No es poca la desorientación que rodea el tema de los mantras, que se confunden a veces con los conjuros o las “palabras poderosas” de la magia ritual. En realidad un mantra no es más que una palabra o una frase (no rezos) que, por repetición, influye sobre la mente humana. Según esta definición serían mantras muchos eslóganes y latiguillos publicitarios, aunque es más corriente reservar dicho término a las salmodias utilizadas en yoga y en las prácticas esotéricas y/o místicas orientales para apaciguar la mente.
En esencia, la meditación trascendental es un arte mántrica, ya que la iniciación confiere a sus practicantes un mantra personal, que ha de sintonizar con sus vibraciones individuales. Aunque esa “afinación” personal no debe ser tan necesaria, si hemos de juzgar por los millones de orientales que se contentan con usar en sus prácticas de meditación los mantras “hechos”.
De estos el más conocido será quizás el om mani padme hum asociado con el budismo y que suele traducirse como “¡oh, la joya de la flor de loto!”. En el Próximo Oriente tiene una difusión parecida el mantra islámico hua allahu alazi lailaha illa hua, “sólo Él es Dios y no hay otro Dios más que Él”. Como ejemplo de mantra de la Antigüedad podemos citar el egipcio A ka dua, Tuf ur biu, Bi aa chefu, Dudu ner af an nuteru, “adoro el poderío de tu aliento, ¡oh Dios supremo y terrible ante quien tiemblan los dioses y la Muerte!”.
El significado importa poco a efectos prácticos. Los mantras adquieren aceptación por su utilidad para crear cambios en la conciencia o el estado mental. El denominador común de muchos de ellos es que “se muerden la cola”: con la última sílaba de cada uno, el adepto vuelve a repetirlo desde el principio.
Para entender un poco la manera en que se usan los mantras, se puede experimentar con el om mani padme hum. Si lo salmodiamos en voz alta al principio, hay que pronunciarlo con sonoridad alargando el hummmm final para hacer que se confunda con el ommmm siguiente, lo que da una cadencia así:
Ommmm mani padme hummmm oommm mani padme hummmm…
Después de escucharse a sí mismo durante varios ciclos, vaya bajando la voz poco a poco hasta “interiorizar” el sonido, y siga entonces pronunciando el ciclo mántrico mentalmente. Varíe la velocidad hasta encontrar el ritmo que captura su atención, al punto que la rotación del mantra rechaza todo pensamiento ajeno. El efecto es parecido al que ocurre cuando uno tiene en la cabeza una musiquilla pegadiza y no consigue olvidarse de ella. El mantra gira y gira y se expande hasta llenar toda la conciencia, sin dejar espacio para nada más. Y aunque uno conozca el significado de la frase que pronuncia, tal sentido pronto se pierde, como cuando se repite una palabra tantas veces que al final acaba por parecer absurda.
Una vez establecida la rotación del mantra, ella continúa sin necesidad de ningún esfuerzo consciente, lo que libera el cerebro y permite relajarse con más tranquilidad. Cuando quiera retornar a su estado de conciencia normal, haga más lenta la cadencia del mantra y luego “exteriorícelo” diciéndolo varias veces en voz alta antes de dejarlo por completo.
Para que un mantra surta efecto, no es necesario entender el idioma, intelectualizar el significado o la simbología del mantra. El simple sonido del mantra trae el efecto deseado. El ritmo sonoro funcionará en el plano inconsciente y acabará por saturar los pensamientos conscientes, lo cual a su vez, afectará a los ritmos. De hecho, parte de la magia del mantra consiste en que no se debe reflexionar sobre su sentido, pues solamente así trascenderemos los aspectos fragmentarios de la mente consciente y percibiremos la unidad subyacente.
Al usar el mantra, liberamos nuestras mentes de la esclavitud del ego y las emociones. El mantra permite que apartemos la atención de lo que el ego pone ante nosotros, que no siempre es lo mejor, y nos brinda la oportunidad de reflexionar y elegir. También podemos usar el mantra para mantener la mente en un estado positivo cuando estamos aburridos o inquietos. Los mantras ayudan a calmar la mente. Repetir en silencio nuestro mantra mientras caminamos, hacemos cola, incluso conducimos, es extremadamente útil y relajante. ¿O acaso nunca hemos notado que algunas frases o palabras nos afectan más que otras? El efecto de las palabras puede ser bueno o malo. El sonido de las palabras o los mantras conecta a quien lo pronuncia con un nivel más elevado de conciencia. Cuando encima se elige un mantra con un significado personal, este se hace más poderoso.
Nuestra mente y nuestros pensamientos no deberían ejercer un control sobre nosotros, por el contrario, deberíamos ser nosotros quienes ejercitásemos un control sobre ellos. Una de las maneras más eficaces de conseguirlo consiste en dirigir los procesos mentales y hacerlos más lentos mediante el uso de un mantra.
Algunos mantras están particularmente asociados a aspectos de nuestra existencia. Ya sea la prolongación de la vida, la purificación de enfermedades, impedir que la mente caiga en estados inferiores, o eliminar el miedo y la ansiedad, por ejemplo. Pero en general, podemos decir que todos los mantras tienen el mismo objetivo: eliminar el sufrimiento y la confusión, y conducir al practicante hacia el preciado “Despertar”.