Como es sabido, Descartes estableció como “primer principio de la filosofía” esta verdad: “pienso, luego existo”. De ahí dedujo que “el yo es el alma”, que “el alma es una substancia cuya esencia es pensar” y que no necesita del cuerpo para existir. Esta es la base del dualismo cartesiano. Las consecuencias de esta postura son graves: no sólo que “yo no soy mi cuerpo”, sino también que el “yo” vive primero encerrado dentro de sí mismo, y que sólo después puede abrirse al mundo y a los demás (si lo consigue). La soledad del “yo” es la peor consecuencia del cartesianismo. Nadie negará, sin duda, la necesidad que tiene el “yo” de encontrarse consigo mismo dentro de sí mismo y en su propia soledad (la incapacidad para la soledad, dicen los psicólogos, indica inmadurez de la personalidad). Pero es que el “yo” de esta filosofía es un “yo” solitario, y la solitariedad (no estar solo, sino ser solo, existir sin los demás) o es un imposible o es la destrucción de la personalidad. “Poned atención -escribió A. Machado-: un corazón solo no es un corazón”.
Según parece, es completamente erróneo decir que primero soy “yo” y me capto a mí mismo en el interior de mi conciencia (“yo”, el solitario), y sólo después me abro a los demás y me pongo en relación con ellos (“yo”, el que se relaciona). Sartre ha criticado muy justamente el sentido del cogito, ergo sum de Descartes:
En el cogito uno no se descubre solamente a sí mismo, sino también a los otros. Por el yo pienso, contrariamente a la filosofía de Descartes, contrariamente a la filosofía de Kant, nos captamos a nosotros mismos frente al otro, y el otro es tan cierto para nosotros como nosotros mismos. Así, el hombre que se capta directamente por el cogito descubre también a todos los otros, y los descubre como condición de su existencia. Se da cuenta de que no puede ser nada (en el sentido en que se dice que se es espiritual, o que se es malo, o que se es celoso), salvo que los otros lo reconozcan por tal. Para obtener una verdad cualquiera sobre mí, es necesario que pase por otro. El otro es indispensable a mi existencia tanto como el conocimiento que tengo. En estas condiciones, el descubrimiento de mi intimidad me descubre al mismo tiempo al otro como una libertad colocada frente a mí, que no piensa y que no quiere sino por o contra mí. Así descubrimos en seguida un mundo que llamaremos la intersubjetividad…
~ El existencialismo es un humanismo, J. P. Sartre
Es decir: yo no puedo aislar mi “yo” de los “otros”. Incluso cuando entro dentro de mí mismo descubro a los demás. Mi interioridad está habitada también por los otros. Por eso dice el filósofo personalista judío Martin Buber (1878-1965) que la “palabra primordial” no es el vocablo aislado yo, sino el par de vocablos yo-tú. Y un psicólogo social como George H. Mead (1863-1931) insiste en que “el tú es siempre anterior al yo”. Es decir, que el niño pequeño descubre a los otros (el padre y la madre) antes de descubrirse a sí mismo.
Esta es, pues, la condición humana: no poder existir como persona sin los demás, ser esencialmente sociable, poder vivir sólo en relación.
–>ACLARACIÓN DE ALGÚN TÉRMINO USADO
Cogito: “yo pienso”. Aquí significa el acto por el que yo tomo conciencia de mi propio “yo” de un modo inmediato. El problema es: si al tomar conciencia de mí mismo sólo me capto como puro pensamiento o “interioridad” aislada, o bien descubro también a los otros y al mundo ya “dentro de mí”.