardes redactando fichas que clasifica en cajas de zapatos. En 1919, publica su famoso ‘Libro de los condenados’, al que sigue ‘Tierras nuevas’ (1923) y finalmente ‘Talentos salvajes’, cuyo primer ejemplar sale a circulación el mismo día de su muerte.

Desconocidos por el público, estos catálogos de hechos extraños están escritos con un humor mordaz que se ensaña especialmente con la ortodoxia científica. El talento visionario del autor revela una curiosa y poética concepción del cosmos. Más de 60.000 fichas suyas se conservan en la Biblioteca de Nueva York.

Incluso antes de su muerte, el escritor Tiffany Thayer funda la Sociedad Forteana que se inspira, como indica su nombre, en las investigaciones de Fort. Pero es con la aparición en 1960 del best seller internacional ‘Le matin des magiciens’ (traducido como “El retorno de los brujos”), de los franceses Jacques Bergier y Louis Pauwels, que Fort alcanza notoriedad mundial.

LOS PECES DE SINGAPUR… Y OTROS MÁS
El 16 de febrero de 1861, una sacudida telúrica hace temblar a la ciudad de Singapur y luego sobrevienen tres días de lluvias torrenciales. Cuando estas terminan, se descubren en los charcos de agua que cubren una superficie de unas veinte hectáreas, miles de peces gato vivos. Los malayos y chinos que los recogen afirman que los vieron caer del cielo, lo que ninguno de los europeos que informan sobre este acontecimiento es capaz de confirmar. Cuando el sol seca los charcos, aparecen otros peces, esta vez muertos. La crecida del río Singapur no permite explicar cómo algunos peces aparecieron en jardines cerrados que se libraron de la inundación.

Lluvia de peces, grabado de O. Magnus, 1555.Pero 1861 no es el único año en que se produce este fenómeno. Ya en el siglo IV antes de Cristo, el griego Ateneas relata una lluvia de peces que cayeron durante tres días en la región de Queronea, en el Peloponeso. En la Edad Media se mencionan numerosas caídas de peces, tanto que algunas personas llegaban a creer que los peces y las ranas alcanzaban la vida adulta de esta forma… Por fin, con la llegada del siglo XX y la aparición de los diarios modernos, los casos censados aumentan en número y no cesan de crecer en la actualidad.

RANAS Y OTROS ANIMALES
Todavía más frecuentes son los casos de lluvias de batracios. Uno de los primeros se registró en 1683. Un cierto John Collinges cuenta que una lluvia de sapos inundó la aldea de Acle, en el condado inglés de Norfolk, y que el dueño de la taberna local tuvo que quemar enormes cantidades de estos animalejos en la chimenea para librarse de ellos.

También ha llovido un contingente menor aunque bastante diversificado de animales. Así se supo de ratas en Bergen, Noruega, en 1578; de varanos (reptiles escamosos del grupo de los lagartos) en Utah, Estados Unidos, en 1870; de miles de serpientes en Memphis, Estados Unidos, el 15 de enero de 1877, hecho que fue publicado por la revista Scientific American; camarones en Nueva Gales del Sur, Australia, en 1978. Además se han visto lluvias de pájaros muertos. La mayor parte sigue un patrón habitual, pero el Washington Post del 26 de enero de 1969 relata que algunos días antes, una gran bandada de patos murió súbitamente encima de la ciudad de Santa María en Maryland, como si hubiese sido repentinamente tocada por una explosión invisible y silenciosa. Según el diario, los pájaros habrían sufrido fracturas y hemorragias antes de tocar el suelo.

EL EFECTO DESCONOCIDO DE LAS TROMBAS
La primera explicación que viene a la mente con respecto a la mayoría de estas “lluvias” es que ellas serían el resultado de fenómenos meteorológicos y varios detalles apoyan esta idea. Todos los animales son de tamaño pequeño y una tempestad o tormenta precede muy a menudo el fenómeno. Pero las trombas y otros tornados depositan lo que arrastran en superficies mucho más extendidas y claramente menos delimitadas que aquellas en las que caen los animales y son, naturalmente, incapaces de separar las especies y los tamaños, eliminar los demás restos o depositar juntos en un mismo lugar, como ha sucedido algunas veces, miles de animales que viven normalmente solitarios o en aguas profundas. El mismo estado de los animales presenta un problema, puesto que a menudo están vivos o lo bastante frescos como para ser comidos, lo que en el caso de los peces quiere decir que han sido traídos muy rápidamente. En este contexto, las lluvias de pájaros parecen tener un lugar aparte, lo mismo que los casos de peces secos, algunas veces decapitados o encerrados en el hielo o incluso hervidos, así como las observaciones realizadas con cielo claro.

Del enigma que presentan estas extrañas lluvias de animales, la única certeza que se tiene hoy día es que el fenómeno es auténtico.“El mecanismo de transporte, cualquiera que sea su naturaleza, prefiere seleccionar una sola especie de peces o de ranas, o de un animal inscrito en el menú del día”, escribió con humor el norteamericano William R. Corliss, cuya reflexión resume la extensión del enigma que presentan estas extrañas lluvias de animales, ya que la única certeza que se tiene hoy día es que el fenómeno es auténtico.

LLUVIAS DE OBJETOS
Materias orgánicas… Desde la Antigüedad, los relatos de lluvias de sangre o de productos que contienen sangre han marcado la historia. Más escasas han sido las caídas de pedazos de carne; una, en Kentucky, es citada por el Scientific American de marzo de 1876 y despierta una polémica entre los sabios. Otra, ocurrida el 27 de agosto de 1968 y acompañada de una lluvia de sangre, que se extendió sobre un kilómetro cuadrado, fue publicada por los diarios brasileños. Estos casos difieren de las lluvias de colores, que tienen fácil explicación.

Vegetales… Desde el maná, que según la Biblia habría salvado al pueblo judío, el cielo no ha cesado de repartir, de tiempo en tiempo, productos de la tierra. En la época contemporánea se ha informado de numerosos casos. En 1867 cae en Dublín una granizada violenta con avellanas, que obliga a los policías a protegerse; en el verano de 1971, una lluvia de alubias africanas se abate sobre una granja en Brasil; el 12 de febrero de 1979, granos de mostaza y berro invaden un jardín inglés en Southampton.

Trozos de hielo… Además de la caída de objetos fabricados, tales como los ladrillos, que más podría acercarse a una variante bien conocida del fenómeno poltergeist, existen las lluvias de trozos de hielo. El astrónomo francés Camille Flammarion, apasionado por estos casos extraños, recuerda un trozo de hielo de cinco metros por dos que habría caído en la época de Carlomagno. Sin embargo, el Times del 14 de agosto de 1849, publica que una masa de seis metros de diámetro cayó la noche anterior en Ross-shire, Escocia. Contrariamente a lo que sucede con las lluvias de animales, las caídas de hielo son peligrosas, como lo atestigua un carnero decapitado por un trozo de hielo de siete kilos en Devon en 1950, o el carpintero alemán atravesado por una lanza de hielo de dos metros de largo cuando estaba sobre un techo, cerca de Düsseldorf, el 10 de enero de 1951. La teoría del hielo de origen espacial puede explicar algunos casos, pero no las ocasiones en que los bloques contienen animales, como el caso de la carpa congelada, ocurrido en Essen, Alemania, en 1896.

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