Dase el nombre de “Cruzadas” a las expediciones hechas entre los siglos XI y XIII, a fin de liberar los Santos Lugares, sojuzgados por el Islam. Se citan normalmente ocho cruzadas (cuatro a Palestina, dos a Egipto, una a Constantinopla y una a África del Norte).
No representan un hecho esporádico o repentino, pues:
-Desde el siglo VI la peregrinación a los Santos Lugares, en poder de los musulmanes, es creciente.
-Estas expediciones son, además, una manera de aplacar el expansionismo árabe, ya instalado en la Europa del Sur, y también una forma de sostener Bizancio, cuya seguridad la minaba la hegemonía potente del Islam en África y Oriente.
PRIMERAS EXPEDICIONES
La Primera Cruzada (1095-1099), a instancias del Papa Urbano II y sus predicadores (Pedro de Amiens), fue convocada por el Concilio de Clermont (Francia, 1095) contra los turcos; un primer ejército, al mando de caudillos incompetentes, parte y desaparece; una segunda leva de milicias regulares pasa al Asia y conquista Nicea (1097), Antioquía y Jerusalén (1097-99). Los jefes, Godofredo de Bouillón, y sus hermanos, Eustaquio y Balduino, junto con otros líderes como Bohemundo de Tarento, convierten la región en varios feudos, supeditados al reino de Jerusalén, regido por Godofredo de Bouillón.
La caída de Edesa (1144) en poder de Noredino, caudillo turco, dio lugar a la Segunda Cruzada (1147-1149). La predicó Bernardo de Claraval y acudieron Conrado III de Alemania y Luis VII de Francia. Fracasó en la batalla de Tiberiades ante el sultán Saladino.
Ante tales vicisitudes, los reyes de Inglaterra y Francia, Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto, así como el emperador de Alemania, Federico Barbarroja, a ruegos del pontífice Clemente III, forman la Tercera Cruzada (1189-1192), también sin resultado alguno, a causa de las querellas intestinas de los diversos monarcas occidentales.
La Cuarta Cruzada (1202-1204) la instó Inocencio III para afianzar el dominio cristiano en Palestina, aprovechando las guerras fratricidas de los hijos de Saladino (muerto en 1193) y la consiguiente debilidad del poder turco. En realidad, las tropas mandadas por Fulco de Neuilly, fueron manipuladas por los venecianos y la Cruzada se limitó a ser una operación de afianzamiento de los intereses comerciales de Venecia en Oriente.
EL DESASTRE SUBSIGUIENTE
A raíz del postrer fracaso se sucede la denominada “Cruzada de los Niños” (1212): gigantesca histeria, predicada por un joven pastor francés fanático, causante de reunir una muchedumbre de niños que, embarcada, la mitad naufragó y se ahogó después de una tormenta y la otra mitad fue a parar al mercado de esclavos de las ciudades turcas y musulmanas.
La Quinta Cruzada (1217-1221), cuya convocatoria hace Honorio III, es emprendida por Federico II de Alemania y Andrés II de Hungría, aunque, en realidad, solamente las tropas de este último embarcaron; la incursión no obtiene nada.
La Sexta Cruzada (1228-1229) fue realizada por Federico II de Alemania, quien, tras múltiples y parsimoniosas dilaciones, decide cumplir la “sugerencia” papal; aunque, una vez llegado a los Santos Lugares, se apresura no a combatir, sino a firmar un pacto (“Tratado de Jaffa”, 1229), donde se estipula la libre convivencia y cohabitación (condominio, pues) de fieles de entrambas religiones, musulmanes y cristianos, en los Santos Lugares. Ello le granjeó la reconvención papal, escandalizado de “tanta transigencia”.
La Séptima Cruzada (1248-1254) y la Octava (1270) son llevadas a cabo por Luis IX de Francia; la primera contra Egipto y la siguiente contra Túnez, ambas contra el poderío turco y las dos sin resultado. Luis IX, San Luis, se ha inmortalizado (si por azar así fuere) más por su santidad que por su inteligencia estratégica.
Se habla igualmente de una Novena Cruzada, por la mayoría considerada sin embargo como parte de la Octava. El príncipe Eduardo de Inglaterra, después Eduardo I, se unió a la Cruzada de Luis IX de Francia contra Túnez, pero llegó al campamento francés tras la muerte del rey. Y aunque Eduardo y algunos papas intentaron predicar nuevas cruzadas, ya no se organizaron más y, en 1291, tras la caída de Acre, los cruzados evacuaron sus últimas posesiones en Tiro, Sidón y Beirut.
CONSECUENCIAS Y LOGROS DE LAS CRUZADAS
-Pusieron en frecuente comunicación a distintos pueblos de Europa con los diversos pobladores del norte de África y Próximo Oriente, lo cual supuso un evidente avance para Europa; a raíz de esos intercambios, se amplía el acercamiento comercial y cultural. Europa conoce y aprecia nuevas especias y se empieza a propagar en Occidente la rica e imaginativa literatura oriental (persa y árabe, principalmente) (traducciones del ‘Calila y Dimna’, ‘Las mil y una noches’). El contacto con gente refinada (el imperio persa, el bizantino) provocó una revolución científica y espiritual en el resurgir cultural del sur de Europa, que originaría, una vez asimilado los fermentos culturales, en una de las concausas del surgir del Renacimiento.
-Las Cruzadas contribuyeron a la decadencia del poder de la aristocracia feudal, desangrada y en ruinas tras la contienda. Al restarle fuerzas a un elemento negativo respecto al proceso de afianzamiento y configuración del poder estatal, aumentó (pese a los rotundos desastres de las expediciones) la autoridad de los monarcas. Sólo la burguesía urbana y el artesanado son las clases beneficiadas con el trasvase de bienes, personas y materiales implícito en las incursiones.
-A nivel paneuropeo, supuso la cohesión de diferentes estados en una idea común de defensa y causó, por ende, la creación del primer ensayo de ejército europeo: las órdenes militares (Templarios, Teutónicos), una especie de fuerza o armada católico-occidental atrincherada en las avanzadillas de los archipiélagos mediterráneos para servir de baluarte contra el peligro turco-musulmán.
En suma, balance: como campañas militares, las Cruzadas fueron, muchas, infructuosas y los más auténticos fracasos; ahora bien, la incesante fuente de inspiración poética, popular, juglaresca que sus hazañas brindaron no aparece como el menor de los logros culturales obtenidos en las Cruzadas.